(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Como destino turístico, en sus tres costas, la del
Atlántico, Pacífico y El Caribe, irremediablemente queda en medio de varios
fuegos en la batalla contra el coronavirus.
El caso del crucero proveniente de Jamaica, en donde no lo dejaron desembarcar,
y que llegó el miércoles a las costas de Quintana Roo –donde aún permanece-, es
el primero de muchos que el gobierno de México tendrá que enfrentar, pues las
noticias revelan que son varias las embarcaciones que están en altamar y que
comenzaron a notificar de personas con síntomas de enfermedades respiratorias,
que si bien pudieran ser de influenza común o estacional, nadie descarta que se
trate de coronavirus, pues la enfermedad que hasta la semana anterior se
limitaba a personas que habían estado en lugares de contagio, ya ccomenzó a
manifestarse en personas que ni siquiera han salido de su lugar de origen, como
sucedió en Estados Unidos, y esto refleja que la epidemia está avanzando.
Preocupan en este sentido muchas cosas. Primero, que el
presidente de la República tiene una postura humanista en el asunto, pues
considera que es inhumano que miles de personas permanezcan en un barco, sin
permitirles descender a tierra y reunirse con sus familiares.
“Cerrar puertos es inhumano”, dijo el presidente en su
conferencia mañanera de ayer, a propósito del crucero MSC Meraviglia, en el que
viajan 7 mexicanos que hasta ayer al mediodía pedían que el gobierno de este
país los atendiera.
“Si alguien presenta coronavirus, se le atiende”, dijo.
Pero, ¿y los posibles contagios? ¿Y la posible expansión de
la enfermedad en el país? El presidente de la República tendría que darnos a
los mexicanos la mínima seguridad de que se actuará con responsabilidad en
casos como estos, y que seguirá los protocolos sanitarios básicos, como revisar
primero a los pacientes antes de permitir un desembarco generalizado, como
sucedió en Japón la semana anterior, donde después de un mes de mantener un
crucero en cuarentena frente a sus cosas, finalmente se permitió que cada país
repatriara a sus connacionales, y muchos de ellos ya estaban infectados.
¿Qué procedía? En efecto, permitir el desembarco, pero de
manera controlada. En segundo lugar, mantener en observación a todos los
pasajeros, en un área cuarentenada, sin contacto con otras personas, hasta que
se descartara la infección pues recordemos que los virus tienen periodos de
incubación de hasta 7días, tiempo en el cual no presentan ningún síntoma
Eso ha sucedido con gente que viajó a China, y que al volver
a sus países de residencia, comenzaron a enfermar. Los primeros casos en
Estados Unidos, concretamente en Seattle, estado de Washington, fueron así.
Por lo tanto, y siguiendo las recomendaciones de la
Organización Mundial de la Salud (OMS), de la que Juan Ramón de la Fuente es
representante de México, nuestro país está obligado a respetar los protocolos
epidemiológicos, pese a que sea presionado desde dentro para que abra sus
puertos a desembarcos desordenados.
Sin esta mínima atención, lo que se desataría en nuestro
país sería una epidemia de grandes proporciones, como ha sucedido con la
Chikunguña y la Zika, que hicieron estragos en 2015, así como permanentemente
lo es el dengue y la influenza.
Por tratarse de un virus sin vacuna, y desconocido para la
comunidad científica, lo que queda es tomar precauciones y evitar en lo posible
el contagio.
La verdad, sin embargo, es que sabemos muy poco de la
experiencia China, porque por ser un régimen político cerrado, la comunidad
científica no ha tenido acceso al país, y sólo se supo lo que el régimen chino
nos quiso informar.
Es en el exterior, de donde ha salido más información que
nos permite conocer el comportamiento del virus y sus formas de contagio.
Por ejemplo, ahora sabemos que no sólo se transmite mediante
las gotas de saliva y estornudos, sino que también se transmite por vía fecal y
sanguínea. Que el virus sobrevive largo tiempo en superficies contaminadas, y
que una persona lo adquiere no sólo al respirar gotas de saliva y de secreciones
contaminadas, sino también al tocar objetos expuestos, y al tocarse nariz, boca
y ojos.
La higiene permanente parece ser la respuesta inmediata,
pero lo que preocupa es qué hacer con el sistema de salud, que en México está
desvencijado, sin medicinas, y con una comunidad médica y de enfermería
bastante desprotegida.