Ricardo Castillo Barrientos
Cual circulo vicioso, la ciudad de Chilpancingo vive inmersa en una imparable espiral de violencia que no tiene fin, manteniendo a la inerme población en la zozobra que observa aterrorizada la cruenta disputa de territorios y negocios entre los grupos criminales de “Los Ardillos” y “Los Tlacos”, empoderados de la capital del estado.
Ayer domingo, fue incendiado un autobús de la ruta Colotlipa-Chilpancingo y una combi Urban del transporte local, con pasajeros arriba, sufriendo quemaduras una anciana, su nieta de ocho años, una niña de nueve años y una persona más. Este tipo de sucesos se vienen registrando cíclicamente desde hace 10 años, sin que hasta la fecha, los cuerpos de seguridad pública logren frenar la serie de ilícitos violentos que muchas veces culminan en homicidios.
El último suceso ocasionó la inmediata suspensión del transporte urbano, -combis y taxis- pues los choferes no quisieron arriesgar la integridad física, temerosos a sufrir algún ataque de cualquiera de los bandos confrontados a muerte. Los usuarios del transporte público, una vez más, tuvieron que caminar largas distancias para llegar a sus hogares.
El gobierno municipal emitió un comunicado donde informa que “con antelación se había notificado a los órdenes de gobierno, federal y estatal, sobre la posibilidad de un brote de violencia en la capital”, deslindándose de toda responsabilidad, al tiempo de exigir a la presidenta Claudia Sheinbaum y a Omar García Harfuch, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana. “brinden el respaldo necesario y fortalezcan las acciones encaminadas a garantizar la seguridad y la paz que la ciudadanía merece”.
El Ayuntamiento capitalino se ha visto rebasado desde siempre, con una policía municipal inoperante en la prevención del delito, tarea incumplida de forma permanente, ni siquiera realizan rondines como es obligación. Apenas se logran divisar algunos patrullajes y retenes de la Policía del Estado, pues también la Guardia Nacional brilla por su ausencia y solo hacen acto de presencia después de la comisión de delitos.
Mientras en el puerto de Acapulco, las fuerzas armadas y seguridad pública han asestado certeros golpes al crimen organizados, con decenas de detenciones de generadores de violencia, principalmente del grupo “Los Rusos”, en el mercado central y en colonias populares.
En Chilpancingo por su dimensión territorial, se facilitaría un mejor control para inhibir la violencia criminal que repercute directamente en la población de todas las edades como víctimas colaterales.
De poco ha servido la instalación de los cuarteles de la Guardia Nacional en el Valle del Ocotito y en la localidad de Petaquillas, porque hasta la fecha no se han visto resultados productivos en la disminución de la violencia; deberían modificar la estrategia para un combate efectivo contra los grupos criminales predominantes en la capital del estado; requiriéndose la atención directa de la presidenta Sheinbaum, García Harfuch y la gobernado Evelyn Salgado.
