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A Washington; ¿quién gana qué?

Donald Trump es visto por la mayoría de mexicanos como enemigo de la nación; insulta, desprecia, amenaza a los mexicanos en general y a los que viven allá. Los ha llamado delincuentes e incluso animales. Pero no es el caso de Andrés Manuel López Obrador, quien ve en él alguien respetuoso, que incluso le da un trato de amigo. Más que amistad, hay sumisión. Eso suele ser explicado en términos de la asimetría entre ambos países; ¿qué le queda a México, sino callar y obedecer? aseguran. En parte es verdad, pero algunos presidentes han tenido respuestas distintas —a veces más dignas— frente a esa asimetría, exigencias o insultos de sus homólogos del norte. Pero si dice Trump frente al ignominioso muro, que quiere al presidente mexicano en Washington, AMLO anuncia de inmediato que irá. A AMLO no le gusta salir del país pues se siente desubicado, pero ante la instrucción de Trump, pues hay que ir.

Trump requiere verse al lado de AMLO para intentar atraer al menos algunos votos de los 20 millones de electores mexicanos, sabiendo que son adeptos al presidente mexicano. Pero podría ser a la inversa; que esos ciudadanos mexicanos se decepcionen de AMLO por apoyar a quien los insulta, humilla y discrimina. Podría ocurrir lo que vislumbra Armando Vázquez-Ramos, presidente del Centro de Estudios California-México: “Para los 40 millones de mexicanos que vivimos en EU sería vergonzoso y un insulto que la primera visita al exterior del presidente López Obrador fuera para ayudar a reelegir al peor presidente… el más despreciado en el mundo por su racismo y odio contra los mexicanos, inmigrantes y mujeres”. (25/VI/20). El gobierno mexicano ha intentado paliar el costo sugiriendo que también vaya el primer ministro canadiense. Pero al parecer, Trudeau no está para esos juegos. A él Trump no le truena los dedos.

AMLO arriesga su imagen, como ocurrió con Peña durante la visita del candidato Trump aquí, quien quedó empequeñecido, casi borrado, en la conferencia conjunta. Si el norteamericano quiere ser desafiante con México para fortalecer a su base, AMLO quedará atrapado. Y a los demócratas no se les olvidará tan fácilmente el respaldo electoral que AMLO brindará a Trump, considerando que es probable que incluso perdiendo la presidencia, controlen la mayoría del Congreso. Algunos analistas sugieren que el viaje también será aprovechado por Trump para sugerirle (exigirle) en privado a su socio mexicano que modifique su política frente a los inversionistas extranjeros. Las declaraciones del embajador Christopher  Landau son un aviso. Dijo, entre otras cosas, que “No se puede decir a la vez queremos atraer inversión y capital de otras partes del mundo y también decir, vamos a cambiar las reglas… Uno no puede tener las dos políticas a la vez; o un país tiene una política de atraer inversión o… de espantar inversión” (25/VI/20). ¿Más claro? De seguro no fue una mera ocurrencia del embajador.

AMLO minimizó el mensaje, aludiendo al apoyo público del que goza. Pero Trump podría provocar que AMLO modifique su política de frenar inversiones privadas y, retome el compromiso de no cambiar las reglas a mitad del juego, que parece ser un eje esencial de su pretendida transformación. Y es que Trump por sí sólo pesa más que los millones que respaldan a AMLO y de los que él se ufana. En todo caso, la visita no es pues una cuerda floja donde se puede ganar o perder; parece más un salto al vacío con pérdidas netas. Pero el presidente se siente obligado a ir ante la exigencia del único personaje a quien no se atreve a decir que no. El belicismo de AMLO y sus plumas frente a EU cuando estaban en la oposición, de pronto se tornó en la pasiva abnegación que tanto condenaban.

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