(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Los mexicanos no estamos enterados de los asuntos
económico-financieros. Ignoramos mucho de esta materia, y por eso cuando vienen
y nos dicen que el Producto Interno Bruto del país crecerá menos de 1 por
ciento este año, nos apanicamos y pensamos que estamos al borde de una
recesión.
De hecho, esta palabra “recesión”, está siendo usada muy
recurrentemente por los analistas políticos, y están logrando el objetivo que
se plantearon, de provocar pánico entre la población.
Y eso es precisamente lo que quieren, sin ver aspectos como
que el peso está fuerte, se tienen inversiones sin precedentes en muchas áreas,
como el sector energético que estaba abandonado a propósito, y sobre todo se
está combatiendo la corrupción de alto nivel que caracterizó a los gobiernos anteriores.
Sí, la Bolsa Mexicana de Valores está teniendo una mala
racha, pero eso es en cuanto al mercado bursátil, el mercado de los capitales,
algo que yo llamo el terreno de los apostadores de la economía, los que medran
con un mundo económico ficticio, jugando con acciones, pagarés, deudas,
etcétera.
¿Por qué decimos que el Producto Interno Bruto de una
nación, no significa realmente desarrollo? El presidente lo dijo, al
responderle al Fondo Monetario Internacional, que junto con otros organismos
calificadores están colocando a México como un foco rojo: “No es lo mismo
desarrollo que crecimiento”.
Y tiene razón. Los conceptos de desarrollo son muy distintos
a los de crecimiento. Por ejemplo, arrasar un bosque que se traduce en madera
para comerciar se llama “crecimiento”, pero sin importar la ruina que esa
actividad dejó a su paso, lo cual anula el desarrollo de las personas.
Explotar una mina, sacar toneladas de oro para exportación,
al grado de que el país se coloque como el productor número uno de ciertos
metales preciosos, es “crecimiento”. Pero no se toma en cuenta que el agua fue
contaminada, los bosques devastados, y que la gente que vive alrededor de estos
dichos centros de explotación minera queda empobrecida, sin empleos y enferma
de muerte.
Como podemos ver, no es lo mismo crecimiento que desarrollo.
Y en este punto tiene razón el presidente, que ha dicho que su gobierno buscará
el desarrollo sustentable, aunque el nivel de crecimiento sea lento, sobre todo
para los capitales extranjeros, que sólo vienen a medrar, explotar, saquear y
llevarse la riqueza nacional a sus países de origen.
¿Estamos comprendiendo?
Leamos algo que dijo planteó el líder de la Confederación
Patronal de la República Mexicana (Comparmex): “Está muy claro que el gobierno
de AMLO lleva al país por el camino del fracaso y de mayor pobreza para toda la
gente”, y advierte que el PIB de México podría crecer sólo el 0.5% en 2019.
“Si el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no toma las
decisiones importantes, sobre todo en materia energética, que generen
certidumbre jurídica a los inversionistas, el crecimiento económico de México
podría ubicarse entre 0.50 y 0.75% al finalizar el 2019, alertó Gustavo de
Hoyos.
“Las decisiones de esta administración han generado
inseguridad jurídica y falta de crecimiento económico, en la antesala de una
recesión”, afirmó.
¿Qué tal? Aquí está lo que les platico: están tratando por
todos los medios frenar el rescate de Pemex, que debe hacerse a toda costa,
para abatir la súper dependencia energética que tenemos del exterior. Pero
sobre todo conviene desmentirlos, porque nos están asustando con eso del petate
del muerto. El PIB no sirve para evaluar el desarrollo de una nación.
El PIB tiene límites claros, cuando se trata de evaluar el
bienestar. El bienestar depende de factores como salud, educación, lazos y
relaciones sociales, calidad del medio ambiente y seguridad. Hay que medir todo
esto, no porque lo pida AMLO, sino para saber mejor cómo somos y a dónde vamos.
Y para que estemos tranquilos, sepa usted amable lector, que
el mismo Simon Kuznets, inventor del indicador del PIB y ganador del Premio
Nobel de Economía 1971, dijo que “es muy difícil deducir el bienestar de una
nación a partir de su PIB per cápita”, porque “hay que tener en cuenta las diferencias
entre cantidad y calidad del crecimiento”.
Pero pese a que el inventor del PIB advirtió que la
prosperidad no debía equipararse con el crecimiento del PIB per cápita, los
economistas y políticos han seguido utilizando esta medición para tratar de
convencernos de que las cosas van bien cuando evidentemente van mal. No es sólo
ver cuánto tenemos, sino cómo lo obtuvimos, y en qué lo estamos gastando.
Hay otros indicadores que México puede adoptar, como el Índice
de Desarrollo Humano (IDH) del Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD), que sintetiza en un solo número el progreso humano, al
combinar información sobre la salud, la educación y los ingresos de las
personas. De acuerdo con el IDH, México ocupa el lugar 74 de entre 189 países. Podría
también desarrollar una versión mexicana del Índice Nacional de Felicidad Bruta
(INFB), que desde hace años utiliza Bután y que es un índice de un solo número,
desarrollado a partir de los 33 indicadores categorizados bajo nueve rubros: 1.
Bienestar psicológico; 2. Educación para la salud; 3. Uso del tiempo; 4.
Diversidad y resiliencia cultural; 5. Buen gobierno; 6. Vitalidad de la
comunidad; 8. Diversidad y resiliencia ecológicas; 9. Estándares de vida.