Sergio Sarmiento
“Siempre planeamos mucho y siempre pensamos muy
poco.”
Joseph Schumpeter
Del lado
positivo, el presidente López Obrador reiteró ayer que no va a cancelar los
contratos petroleros con empresas privadas surgidos de la reforma energética.
Insiste que son una decepción, porque no han producido todavía nuevo crudo,
aunque el tiempo desde que se licitaron no permite desarrollar nuevos campos.
Del lado negativo, se han cancelado las nuevas licitaciones petroleras. Todos
los nuevos proyectos serán realizados ahora por Pemex.
La empresa quiere concentrar sus nuevas inversiones de
crudo en aguas someras, que son los campos más fáciles y más baratos de
desarrollar y en los que tiene mayor experiencia. Es una forma práctica de
lograr resultados con rapidez, pero las reservas de aguas someras son ya
relativamente pequeñas en nuestro país. El gran potencial petrolero está en no
convencionales, esto es, en zonas de esquistos o lutitas, y también en aguas
profundas. La cancelación de nuevas licitaciones para aguas profundas y el
rechazo ideológico al fracking, necesario para producir crudo y gas no
convencionales, hacen muy difícil que se pueda incrementar la producción.
La peor de
las decisiones en el plan es la construcción de una nueva refinería en Dos
Bocas, Tabasco. Los márgenes de rentabilidad de la gasolina son muy pequeños,
mientras que los de petróleo crudo resultan mucho más elevados. Si realmente
Pemex quisiera aumentar su producción de gasolina, podría comprar una o más
refinerías en Texas o Louisiana, las cuales pueden alcanzar descuentos de 70
por ciento sobre el precio de una nueva.
La
producción de crudo ha sufrido una caída enorme en México. En 2004 alcanzó su
mayor nivel histórico, de 3.38 millones de barriles diarios, pero para 2018
tenía apenas 2.07 millones. En enero de este 2019 la cifra había descendido a
1.86 millones. La caída alcanza en este momento un ritmo anual de 7 por ciento.
Una de las razones es que durante años una parte importante de las inversiones
de Pemex, como lo explicó ayer el director general, Octavio Romero Oropeza, se
encauzó a Chicontepec, una zona en Veracruz y Puebla que alberga un 40 por
ciento de las reservas nacionales, pero que ha tenido una decepcionante
producción por las dificultades para extraer hidrocarburos de su suelo rocoso.
En
contraste, Estados Unidos, un país que comparte en buena medida la estructura
geológica del nuestro, ha aumentado de manera muy importante su producción
petrolera en los últimos años. En 2008 su nivel fue de 5 millones de barriles
diarios, pero para 2018 ascendió a 10.95 millones, el mayor del mundo. Esta
revolución se debió en buena medida a la producción no convencional,
especialmente de fracking, y a la de aguas profundas.
Un plan
para Pemex que no considere inversiones en fractura hidráulica y aguas
profundas difícilmente tendrá éxito. Tampoco tiene sentido regresar al
monopolio. Pemex es una empresa extraordinariamente burocrática, con exceso de
personal y la mayor deuda del mundo.
Por otra parte, Pemex no tiene el dinero suficiente ni
siquiera para invertir en las áreas que ya tiene asignadas. Lo ideal sería que
concentrara ahí sus esfuerzos y que se asignaran nuevas zonas de aguas
profundas y no convencionales a empresas especialistas. Los recursos de Pemex
deben usarse para producir crudo, el producto más rentable, en aguas someras y
para reducir su enorme endeudamiento. Construir una nueva refinería es una
ocurrencia insensata y muy costosa.
Perder por refinar
¿Qué tan rentable es producir gasolina? El margen
variable de refinación de Pemex fue de 0.96 dólares por barril en todo 2018,
pero en el cuarto trimestre cayó a -10.97 dólares (cifras de la empresa).
Efectivamente, en el trimestre pasado Pemex perdió casi 11 dólares por cada
barril de gasolina que refinó.
Twitter: @SergioSarmiento