ESTRICTAMENTE PERSONAL

¡Qué vergüenza!

Raymundo Riva Palacio

Rosario Piedra Ibarra rindió su primer informe de actividades como presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos ante el pleno de la Comisión Permanente. Morena, el partido en el poder que la impuso en el cargo, no se cansó de aplaudir. La oposición, de protestar. La activista dijo que el modelo de derechos humanos creado hace 20 años, está agotado y debe cambiar. ¿Para dónde va? Para lo que quiere su patrón, el presidente: acabar con la CNDH, parte de las reformas democráticas de segunda generación, y que los derechos humanos regresen a la tutela del Ejecutivo. De esta forma, la defensa de las garantías será discrecional, limitada y perjudicial para la nación.

La comparecencia de Piedra Ibarra es una vergüenza para la democracia mexicana, y uno de los emblemas del nuevo México que se construye a partir del cinismo, la ignorancia, la incompetencia y la soberbia. Las cuatro categorías definen a la presidenta de la CNDH, incapaz de articular un discurso propio, y que repite como merolico los postulados presidenciales. Lo más importante para ella, según sus jerarquías, es apegarse a la “austeridad republicana”, disminuyendo presupuestos y eliminando herramientas de trabajo, como teléfonos celulares y automóviles blindados. Piedra Ibarra dijo que eran automóviles de lujo, acomodándose a la narrativa oficial, pero mostrando lo primitivo de su pensamiento.

Hablar de ello no es lo de menos. El blindaje, como los bonos y estímulos que también eliminó, eran proporcionados a un grupo de funcionarios de la CNDH porque, en la primera instancia, era la única defensa frente a atentados; en la segunda, como compensación porque diariamente se jugaban la vida. Ni ella ni su equipo requiere de ello, porque la defensa de los derechos humanos es cosa del pasado. No necesita medidas de protección para minimizar los altos riesgos, porque no los va a tomar. Ya lo estamos viendo. No ha hecho nada durante su gestión, salvó desparramar solidaridad con víctimas, sin tomar acciones para ir tras sus victimarios. Las acciones cautelares y las recomendaciones se han ido al mínimo. Pero su analfabetismo legal, en contraste, es inconmensurable.

Hace unos días ordenó la revisión de la recomendación de la CNHD sobre el Caso Ayotzinapa porque, dijo, no existe un método para calificar su estado o nivel de cumplimiento. Piedra Ibarra no está enterada, siquiera, de los asuntos de mayor relevancia que hizo la CNDH durante el último año. La investigación, de acuerdo con cuatro artículos de la normatividad del organismo, está cerrada y concluida, presentó sus recomendaciones -resultado de un trabajo cuyo documento base tiene un millón de páginas- y se ajustó al Reglamento. Las conclusiones fueron reconocidas por la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, y el subsecretario para Derechos Humanos, Alejandro Encinas, quienes dijeron que aportaba elementos importantes para profundizar en una nueva investigación.

Piedra Ibarra se ha convertido en un dique en la vigilancia y protección de los derechos humanos. Desde que llegó al cargo el 12 de noviembre pasado, la CNDH prácticamente se ha paralizado. El momento más notorio quedó evidenciado el miércoles, cuando se presentó al pleno de la Comisión Permanente, y la prensa le preguntó insistentemente su posición sobre la violencia contra los inmigrantes centroamericanos en la frontera con Guatemala. La señora guardó un silencio inexplicable, ignorando repetidamente los cuestionamientos. Después de casi 24 horas, la CNDH emitió un comunicado en donde condenó todo acto de violencia contra los inmigrantes, y exhortó a las autoridades a evitar violaciones a los derechos humanos. No hizo nada más. Los funcionarios de la CNDH en la zona -que aún no han sido purgados por la nueva presidenta-, recabaron las quejas de los inmigrantes, que no fueron suficientes para obligarla a tomar una posición hasta el jueves, tras la andanada de críticas por su mutismo.

Piedra Ibarra es la funcionaria ideal para el presidente Andrés Manuel López Obrador, que se ha dado a la tarea de colonizar los organismos autónomos que servían de contrapeso a los abusos del poder, con personas de capacidad cuestionable, cuyo principal atributo debe ser la subordinación sin pudor. La CNDH, que critica López Obrador como un instrumento inservible, repetido por su empleada, se enfrentó en el pasado al Ejército -en el caso Tlatlaya-, a la Policía Federal -en Tanhuato y Nochixtlán-, y a la Marina, por ejecuciones extrajudiciales, por citar sólo unos cuantos ejemplos, y se había convertido en un observador incómodo del gobierno federal. La llegada de Piedra Ibarra cancela esos trabajos y esos avances que costaron mucho, a muchos.

Es paradójico que Piedra Ibarra, cuyo hermano Jesús fue víctima de los abusos de poder durante la Guerra Sucia en los 70’s, insulte la memoria de quienes optaron por las armas como un método para cambiar el estado de cosas, y repudie con su servilismo la lucha para construir mecanismos a favor de los derechos humanos. Sin embargo, no es ella a quien hay que reclamarle en última instancia; ni siquiera al presidente, a quien los derechos humanos le dan urticaria. Los principales responsables de esta aberración en la democracia mexicana son los senadores, que tuvieron en sus manos impedir que Piedra Ibarra llegara a la CNDH.

¿Qué hicieron? Una marranada. En la votación del 7 de noviembre hubo quórum con 116 senadores, y necesitaba una mayoría calificada de 77, pero como no la alcanzaron, se repitió la votación, sin dos de los senadores iniciales en el pleno, con lo que alcanzaron la mayoría calificada de 76. La votación fue en papeleta, que oculta quién de la oposición, por miedo o componenda, le dio su voto. Ganó la infamia. En ellos descansará la irresponsable destrucción del mecanismo que salvaguardaba las garantías individuales. Piedra Ibarra, mientras tanto, seguirá navegando en el cinismo, característico de la época.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx

twitter: @rivapa

SOS COSTA GRANDE

 (Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

Conforme pasan los días, la psicosis por el nuevo virus de China avanza en el planeta, nuestro país incluido, aumenta. Y la preocupación es real.

Ya hay quienes están diciendo que es un nuevo choro, una nueva estrategia distractora, como la que vivimos en 2009 con el virus AH1N1, que movilizó a todo el mundo y provocó que la Organización Mundial de la Salud declarara alerta global.

Sin embargo, en materia de salud vale más exagerar, que dormirnos en nuestros laureles, porque ya lo vivimos con la Chikunguña en Guerrero, que comenzó en la Costa Chica en 2015, de manera devastadora, pero el gobierno interino de Rogelio Ortega Martínez negó la realidad hasta que le reventó en la nariz, cuando el mal ya estaba hecho, pues familias enteras cayeron víctimas de esa fiebre tropical que transmite el zancudo aedes aegipty, el mismo que transmite el dengue.

En esta ocasión, a las evidencias del coronavirus que hay tanto en China como en otros países del lejano oriente, la OMS está caminando con tiento, y hasta anoche no había emitido ninguna recomendación a los países miembros.

El Comité de Emergencias de la OMS determinó que por ahora el caso del coronavirus de China no constituye una emergencia de salud pública de importancia internacional, pero se reunirán nuevamente en 10 días para evaluar la situación.

Entre tanto, la Secretaría de Salud de México anunció tres casos que están en observación en el estado de Jalisco, y uno más en Morelia. Se trata de personas que estuvieron en China recientemente y que a su llegada al país presentaron un cuadro de gripe, lo cual obliga a realizarles las pruebas correspondientes.

Y anoche, Salud emitió un boletín anunciando un caso más en la Ciudad de México, sospechoso del coronavirus de China. Se trata de un posible caso de coronavirus en la Alcaldía Miguel Hidalgo, el cual se encuentra en proceso.

En una cifra actualizada, la dependencia anunció que a nivel mundial se han reportado 614 casos confirmados y 17 defunciones. En cambio, China aceptó ayer 25 muertos y 830 infectados, así como 1,072 casos bajo sospecha.

En México, de los siete casos sospechosos que surgieron esta semana (2 ya fueron descartados), ninguno se ha confirmado y todos están estables.

Por ahora, en el gigante asiático hay 3 ciudades bajo cuarentena, con 18 millones de personas aisladas y monitoreadas, en un intento por contener la expansión de la enfermedad, sobre todo en estas fechas en que China celebra sus fiestas de año nuevo, y hay una altísima movilización tanto interna como hacia el exterior de chinos.

Japón anunció anoche su segundo caso confirmado de neumonía por el coronavirus de China.

En cuanto a las medidas de precaución, en México a nivel general, sin embargo, no hay nada concreto. Solamente el aeropuerto internacional de Tijuana anunció que usaría cámaras especiales para la detección de temperaturas en personas que provengan de China o que hayan estado recientemente allá.

De ahí, ninguna otra terminal aeroportuaria o portuaria ha anunciado medidas de control, pese a que nuestro país recibe visitantes de todo el mundo, todos los días.

Tal vez con la detección del caso en la Ciudad de México, los epidemiólogos comiencen a urgir que se tomen medidas mínimas de control.

Los estados con vocación turística deben hacer lo mismo, por sentido común. Al contrario, hasta la fecha no sabemos qué esté pasando.

Esperemos que este fin de semana, las autoridades estatales tomen alguna decisión al respecto.

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