ESTRICTAMENTE PERSONAL

La (nueva) Iniciativa Mérida

Raymundo Riva Palacio

La ignorancia ha sido tóxica para el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Pero cuando se combina con la negligencia, puede tener un efecto multiplicador. Esto quedó de manifiesto –aún falta ver las totalidad de sus consecuencias-, en la forma como la Secretaría de Comunicaciones y Transportes está llevando a cabo negociaciones con sus contrapartes de Estados Unidos para enfrentar al narcotráfico y el terrorismo, sin que parezcan entender que al dejar abierta su puerta, el gobierno mexicano va corriendo a ser sometido para que como en el pasado no muy lejano, la política de seguridad sea dirigida desde Washington. La SCT, es lo que no comprenden en el gobierno, es el gran hoyo en materia de seguridad que quieren tapar los estadounidense y quieren taparlo a costa de lo que sea.

La dejadez irresponsable, derivada de esa incapacidad crónica del gobierno para pensar en términos estratégicos, se reveló ante los ojos de todos, aunque casi nadie lo vio, el 15 de enero pasado, cuando el embajador Christopher Landau celebró con el director general de la Agencia Federal de Aviación Civil, Rodrigo Vázquez Colmenares, la inauguración de un proyecto de seguridad aeroportuaria para el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, “con la finalidad de detectar y prevenir cualquier amenaza o situación ilícita en los puntos de revisión de ambas terminales”. Fue de 15 millones de dólares, según funcionarios mexicanos, pero esa inversión viene acompañada de toda una serie de pasos para poner en marcha una nueva Iniciativa Mérida, pero ajustada unilateralmente a los intereses del gobierno de Estados Unidos.

En ese evento, Landau esperaba ver a funcionarios de mayor nivel, pero nadie acudió. El secretario Javier Jiménez Espriú, ni siquiera informó a la Embajada de Estados Unidos que no asistiría, y tampoco fue ningún subsecretario. El desinterés no ayuda a los negociadores mexicanos. De hecho, ese apoyo tecnológico es el primer paso en firme de la nueva Iniciativa Mérida, ante la creciente preocupación del trasiego de drogas –en particular el fentalino- por esa coladera del crimen que es el aeropuerto “Benito Juárez”, y del terrorismo, que ante la inexistente estrategia de seguridad del gobierno, se fortalece cada vez más la idea de México como un riesgo para la seguridad nacional estadounidense.

La intervención estadounidense en la Secretaria de Comunicaciones y Transportes comenzó el 10 de diciembre pasado, al instalarse 24 equipos de Tecnología de Imagen Avanzada para escanear de cuerpo completo a los viajantes, mediante un escaneo de cuerpo completo con tecnología térmica. “El aseguramiento de nuestra frontera en común y el fortalecimiento del Estado de Derecho se han convertido en el punto de convergencia para nuestra cooperación en el combate a las organizaciones criminales transnacionales”, dijo Landau. Sobre todo, porque con más de 120 vuelos diarios, México es el país que más viajes realiza diariamente a Estados Unidos.

Los nuevos equipos con tecnología de punta se enmarcan en las presiones que ha incrementado el presidente Donald Trump sobre México desde el culiacanazo el 17 de octubre pasado, que incluye que se permita a agentes federales y migratorios de ese país puedan trabajar a la par de los mexicanos en la revisión de los pasajeros en vuelos a Estados Unidos, que ha sido un deseo de Washington desde hace años. La diferencia es que lo que buscan no es sólo un proceso donde los trámites de entrada a ese país se hagan en México, como sucede en Canadá, sino que con la inclusión de otros agentes federales, el objetivo central no sea agilizar trámites migratorios, sino establecer un primer control de seguridad en aeropuertos mexicanos.

El aire no es lo único que les preocupa a los estadounidenses, y por eso lograron a través de las presiones del procurador general, William Barr, que el presidente Andrés Manuel López Obrador rectificara la decisión de relegar a la Marina del combate al narcotráfico, derivada de “la cercanía”, describían sus colaboradores, con los servicios de inteligencia de ese país. La Marina fue incorporada al combate al narcotráfico por el presidente Felipe Calderón en 2009, y en la actual administración fue marginada hasta que Barr obligó al cambio de órdenes. Ahora, la Marina se encarga junto con la DEA de una parte de los cárteles mexicanos.

La Marina ya está operando en México contra el crimen organizado, pero los estadounidenses quieren aumentar su participación. Ahora quieren que la Marina Mercante, que se encarga de la navegación comercial y turística, pase a ser controlada por la Marina, y deje de serlo por la Coordinación de Puertos y Marina Mercante de la SCT, como actualmente sucede. Sus razones son claras. Sus servicios de inteligencia detectaron grandes volúmenes de trasiego de fentanilo por los puertos mexicanos y desde mayo pasado aumentaron sus preocupaciones porque el gobierno de China, donde se fabrica la mayor parte de los precursores para el fentanilo, prohibieron su producción, y creen que los laboratorios de esa droga letal chinos se trasladen a México.

Jiménez Espriú no está de acuerdo con ello, pero la argumentación es que la Marina Mercante no hizo su trabajo. No es lo único dentro de ese sector. Estados Unidos también quiere supervisar Correos y que se homologuen los procesos y la documentación para las cargas y llegadas de todo tipo de producto a México. El correo mexicano ha sido de interés creciente para los estadounidenses por el desorden en el que se encuentra el Servicio de Correos, argumentan, donde han descuidado los procedimientos, entran drogas y eventualmente insumos para terroristas. Es decir, la misma historia desde que arrancó el gobierno de López Obrador. Ahora es la SCT, como un ejemplo más de la laxa política contra el crimen, detonador de la fuerte reacción y presión de Estados Unidos.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx

twitter: @rivapa

SOS COSTA GRANDE

 (Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

Contra todo pronóstico, pues se esperaba que se cumpliera el plan de Yeidckol Polevsnky para mantenerse en la presidencia nacional de Morena hasta nuevo aviso, este domingo Bertha Luján, la líder del Consejo Nacional del partido lópezobradorista, y quien también aspira a dirigirlo, logró el quorum legal que se necesita para expulsar a la presidenta del comité ejecutivo nacional de Morena.

En su lugar, hacia las 8:00 de la noche de este domingo, fue nombrado el diputado federal Alfonso Ramírez Cuéllar, como presidente del CEN de Morena, en sustitución de Yeidckol Polevnsky y en ausencia de ésta.

Sin embargo, será el Tribunal Electoral quien decidirá si este Congreso fue válido o no, toda vez que la convocatoria ya tiene 15 impugnaciones de diversos morenistas.

De ser validado, Ramírez Cuellar tendría 4 meses para actualizar el padrón, convocar a elecciones distritales, estatales y Congreso Nacional Ordinario, que elegirá a la nueva dirigencia nacional.

Los consejeros de Morena habían aceptado desde la convocatoria el planteamiento de Bertha Luján para rescatar el partido y recuperar el camino estatutario que debe regir en todo instituto político, sin lo cual se cae en los sectarismos y cacicazgos que operan en el resto de los partidos.

Pero la gran ausente en esa reunión fue la dirigente nacional, Yeidckol Polevnsky, quien es secretaria general en funciones de presidenta, la cual maniobró el año pasado para reventar la elección interna, además de que no pudo presentar un padrón confiable, sin lo cual quedaría en duda el proceso y limitaría los derechos de todos los morenistas.

El Congreso Nacional Extraordinario de Morena se realizó este domingo en la Sala de Armas, en la alcaldía de Iztacalco. Por estatuto, se requería la asistencia de al menos una tercera parte de los consejos estatales y la mayoría de los consejos nacionales, para tomar decisiones.

En su intervención, Luján expuso: “Es hora de recuperar el camino estatutario y los órganos de decisión”, al tiempo en que añadió que la ausencia de Polevnsky en el VI Congreso Nacional Extraordinario es un “mal mensaje para Morena y para el país”.

Acto seguido, se mencionó a Ramírez Cuéllar como única propuesta para encabezar la presidencia interina del partido, en cuyo contexto Polevnsky seguiría siendo la secretaría general, hasta la elección interna.

Ramírez Cuellar tomó la palabra para agradecer su inclusión y dijo que será una oportunidad para lograr la unidad; pidió el voto de los congresistas para encabezar el periodo de transición y dijo que pedirá licencia en la mesa directiva de la Cámara de Diputados, para cumplir con esta encomienda.

Decíamos, sin embargo, que no está todo dicho hasta el momento, pues sin duda los que están a favor de Polevnsky acudirán al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, pues hay 15 impugnaciones.

Bertha Luján dijo ayer que el Congreso es válido, que la decisión de los consejeros también es válida y por lo tanto debe ser respetada, y que las impugnaciones nos prosperarán.

Denunció que hay 3 personajes dentro del partido que están decididos a apoderarse de la vida institucional, en desprecio de sus órganos de gobierno, como el propio Consejo Nacional, pero les advirtió que no prosperarán.

Con esto, amable lector, Morena queda formalmente dividida. Hubo encendidos abucheos contra Polevnsky, quien ocupa la dirigencia del partido desde 2017, y cuyo periodo concluyó el año pasado. Las elecciones, recordemos, debieron realizarse en noviembre, pero el proceso fue cochineado y manoseado, para prolongar la permanencia de Polevnsky.

Aunque, hay que decir que el problema de este divisionismo radica en que no hay diferencia entre los que dirigen y los que aspiran, pues tanto Berta Luján como Yeidkcol Polevnsky se anotaron como candidatas, siendo representantes de dos importantes órganos de gobierno.

Los otros dos fueron el diputado federal Mario Delgado y Alejandro Rojas Díaz-Durán, gente del senador Ricardo Monreal, quien fue el que impugnó la elección de noviembre por sus irregularidades, logrando echar abajo el proceso, hasta que el partido presente su padrón debidamente acreditado, entre otros requisitos.

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