(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Conforme avanza el tiempo, a través de las redes sociales,
porque son medios gratuitos y no están regulados por los órganos electorales,
los aspirantes comienzan a desplegar sus campañas electorales. No es que
posteen algún mensaje o video y lo compartan entre sus contactos. No. Ellos
están montándose en redes, sobre todo en Facebook, pero contratando publicidad.
De hecho así se lee en sus publicaciones, se plantea como publicidad y, por lo
tanto, debe verse como tal y regularse.
Y es que los órganos electorales y la ley en la materia
dejaron esa manga tan ancha a favor de la clase política, que las están usando
de lo lindo, a sus anchas, a sabiendas de que no se le toma como propaganda y no
se les fiscaliza tampoco.
Además, por si fuera poco, todo lo que hagan mediante redes
sociales, aunque sea campaña, no les cuenta como campaña anticipada, aunque lo
sea.
En ese tenor, los legisladores nos están quedando a deber,
tanto a los ciudadanos de a pie como a los medios de comunicación
tradicionales, los que sí generamos empleos en este jodido estado, los que sí
comunicamos, informamos y sostenemos plataformas cada vez más costosas.
En otros tiempos, los políticos comenzaban a tender sus
redes de información desde el primer día del año pre-electoral, pero tomando en
cuenta a medios impresos, televisoras y radios. Hoy, en cambio, pretenden que
les publiquemos nomás por su linda cara, como si no costaran los insumos para
impresión.
La mala noticia para ellos es que las redes sociales, aunque
son escandalosas, no siempre tienen el efecto deseado. En muchos casos actúan
en contra, tienen un efecto bumerang, porque la gente opina de manera directa,
y no siempre tienen opiniones favorables. Además, tales mensajes son como
llamaradas que se encienden y se apagan al paso de las horas, si es que llegan
a llamar la atención. De lo contrario, pasan inadvertidas y entonces el que se
anunció tiene la idea de que lo vio mucha gente, de que su mensaje se multiplicó
realmente, pero es mentira.
La inmediatez es buena, pero también tiene factores en
contra, porque cada nota tiene que competir con los miles de miles de mensajes
que cada miembro de la red recibe. Difícilmente un internauta se acordará de lo
que se les compartió ayer o antier, porque las redes –como su nombre lo
indica-, son sociales. Nacieron para que la gente esté en contacto con sus
amigos y familiares, y solamente un sector muy pequeño se interesa en noticias,
y mucho menos en la clase política.
Los que se informan, además, dudan de lo que se postea si no
viene de un medio formal. No se han dado cuenta los políticos que la gente que
gusta informarse sigue a los sitios formales, los sitios oficiales de los
medios de comunicación.
Y, finalmente, están los que no usan redes sociales, no les
gustan y prefieren vivir sin ella. Y además están los grandes conglomerados de
gente que vive en el medio rural, sin acceso a internet, y que suelen todavía
informarse por la radio, la televisión y los periódicos, si es que les llegan a
sus pueblos.
Visto así, las rede sociales no son la panacea para nadie,
ni en materia de publicidad, ni en materia de propaganda política. Ayudan, pero
no lo son todo. Son herramientas de apoyo en materia de comunicación, pero no
vienen a sustituir a los medios, que siguen teniendo sus sitios oficiales,
aunque usen las redes para ampliar su rango de influencia.
Es posible que en el futuro próximo, la Internet obligue a
los medios a ser digitales. Se dejarán de imprimir y pasarán a ser digitales,
pero una cosa es usar la Internet, y otra cosa es vivir en y de las redes
sociales. No confundir, por favor. Las redes no sustituyen a los medios. Al
contrario, se alimentan de ellos.
Y hablando de costos publicitarios, tarde o temprano la
propaganda política en redes también tendrá que ser regulada. Porque no es
gratis ¿eh? Para nada. Tiene un costo y eso deben tomar en cuenta los órganos
electorales del país y de los estados.