(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Resultaron muy interesantes las comparecencias de los
municipios de Taxco, Iguala, Cocula, Chilapa, Acapulco, Ometepec, Zihuatanejo y
Chilpancingo, ante las comisiones unidad de Justicia, Seguridad Pública, y
Asuntos Indígenas y Afromexicanos.
Se trató de reuniones de trabajo entre diputados y alcaldes
para atender la recomendación 14V/2018, emitida por la Comisión Nacional de
Derechos Humanos, a fin de revisar el estado que guarda la seguridad en los
principales municipios de la entidad, grandes y medianos.
Los diputados acordaron desde el 20 de junio pasado llamar a
comparecer a los presidentes municipales y titulares o encargados de despacho
de Seguridad Pública de los municipios mencionados, y esta semana se
desarrollaron las comparecencias que, como observamos, fue un excelente
ejercicio.
Eso fue algo que debe repetirse periódicamente. Y, de ser
posible, incluir a otros municipios. Faltó, por ejemplo, Tlapa de Comonfort en
la Montaña alta; Ciudad Altamirano, Arcelia y Coyuca de Catalán en Tierra
Caliente; Ayutla y San Luis Acatlán en Costa Chica; y más de la Costa Grande,
pues no sólo el gobierno de Zihuatanejo debe explicar qué está haciendo en
materia de seguridad, pues hay otros municipios con mayores índices delictivos,
cuyos alcaldes deben también ser llamados a cuentas.
A los alcaldes se les enviaron cuestionarios previos que ya
llevaron contestados. Pero estuvieron expuestos a una serie de preguntas
específicas, relacionadas con el número de policías que tienen, si están
certificados, salarios, equipo, vehículos, etcétera.
También en materia de prevención del delito debieron
explicar qué están haciendo.
La mayoría de ellos explicó cómo recibieron las áreas de
seguridad pública, en octubre pasado, y lo que han hecho hasta hoy.
En general y con excepciones, el panorama es deprimente.
Cocula está sin policías desde la desaparición de los 43; el municipio
únicamente tiene 3 policías. El alcalde fue acusado por los diputados de nadar
de a muertito, pero dijo algo que es real: nadie quiere ser policía en ese
lugar.
Y así sucesivamente.
Los sueldos de los policías son deprimentes, están
rezagados. Muchos carecen de seguros de vida. Y tampoco tienen equipo de
protección, pues los chalecos antibalas caducaron.
Los diputados se dieron cuenta que no es lo mismo torear los
toros, que verlos desde la barrera. Aunque, claro, hay casos de diputados que
ya fueron alcaldes, como el de Taxco, Omar Jalil Flores Majul, presidente de la
Comisión de Justicia, quien conoce perfectamente de qué lado masca la iguana en
su municipio. O Robel Urióstegui, ex alcalde de Teloloapan, quien se ensañó
contra el presidente de Cocula, a sabiendas de que toda la zona Norte está en
caos. Él mismo, recordemos, tuvo que huir un día en helicóptero de su
municipio, por amenazas en su contra.
Los problemas son tantos y tan graves, que aun los
municipios con mayor presupuesto de seguridad, como Acapulco, Chilpancingo y
Zihuatanejo, están remando contra corriente. Cierto que los alcaldes están
haciendo su mejor esfuerzo; es irresponsable decir que no están haciendo nada,
porque nada es nada. Todos están haciendo algo, aunque ese algo sea
insuficiente para revertir los índices de violencia heredados, y para prodigar
a la población de un mínimo nivel de seguridad.
Los alcaldes saben que hablando de asuntos de seguridad no
es “enchílame otra”. Es algo complejo, que también demanda de la participación
ciudadana. De ahí que la nueva ley en la materia los obligue a tener una
dirección de prevención del delito, mediante la cual puedan desplegar un plan
de prevención, que llegue directo a los ciudadanos de todas edades,
especialmente jóvenes.
Lástima que fueron unos cuantos alcaldes los que
comparecieron. Son 81, y en todos ellos hay problemas.
Los diputados deben escucharlos a todos. Quizás lo mejor sea
acudir a las regiones, para evitarles desplazamientos. O que los legisladores
se integren a las reuniones regionales que se realizan en los batallones cada
mes, como parte del plan de seguridad nacional. Así no estarán dando palos de
ciego, ni usando la tribuna para politizar y partidizar este terrible problema
de inseguridad.