Venezuela: fracasó la mediación
Raymundo Riva Palacio
La búsqueda de una tercera vía para encontrar
una salida negociada a la crisis venezolana ha fracasado, y el gobierno del
presidente Andrés Manuel López Obrador tiene que encontrar un equilibrio entre
su postura principista y una toma de posición clara entre dos polos, el
presidente Nicolás Maduro y el presidente interino Juan Guaidó, porque se está
quedando aislado. López Obrador ha ido modificando su posición en los últimos
días, pero la imposibilidad de saber si el corrimiento hacia una postura que si
bien neutral, está más en el contexto de lo que piensan la mayoría de los
gobiernos del mundo de Maduro, obedece a que el presidente no entiende los
matices de la política exterior, por lo que es incierto si ello fue acompañado
de instrucciones precisas a la cancillería mexicana para que prepare un control
de daños a lo que parece estar cerca: la caída de Maduro.
El gobierno del presidente López Obrador y del
uruguayo de Tabaré Vázquez no encontraron la llave de la puerta para
contrarrestar la embestida del presidente Donald Trump. No va a haber
intermediación de esas dos naciones, aunque el presidente Nicolás Maduro la
haya aceptado al entender que era de lo último que podría asirse. El más
importante del que se afianzó México, creado por los europeos al señalar –como
los mexicanos- que recopilarían y analizarían la información antes de tomar una
decisión, se selló el fin de semana cuando Alemania, España, Francia y el Reino
Unido dieron un ultimátum a Maduro de ocho días para que anuncie nuevas
elecciones. De otra forma, advirtieron, reconocerán al diputado Guaidó como
presidente interino de Venezuela.
Guaidó rechazó la intermediación de México y
Uruguay. El viernes respondió a los dos gobiernos: “La represión, cuando no les
da resultado, se convierte en falso diálogo. Debe tener muy claro el mundo y
este régimen que para el falso diálogo, aquí nadie se presta”. Dicho de otra
forma, Guaidó le dijo a López Obrador y a Vázquez que el diálogo propuesto era
un engaño.
La postura europea de este fin de semana, sin
ser la extrema de Estado Unidos, se acercó a la del Grupo de Lima del 4 de enero,
firmada por todos menos México, donde dijo que no reconocería el nuevo mandato “ilegítimo”
de Maduro, resultado de elecciones que no tuvieron los estándares mínimos
democráticos, pidiéndole respetar las atribuciones de la Asamblea Nacional y que
le transfiriera de forma provisional el Poder Ejecutivo, hasta que se realizan
nuevas elecciones presidenciales. En ese momento, México argumentó sus
principios constitucionales de no intervención y dijo que buscaría una
mediación.
Vistos los resultados, ni el gobierno de López
Obrador ni el de Vázquez pesan en el concierto internacional, ni son tomados en
cuenta como interlocutores. El alineamiento internacional en contra de Maduro
los avasalló, sin saberse en México si la posición mexicana fue precedida de
consultas informales previas para saber qué espacio y tiempo tendría para ello,
o fue una nueva ocurrencia del gobierno para salir al paso. Lo que es evidente
es que las cancillerías del mundo llevaban una velocidad que no contempló o
rebasó a la mexicana.
El tema de Venezuela estaba en la agenda de
pláticas que esta semana tendrá en México el presidente del gobierno español,
Pedro Sánchez, con López Obrador, quien busca tener una muy buena relación con
él, y se estimaba figuraría también en una visita que tiene programada el
secretario de Estado, Mike Pompeo, a la Ciudad de México. La intermediación
quedó en el pasado. Hay en todo caso, matices para tomar en cuenta.
La postura del gobierno de López Obrador del
jueves tuvo un ajuste el viernes, cuando el presidente dijo que la
intermediación mexicana sólo se haría si ambas partes la aceptaban. Es decir, sólo
si Maduro y Guaidó estaban de acuerdo. Para efectos de argumentación, dado que
no hubo rectificación a lo declarado el viernes, el gobierno mexicano reconoce a
Guaidó como un actor legal y legítimo, equiparado en peso político a Maduro.
De esta forma, el gobierno de López Obrador se
acercó a la postura del gobierno de Peña Nieto de reconocer a la Asamblea
Nacional, que es el único de los cinco poderes reconocidos por la Constitución
venezolana, que no se sumó a la parodia de la Asamblea Nacional Constituyente
instaurada por Maduro en agosto de 2017, y que el 13 de noviembre pasado
declaró inconstitucional que asumiera un nuevo mandato presidencial, pidiendo
paralelamente nuevas elecciones presidenciales. Sobre esa base, Guaidó invocó
el 15 de enero pasado el artículo 233 de la Constitución que establece el
procedimiento para cesar el titular del Ejecutivo y considera que el presidente
de la Asamblea Nacional o el vicepresidente, podrían actuar como sucesores.
Delcy Rodríguez, marioneta de Maduro, es la vicepresidenta.
La postura europea frenó los intentos golpistas
de Estados Unidos, pero en el fondo, el restablecimiento de la vida democrática
en Venezuela, coincide plenamente. El gobierno de López Obrador, emanado de una
elección democrática, no puede ir en contra de ello e hizo bien en rechazar de
entrada sumarse al proyecto de Trump. Al fracasar su tercera vía, los europeo
le volvieron a mostrar el camino. Maduro es inviable y López Obrador lo debe
entender. Tuvo el fin de semana para encontrar una posición acorde con los
principios que defiende, pero debe entender que su iniciativa fracasó y no puede
permitir que su neutralidad sin diplomacia eficaz, lo coloque ante los ojos de
todo, respaldando a un régimen autoritario.
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