Coca Cola ataca

El nuevo etiquetado con las leyendas de advertencia de protección a niños en el caso de los edulcorantes y la cafeína son un motivo de oposición más de Coca-Cola y las empresas de ultraprocesados contra el nuevo etiquetado.

Lo que más preocupa a la empresa refresquera son las iniciativas presentadas en varios estados para prohibir la venta de las bebidas azucaradas y la comida chatarra a niños y niñas. Sabiendo que esta medida podría extenderse a otras naciones y cómo la prensa internacional cubrió esta noticia, generando interés alrededor del mundo como una forma de enfrentar las epidemias globales de sobrepeso y obesidad, había que venir a hacer control de daños, a evitar que la situación en México se convirtiera en un proceso de “DesCoca-Colonización”. Sería una desgracia para la empresa que creó su mayor imperio en este país que su producto comenzara a ser tratado como un producto de riesgo.

Coca-Cola pone en el frente de batalla a las pequeñas tienditas, su herramienta para invadir el país con sus productos. La campaña que realiza en México desde la llegada de la pandemia usando su vínculo e interés por apoyar a las pequeñas tienditas, con la participación de “Sopitas”, es similar a la que realiza la compañía en otras naciones latinoamericanas. Esta campaña la lanza en medio de la evidencia que vincula el alto consumo de su producto con las comorbilidades más asociadas a la mortalidad por COVID-19: enfermedades cardiovasculares, obesidad, diabetes…

Cuando se habla de tienditas nos referimos a alrededor de 1.5 millones puntos de venta de Coca-Cola en todo el país. Es decir, por cada 80 habitantes en México hay un punto de venta de sus productos, que normalmente acompañan la venta de productos de Pepsico (bebidas, frituras y dulces), de Bimbo (pan, frituras y dulces), de Danone (productos lácteos), entre otros. Se trata de una penetración que, junto con las campañas multimillonarias de publicidad de estos productos, es unos de los elementos centrales en la conformación de lo que los expertos llaman el “ambiente obesogénico”. Sin “ambiente obesogénico” no tendríamos las epidemias de obesidad y diabetes en nuestro país.

Qué pasaría si esos puntos de venta comenzaran a introducir, como en el pasado, la venta de botanas basadas en semillas (cacahuates, pepitas, semillas de girasol, garbanzos, maíz y chicharos tostados, habas, etcétera), comenzaran a vender frutas y verduras de la región y la temporada. Qué pasaría si vendieran panes elaborados en panaderías de los barrios. Este proceso de reconversión es necesario no sólo para mejorar la salud, para recuperar el gusto de los niños y las niñas, también para fortalecer la economía local.

La prohibición de la venta de productos y bebidas no saludables a los niños en Oaxaca no prohíbe la comercialización de esos productos, solamente su venta a los niños. Esa prohibición permite que las mismas empresas puedan comercializar y vender a niños alimentos y bebidas si cumplen ciertos criterios. Es decir, se abre la posibilidad y se empuja a que se comercialicen productos más saludables, algo urgente en este país que tiene los más altos niveles de consumo de comida chatarra y bebidas azucaradas.

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