Contener la violencia

La violencia en todas sus modalidades, se ha dicho en múltiples formas, constituye uno de los signos de nuestra sociedad. Y la estadística demuestra que, lejos de estar siendo contenida, va en incremento o, cuando menos, que hoy existe una cultura de la denuncia que va en aumento.

Todas las formas de violencia deben preocuparnos y ocuparnos, desde luego. Pero la violencia ejercida en contra de quienes son más vulnerables necesariamente debe ocuparnos más porque se trata de una manifestación de abuso que debemos erradicar.

¿Qué estamos haciendo para lograrlo? ¿Qué estrategias estamos instrumentando como sociedad para visibilizar el problema y atenderlo de manera eficaz? O quizá deberíamos preguntarnos ¿qué es lo que no estamos haciendo?, ¿qué es lo que nos falta por hacer?

De acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), entre enero y agosto de este año se incrementó en 9 por ciento el número de llamadas para denunciar violencia específica contra la mujer, abuso sexual, acoso u hostigamiento, actos de violación, violencia de pareja y violencia en las familias.

Estamos hablando de un promedio de 150 llamadas diarias, es decir, una cada 10 minutos aproximadamente. ¿Qué dicen estas cifras de nosotros como comunidad? ¿Qué dicen de nuestra cultura y de los valores que individual y colectivamente practicamos?

No estamos aquí ante cifras de carácter anecdótico. Estamos ante el retrato de conductas delictivas cometidas a gran escala. Porque conductas como el abuso sexual, el acoso, el hostigamiento, la violación o la violencia física constituyen delitos tipificados en nuestro Código Penal.

Se trata de conductas para las cuales existen castigos específicos que claramente no están sirviendo de disuasores eficaces para impedir que ocurran. Decir lo anterior es necesario porque lo importante no es castigar a quien incurre en dichas conductas, sino evitar que ocurran.

Es necesario, desde luego, que cuando estos hechos infortunadamente se registren, las víctimas tengan la confianza para denunciarlos y se encuentren con una autoridad diligente y eficaz que investigue los hechos, integre el caso respectivo y lo lleve ante un juez para imponer la sanción correspondiente.

Pero lo deseable no es eso, sino que la cultura de nuestra sociedad se transforme de manera que resulte inaceptable para cualquiera el ejecutar tales actos. Mejor aún: lo deseable será que nadie considere siquiera la posibilidad de incurrir en ellos porque esté convencido de que se trata de conductas impropias de individuos civilizados.

Esa debe ser la meta y a lograrla deberíamos orientar todas nuestras energías. Para que la siguiente vez que revisemos el indicador veamos que el número de denuncias disminuye y estemos ciertos de que no es porque se esté denunciando menos, sino porque realmente está dejando de ocurrir.

ESTRICTAMENTE PERSONAL

El último narc

Raymundo Riva Palacio

A principio de los años 80, el presidente Ronald Reagan estaba empeñado en derrocar al gobierno sandinista en Nicaragua. Su primer instinto fue una invasión, pero luego de consultas con varios países latinoamericanos donde no encontró el apoyo para hacerlo, decidió hacer su propia guerra, como lo había hecho décadas antes en Guatemala. En el Capitolio lo frenaron, y por iniciativa del diputado de Massachusetts, Edward Boland, se enmendó el presupuesto de 1982 que limitaba la asistencia a los contras en Nicaragua a sólo asistencia humanitaria. La llamada Enmienda Boland impedía que Estados Unidos financiera una guerra. 

La Casa Blanca y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) decidieron, por la vía clandestina, financiar la guerra. La logística incluyó la participación del Cártel de Guadalajara y de la Dirección Federal de Seguridad, que dependía de Manuel Bartlett, en ese entonces secretario de Gobernación, y el territorio mexicano sirvió como la ruta de abastecimiento de armas a los contras, a cambio de cerrar los ojos al tráfico de drogas. Ese manejo ilegal de dos gobiernos con el narcotráfico, causó el asesinato de Manuel Buendía, el principal columnista político en el último medio siglo en 1983, y el de Enrique Camarena Salazar, el agente de la DEA en 1985.

Esta historia siniestra y de complicidades criminales volvió a resurgir al estrenarse la serie de cuatro capítulos en Amazon Prime llamada “The Last Narc”, sobre el asesinato de Camarena Salazar. “The Last Narc” no se debe traducir como “El último Narco”. La palabra “Narc” fue acuñada en la DEA para identificar a los agentes de campo, como era Camarena Salazar, asignado a la oficina de la agencia en Guadalajara, y a quien mandaron matar los entonces jefes del Cártel de Guadalajara, Miguel Ángel Félix Gallardo, aún preso, Ernesto Fonseca, que recuperó su libertad en 2017, y Rafael Caro Quintero, quien por un descuido –por ser lo más generoso- de la vieja PGR, fue liberado en 2013.

“The Last Narc” recuerda la historia contada por varios de sus protagonistas desde hace 20 años, de cómo la CIA, en complicidad con el gobierno mexicano y el Cártel de Guadalajara, tuvo en México un centro de entrenamiento y logística para los contras nicaragüenses, en un rancho en Veracruz. Paradójicamente, cuando preparaba la invasión a Guatemala en 1954, la CIA entrenó mercenarios en un rancho en Los Tuxtlas, también en Veracruz. Las armas para los contras llegaban por México procedentes de Irán y de los depósitos de la OTAN, que transportaba el Cártel de Guadalajara de Estados Unidos hasta entregarlos a contratistas de la CIA en Centroamérica, para evitar que hubiera rastros del involucramiento del gobierno de Reagan en violación de la Enmienda Boland.  

Lo hicieron con el apoyo del gobierno mexicano, en particular del secretario Bartlett y la Dirección Federal de Seguridad, que trabajaba con la CIA. Rogelio Hernández, un periodista de investigación, publicó en aquellos años en Excélsior, algunos detalles que en ese entonces parecían fragmentados, de cómo varios agentes e la DFS introducían droga en pipas del sindicato petrolero por las fronteras de Tamaulipas, donde las aduanas estadounidenses se abrían sin problema, y regresaban con armas. En pláticas semanas antes de que lo asesinaran, Buendía comentaba la ruta de Tamaulipas a Guadalajara y de la capital tapatía a la frontera con Guatemala, donde el Cártel de Guadalajara jugaba de protagonista. Tampoco sabía en ese entonces que todo ello correspondía a lo que pocos años después se conoció como el Irán-Contras.

“The Last Narc” no revela casi nada, pero refresca la memoria de las imputaciones que la CIA tuvo un papel central en el asesinato de Camarena Salazar, de quien temían iba a descubrir el entramado clandestino. La CIA, que no suele opinar sobre estos temas, siempre lo ha negado. La serie no es objetiva ni equilibrada, al apoyarse completamente en las afirmaciones de Héctor Berrellez, quien estuvo a cargo en un principio de la investigación del asesinato, y que gradualmente fue encontrando, para su sorpresa, el involucramiento de la CIA.

Todo fue, sin embargo, de oídas, sin pruebas documentales. Bartlett jugaba un papel central como miembro del crimen organizado, según un testigo de Berrellez, Víctor Lawrence Harrison, que manejaba las comunicaciones del Cártel de Guadalajara, que acusó al entonces secretario de Gobernación y hoy director de la Comisión Federal de Electricidad, y a los entonces jefes de la DFS, de vinculaciones con el crimen organizado. Un juez en Los Angeles censuró el testimonio de Harrison en el juicio de Camarena, luego que llegara a un acuerdo con el gobierno de Estados Unidos para eliminara su acusación a cambio de inmunidad.

El conflicto entre la DEA y la CIA no era nuevo, y se alimentaba de objetivos distintos. La primera era policía, mientras la segunda atendía los asuntos de interés para la seguridad estadounidense. Chocaron en Colombia y Panamá, donde la DEA ganó la batalla al lograr el asesinato de Pablo Escobar y la captura de Manuel Antonio Noriega, que estaban en la nómina de la CIA. La perdieron en Honduras, donde la CIA organizó y armó a los contras. Y perdió en México con el asesinato de Camarena Salazar. La dinámica de confrontación se daba en los diferentes campos de batalla donde sus metas eran excluyentes.

“The Last Narc” nos estrella en la cara que este pasaje siniestro en la historia de la Guerra Fría en nuestra región, no lo hemos discutido debidamente. Bartlett es el mejor ejemplo, y sigue siendo poderoso y arropado por la impunidad. Pero él es sólo una pieza. El Estado Mexicano no ha aireado lo que fuimos y lo que somos, donde por años los gobiernos, incluido el actual, no han querido abrir esa puerta. Quizás, porque todos saben que son culpables de algo y no quieren que se sepa. Mejor el olvido, que rendir cuentas.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx

twitter: @rivapa

SOS COSTA GRANDE

 (Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

La influenza es una enfermedad infecciosa que se comporta de una manera muy semejante al Covid-19, pues las personas presentan fiebre, tos, dolor de garganta y dolor en músculos y articulaciones.

En el mes de octubre, estimado lector (o sea, mañana jueves), comienza la temporada de influenza, que se extiende hasta por 6 meses, aprovechando el inicio de la época de frío.

La recomendación que está dando la Secretaría de Salud federal es que sean vacunados contra la influenza los adultos mayores, embarazadas y menores de edad, pues se trata de un padecimiento que también provoca neumonía, pero para el cual, afortunadamente, ya hay una vacuna.

Lamentablemente, las autoridades locales no han anunciado si las vacunas ya están disponibles en los centros de salud, o en los hospitales regionales y comunitarios. Pero por la situación de emergencia que se tiene por la pandemia de Covid-19, y por las similitudes con los síntomas, vale más que actuemos antes de tiempo, para por lo menos descartar la influenza entre la población vulnerable, y que no se vayan a perder vidas por la confusión con los síntomas.

Recuerden que cuando comenzó el Covid-19 en nuestro medio, los médicos lo diagnosticaban como dengue, o como fiebre tifoidea -sobre todo aquellos cuadros donde la diarrea era el principal síntoma- y mucha gente es agravó a partir de estos diagnósticos confusos.

Por otra parte, hay que entender que mientras las lluvias persistan (el ciclo de lluvias abarca el mes de octubre), todavía estamos en época de dengue, y de ahí que tanto las familias como los médicos en general, deban estar alertas acerca de los síntomas, tratando de descartar qué es Covid, qué es influenza y qué es dengue.

De verdad que todo parece complicarse, y por lo tanto la disciplina en el cumplimiento de las normas de control e higiene del Covid-19 no deben relajarse.

Desafortunadamente, la gente ya bajó la guardia. Nos enteramos de personas que han muerto por Covid-19 y aún así, en lugar de que los familiares los velen el tiempo reglamentario, hacen las velaciones de manera tradicional, con música de viento, aglomeración de personas y todo el rito. Lo único que cambió la iglesia católica, por cierto, es que ahora la misa de muertos la hacen vía internet, mediante alguna de las aplicaciones disponibles para ministrar a los difuntos por computadora o pantalla, lo cual es una buena medida, que viene a resolver la necesidad de las personas porque sus familiares muertos reciban los sacramentos mortuorios, como por la protección de los párrocos, a los que no les ha ido nada bien con el Covid-19, pues varios ya han fallecido por esta enfermedad.

El gobernador Héctor Astudillo volvió a hacer hincapié en el uso del cubrebocas. Día con día, el mandatario estatal ha estado haciendo un llamado a la población para que se proteja. Desafortunadamente, también hay que decirlo, se lee en los medios cómo gente de la política ha estado haciendo fiestas y francachelas. Por ejemplo, leíamos que, en Ometepec, con el pretexto de una fiesta religiosa, en este mes de septiembre fueron inevitables las borracheras y las aglomeraciones con el pretexto de los rezos, en torno a una fiesta que saca la Danza del Toro de Petate. Hubo videos de una trifulca que se armó en las calles del centro de la ciudad, donde desde temprano la gente comenzó a beber, hasta que todo terminó en golpes.

Y este domingo, los mayordomos de la fiesta fueron a entregar al toro a los que harán el festejo para el siguiente año. Pero resulta que el que recibió la mayordomía es nada más y nada menos que el ¡regidor de Salud del municipio!, junto con su padre, un líder ganadero. Lo más grave es que el presidente municipal envió al director de Reglamentos para pedirles que se suspendiera esa reunión, pero el sujeto, quien por cierto es del PRI, no quiso y siguió con su fiesta. Y, para colmo, al reportero que estuvo cubriendo ese desfiguro le dijeron que “por eso amanecen muertos los periodistas”.

Lamentable suceso. Y como estos, hay muchos más que contar en el estado. Por lo tanto, el gobernador y los presidentes municipales deben ser mucho más estrictos y por lo menos a sus allegados meterlos en cintura, porque son los que ponen el mal ejemplo. Mínimo un exhorto para ese regidor de parte de los diputados locales, o del Cabildo municipal.

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