María Rivera
Son buenos cuando México
recupera la tradición de asilo político y recibe al ex Presidente boliviano Evo
Morales. No se necesita compartir su ideología, ni justificar los hechos
antidemocráticos que cometió, ni desaparecer los enormes logros de su gobierno.
Sencillamente, es suficiente con reconocer que su vida corría peligro y que
esto es suficiente para apoyar la medida. En eso consiste el asilo y en eso
radica su grandeza. Mucho se ha dicho estos días de los grandes aportes de
exiliados al país, no he de recordarlos aquí, solo señalaré que instituciones
educativas y culturales son resultado de aquellos a los que México les abrió
las puertas cuando eran perseguidos. Eso era lo que México tenía que hacer si
era consistente con su mejor tradición política.
Se equivocan quienes
desaprueban la medida por odios ideológicos y hasta raciales, exhibiendo que
tanto a nuestro país como a muchos de los países latinoamericanos, nos
atraviesa la misma herida, que no es otra que el histórico sobajamiento de los
pueblos indígenas, nuestras raíces, el racismo de nuestras sociedades. No, no
acabamos de resolver las circunstancias que les dieron origen, seguimos sin
poder resolver nuestra identidad. Estos días, en todo el continente, en las
redes, desde Chile hasta México, se han podido ver expresiones solidarias, pero
también expresiones racistas y clasistas execrables. La polarización ideológica
en la que estamos inmersos, no parecería responder al siglo XXI sino al siglo
XX, con sus antiguas retóricas. A veces, pareciera que el muro no cayó nunca.
Como sea, México ha podido ayudar en la crisis que atraviesa Bolivia, no es
poca cosa y lo celebro. Introducir en el espacio simbólico la solidaridad y
generosidad con otros, en algo contribuye para recordarnos quiénes somos y
quiénes hemos sido como Nación en tiempos en los que no parece definirnos nada
más que la crueldad y la muerte.
Son buenos tiempos, también,
cuando en el Senado de la República, vemos que hay senadores de oposición que
deciden enfrentarse a los excesos e ilegalidades cometidos por la mayoría de
senadores de Morena, son una esperanza frente al autoritarismo morenista que
designó a Rosario Piedra, militante de Morena y excandidata, como presidente de
la CNDH, tras un proceso fraudulento, donde se extraviaron dos votos para
conseguir la mayoría calificada y “elegir” a la candidata del Presidente López
Obrador. Son buenos cuando se comprueba que el cinismo que solía reinar en las
Cámaras, antes como ahora, al menos no es impune y que hay resistencias ante la
política acaparadora del poder y profundamente antidemocrática del Ejecutivo,
ejecutada por los legisladores de Morena, esa aplanadora que construimos,
cuando votamos por ellos masiva e irresponsablemente. No sospechábamos que
traicionarían el aparato democrático, llevando a cabo las mismas prácticas
oprobiosas que tanto criticamos.
No sobra decir que Piedra
Ibarra no reúne los requisitos para ser presidenta de la CNDH, porque es
militante y consejera de Morena en Nuevo León, según video que circula en la
red. El solo hecho de que tenga una militancia partidista debería haber sido
suficiente para cuestionar su legitimidad para presidir un organismo autónomo.
Su actuación los últimos días
dio cuenta, además, de que no está facultada para el encargo, cuando no se
pronunció por la legalidad, y estaba plenamente dispuesta a prestarse para ser
impuesta indebidamente. No solo descalificó a los senadores opositores, sino
que fingió no escuchar las denuncias de los demás candidatos y las
organizaciones de víctimas que exigían la reposición del proceso. Muy mala
señal, sin duda, que alabara al Presidente en entrevistas y que se expresara de
manera injusta sobre el trabajo de la Comisión que pretende dirigir,
continuando los ataques sistemáticos de López Obrador a los organismos
autónomos. Si es que tomara protesta, y sin votación legal, estaríamos ante un
caso de corrupción inédito y muy serio, totalmente inaceptable.
Son malos tiempos para muchos
jóvenes que han sido avasallados por la bota militar, en Chile, de manera
despiadada y ahora, en Bolivia como se comienza a ver. Muertos y derramamiento
de sangre, ante gobiernos sordos (y ahora dictatoriales), que tienen aún la
vieja estrategia represiva incrustada como si fuese un trágico ADN, aunque sean
formalmente democráticos. Como si los dictadores de antaño siguieran vivos en
quienes patean, ciegan, violan en mazmorras policiales. El pueblo chileno no se
merece la policía fascista que estas semanas los ha vejado.
También son malos tiempos
para los ciudadanos de este país, que sigue inmerso en la ola creciente de
violencia, que no se detendrá si el gobierno federal, junto con los gobiernos
estatales, no cambian la estrategia. Nos encaminaremos, si esto no se hace, a
un pico de violencia inédito. En el país de las fosas, de los desmembramientos,
de las masacres.
Son muy malos tiempos,
terribles, cuando, en medio de esta crisis de Derechos Humanos, los senadores
de Morena deciden faltar a su palabra, y hacen la chicanada, no tiene otro nombre,
de no repetir una votación que prometieron apenas hace unas horas para imponer
a Piedra como presidente de la CNDH, violando su autonomía y entregándosela al
Presidente, a través de un fraude. Terribles tiempos en los que comprobamos que
convertimos a políticos deshonestos y fraudulentos en senadores, descubrimos
que votamos por lo mismo que combatimos, desde la izquierda, durante décadas.
Solo queda exigir al Senado que estos hechos oprobiosos no
prevalezcan por el bien de la democracia, el país y las víctimas.
Vía: Sin Embargo