Editorial

Falsas promesas, nuevas expectativas

Un nuevo año siempre genera expectativas, la incertidumbre del futuro permite echar a volar la imaginación. Identificar aquello que debería cambiar, lo que quisiéramos que se quede y aquello que, definitivamente, no puede volver a suceder.

En materia de libertad de expresión, en 2019 había una gran expectativa de cambios estructurales en el país. No tanto por ser un nuevo año, sino por un nuevo Gobierno y porque el anterior había representado una amenaza real y directa para la prensa y para una sociedad que buscaba información.

No obstante, en 2019 los cambios en materia de seguridad para las y los periodistas no fueron perceptibles. Por el contrario, la violencia mantuvo el incremento constante que habíamos documentado en los últimos seis años y al menos 10 periodistas fueron asesinados por hacer su trabajo. También, estados donde anteriormente no habíamos registrado tanta violencia, como Quintana Roo y Guanajuato, se convirtieron en espacios despiadados para hacer periodismo.

Por su parte, las promesas de un cambio en materia de la asignación de la publicidad oficial se quedaron muy cortas. El gasto, como era asignado anteriormente, daba lugar al abuso indiscriminado del presupuesto público, la censura y la sobreexposición mediática de funcionarios que pagaban y esperaban a cambio el ensalzamiento público.

En este sentido, si bien hubo una reducción del gasto y, aparentemente, se eliminaron los pagos directos a ciertos periodistas, sigue sin haber claridad sobre los criterios de asignación del presupuesto a los distintos medios de comunicación y ahora hay menos transparencia (la llamada Ley Chayote sigue vigente). Tampoco podemos decir que los funcionarios públicos han reducido su exposición a los medios. En particular, el Presidente nunca antes había tenido tanta como ahora con “las mañaneras”, que por cierto, no sabemos cuánto nos cuentan. En este sentido, “los cambios a medias” han generado impactos severos en contra del eslabón más débil que, por supuesto, no es ni la autoridad ni los dueños de los medios, si no las y los reporteros que han sido despedidos sin más, aumentando la precariedad a la que se enfrentan ya de por sí.

En el ámbito institucional, el Mecanismo de Protección a Periodistas y personas Defensoras de Derechos Humanos se sujetó a un diagnóstico profundo por parte de la oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, que derivó en más de 100 recomendaciones. A lo largo del año la eficacia y sostenibilidad del Mecanismo se vieron cuestionadas ante las nuevas políticas de austeridad, la capacidad real de colaboración con la Policía Federal para otorgar las medidas de protección y los asesinatos de periodistas y personas defensoras que gozaban de “protección”.

Por su parte, si bien en las letras cambió la naturaleza y estructura de la Fiscalía General de la República (antes Procuraduría), en los hechos ha sido lo mismo. Los responsables de las agresiones siguen gozando de las canonjías que otorga la impunidad. Hasta la fecha no podemos decir que existe un revire en el acceso a la justicia en materia de las agresiones en contra de la libertad de expresión y esto, en definitiva, puede catapultar la promesa de más seguridad y por lo tanto más libertad para ejercer el periodismo.

SOS COSTA GRANDE

 (Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

Por fin, la Asociación de Secretarios de Turismo de México (ASETUR), puso en marcha un plan preventivo ante la amenaza que representa el eventual arribo del coronavirus al país.

Apenas este lunes, a 5 días de que la OMS declaró alerta mundial por el coronavirus de Wuhan, China, que ya se expandió a más de 20 países, los encargados de la promoción y del desarrollo turístico de México se reunieron para tomar decisiones al respecto.

No obstante los riesgos que nuestro país muestra, por ser una potencia turística, y por tener relaciones comerciales con los países del lejano Oriente, parece que las autoridades de este país ni sudan ni se abochornan, ante lo que será inevitablemente una pandemia.

Cuando hablamos de pandemia, nos referimos a una enfermedad que va más allá de un brote o de una epidemia, y que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región, como está sucediendo en China, donde ayer se notificaban cerca de 20 mil infectados y más de 300 muertes.

A los familiares de las víctimas del coronavirus, por cierto, ni siquiera se les está dando la opción de velar a sus difuntos, sino que por orden del gobierno estos son incinerados irremediablemente.

Así de grave es la situación. Y lo peor es que se están divulgando el resultado de una investigación realizada por infectólogos de India, en la que señala que el coronavirus de China tiene muestras de que es en realidad una recombinación con el VIH, virus que provoca el SIDA, lo cual señalan que su aparición y propagación no fue algo fortuito, sino que fue algo creado en un laboratorio con fines de ser usado como arma biológica.

Aunque de esto, desde luego, no hay mucho en los medios formales, tarde o temprano los expertos tendrán que explicar cómo y cuándo surgió este virus, que vino a sorprendernos en el inicio de este año 2020.

Entre tanto, China llegó al límite de su capacidad de atención a las víctimas, pues aunque ya construyó un hospital y está en proceso otro, se le agotan las reservas de máscaras y equipo de aislamiento, por lo cual está pidiendo ayuda a todas las naciones.

Y eso también nos muestra la gravedad del problema, y nos permite discernir que no se nos está informando toda la verdad.

Por lo tanto, es urgente que nuestro país tome medidas contundentes de control, como lo están haciendo países como Estados Unidos y Francia, quienes están cuarentenando a todo visitante que llega desde China, sobre todo si estuvieron en la provincia de Wuhan.

Frente al titular de Turismo, Miguel Torruco Marqués, los secretarios del ramo en los estados coincidieron en que se debe establecer un protocolo general para todo el país, en el que también participen los prestadores de servicios turísticos, agencias de viajes, líneas aéreas y navieras, pero sin causar pánico.

La verdad que en ocasiones coincidimos en que el pánico es innecesario, pero la experiencia demuestra que sólo ante el miedo la gente actúa. Cuando surgió el cólera a inicios de a los años 90 en el país, el miedo a la muerte arregló muchos problemas que tenía este país, como el regar frutas y verduras con aguas negras, pero también que la gente no tenía un control adecuado de estos productos en sus hogares.

Incluso, recordamos que por aquella época podíamos beber agua de la llave directamente, sin tener que hervirla. Fue en aquella época cuando se recomendó comprar agua purificada, y entonces proliferaron las empresas purificadoras del vital líquido, propio para consumo humano.

En los ranchos la gente comenzó a construir sus letrinas y a dejar de defecar al aire libre.

Y todo eso se consiguió en cuestión de meses, tan sólo por el temor al cólera.

Hoy, la gente debe ir haciendo conciencia de los síntomas del coronavirus, y una vez que se detecte el primer caso en este país (ayer se tenía otro caso sospechoso en Jalisco), entonces todos comenzar a ser parte de la solución, en lugar de ser parte del problema.

Ante cualquier síntoma, la gente debe actuar y dejar de automedicarse.

Los controles son necesarios, pero lo son más los hábitos preventivos. Estos hacen la diferencia entre un brote, una epidemia y una pandemia.

En tanto no haya una vacuna contra el coronavirus de China, todo lo que hagamos al respecto queda pequeño, pues todavía no se conoce la magnitud de la infestación.

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