La austeridad republicana
Raymundo Riva Palacio
La mejor defensa es el ataque, como apunta el proverbio inspirado en las
estrategias militares de Sun Tzu. Y eso hizo el presidente Andrés Manuel López
Obrador en su conferencia de prensa del jueves, cuando acusó a la prensa de
pertenecer al hampa -y sugerir que la crítica es una acción delictiva-, por
recoger la crisis del sector salud bajo el enfoque de la austeridad. El
presidente atacó al mensajero para defender su política de austeridad, en donde
amarra los fundamentos de su narrativa moral. La austeridad la plantea como
antítesis de la corrupción, aunque no es lo mismo. Se puede ser austero y
corrupto, a la vez y al revés. La austeridad promovida dogmáticamente por López
Obrador ha dado resultados varios. Ha contribuido de manera muy positiva a
elevar el costo del dispendio y los abusos, pero también, al seguir
ideológicamente el gobierno sus postulados, a paralizar áreas productivas y
afectar la eficiencia gubernamental.
Su pensamiento binario es consistente con su díada austeridad y corrupción.
Pero ya hubo quien elaboró una fuerte argumentación en contra de la alta moral
que impulsa la austeridad, que atenta esencialmente contra el crecimiento, y no
ha probado ser exitosa en la mayoría de los casos. No sólo desarrolló una línea
de pensamiento crítica a la austeridad, sino detalló las consecuencias
desfavorables de su imposición. Esa persona no era un neoliberal, como
descalifica López Obrador a todo aquél que difiera de sus creencias, sino
alguien en quien suele inspirarse, John Maynard Keynes, quien renunció a su
papel como representante del Tesoro británico durante la Conferencia de Paz en
París, por los términos que se estaban imponiendo sobre Alemania, finalmente
concretados en el Tratado de Versalles, al término de la Primera Guerra Mundial.
El recuerdo de Keynes fue abordado en el contexto de una conversación
global sobre la austeridad impuesta como solución de desarrollo y crecimiento,
por el Premio Nobel de Economía Amartya Sen, que también está lejos de las
categorías neoliberales de López Obrador, en un discurso en el Festival
Charleston en Firle, en el Reino Unido, el 23 de mayo pasado, que la revista New Statesman publicó en una versión editada en su último número. Sen
recordó que los términos económicos impuestos a Alemania, fueron liquidados en
2010, 81 años después de firmado el Tratado de Versalles, que provocaron el
colapso de la República de Weimer y el nacimiento y surgimiento de Adolfo
Hitler y los nazis.
Sen describió las consecuencias que generó la equivocada lectura de las
tesis de Keynes en su libro Las Consecuencias Económicas de la Paz, que han llevado a la
aplicación de políticas que él mismo criticó. En Grecia, acota Sen, “la gran retórica sobre la
necesidad de imponer la austeridad para remover lo moral y económicamente
impropio” en ese país, congeló el crecimiento y mantiene la crisis que se vive
desde hace una década. “Aquellas consecuencias desfavorables que temía Keynes,
venían de la severa y a su juicio irrazonable imposición de la austeridad, son
relevanters hoy, con una geografía alterada del disciplinario moral, y el
errante que debe ser disciplinado”, agregó Sen.
La crítica de
Keynes al Tratado de Versalles hablaba de que “enfrentaban una Europa
ineficiente, desempleada y desorganizada”, que estaba “desgarrada por el
conflicto interno y el odio internacional, peleándose, hambrienta, depredadora
y mentirosa”. Sen dice que esos problemas son visibles actualmente en Europa, y
sugiere que países como Brasil, China, Corea, México y Singapur, podrían aprender
de sus lecciones históricas. No se mete en la peculiaridad de los detalles de
cada una de esas naciones, donde más allá del rumbo que están tomando, salvo
México, todas cohabitan y desarrollan estrategias en el mundo global.
Un punto de inflexión fue la crisis global de 2008-2009, resultado del
fracaso de las instituciones financieras privadas, que vigorizó la demanda de
restablecer mecanismos regulatorios. Sen recordó que la pérdida de confianza en
el sector privado fue detenida por la intervención del Estado, mediante
estímulos a la economía pagados con deuda pública. Poco después regresaron las
exigencias de disminuirla, con líderes políticos aterrorizando a sus pueblos
que si no lo hacían, sus economías podría colapsar. La reunión del G-20 en 2009
revivió la idea de la austeridad como forma de revitalizar las economías.
“Todos aquellos interesados en la historia -advierte Sen-, podrían ver
fácilmente en ello un recordatorio de los días de la Gran Depresión de los
30’s, donde cortar el gasto público parecía una solución en lugar de un
problema”.
Esta experiencia,
subraya, es de donde Keynes hizo su principal contribución en La Teoría Genera
del Empleo, el Interés y el Dinero, que plantea que la demanda es importante como un
determinante de la actividad económica, y que la expansión, en lugar de
recortar el gasto público, hace un mejor trabajo para expandir el empleo y la
actividad económica. “La austeridad podría hacer poco”, afirma Sen, “ya que una
reducción del gasto público agrega a la insuficiencia del ingreso privado y las
demandas del mercado, llevando a poner más personas en el desempleo”. Todo
esto, aclara Sen, requiere no sólo la teoría de Keynes, sino sentido común.
El caso mexicano
es peculiar entre las economías emergentes. López Obrador no piensa global sino
local. Ve la historia intrafronteras, nunca por fuera de ellas. Es neoliberal
en finanzas públicas, pero sueña con programas sociales keynesianos. La
austeridad la ve como imperativo moral, no como solución económica, lo que
lleva a distorsiones en su aplicación. Quiere crecimiento, pero toma decisiones
que lo entorpecen. Quiere empleo, pero produce desempleo. El presidente
necesita quien le expliquen a Keynes o le traduzcan el ensayo de Sen. Ya tomará
la decisión que quiera, pero que nunca diga que nadie se lo advirtió.
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