Uriker, sufrió dura derrota ante Las Pequeñas

Una descarga de disparos letales acabaron con las aspiraciones de Uriker ante Pequeñas.

Atractivo duelo femenil dieron ambas escuadras, en el recinto deportivo local.

Las Pequeñas, vinieron de atrás para conseguir una valiosa victoria 2-1 sobre Uriker.

Los scores 25-23, 22-25 y 15-12 dieron la ventaja al cuadro amarillo de Pequeñas.

Uriker, sufrió una derrota más en la actual temporada de voleibol, categoría de Segunda Fuerza.

Exitoso Torneo de Golf en Ixtapa

Este fin de semana se realizó el torneo de golf entre Estrellas y Celebridades, en el campo Palma Real de Ixtapa

Una fiesta disfrutaron ex futbolistas profesionales y artistas de la farándula.

Los que asistieron Alex Aguinaga y Alfredo El Chango Moreno, ex jugador de Necaxa, San Luis, América y Xolos, entre otros.

Por parte del medio artístico, el cantante Kalimba, Sergio Mayer, Saúl Lissazo, Chao,  Federico Pizarro y Mauricio Cabezut.

El pasado sábado, todos llegaron puntuales a la cita en el campo de golf.

Ahí acudió Juan Manuel Juárez Meza, Secretario del Ayuntamiento, a dar el disparo de salida a los competidores.

Más de 5 horas de juego, celebridades y estrellas demostraron sus habilidades a la hora de realizar sus lanzamientos.

Los ganadores se hicieron acreedores a valiosos premios económicos.

El comité organizador reunió a los golfistas a convivir con aficionados que acudieron a tomarse la tradicional foto del recuerdo.

ESTRICTAMENTE PERSONAL

López Obrador no verá a Trump

Raymundo Riva Palacio

Como en otras ocasiones, el presidente Andrés Manuel López Obrador fue llevado por la prensa a decir cosas que no están seguras, no existen o, incluso, ni siquiera hay intenciones verdaderas de hacer. El viernes dijo que “sería conveniente” una reunión con el presidente Donald Trump después del 7 de septiembre, luego que se cumpla el plazo de 90 días que dio el jefe de la Casa Blanca a México para que reduzca “drásticamente” la inmigración. López Obrador señaló que le gustaría tener ese encuentro como parte de un interés general, porque quisiera “procurar estas reuniones bilaterales” con él y otros jefes de Estado. Esto es falso.

López Obrador no sólo siempre dice que “la mejor política exterior es la política interior”, sino que tiene una aversión al mundo. No lo entiende, ni le interesa. No es algo nuevo, sino una constante en su carrera política. Su cosmogonía es local y no ve importancia real a desplegar un trabajo internacional. En el caso de Trump hay un matiz. Aunque en lo privado sus expresiones y la de sus colaboradores no son nada aduladoras, sino todo lo contrario, en público extrema precauciones para no confrontarlo. Una dependencia de más del 80% de la economía mexicana, injertada al aparato productivo de Estados Unidos desde mediados de los 90’s, es la razón. Poderosa, sin duda.

La declaración de su deseo de reunirse con él, no es cierta en estos momentos. Hubo un interés verdadero cuando habló en marzo con Jared Kushner, yerno y asesor especial de Trump –responsable de sólo dos relaciones con otros países, Israel y México-, a quien se lo sugirió. La respuesta fue –no es una cita textual-, que en ese momento no había condiciones para tal encuentro, por lo que plantear en la Casa Blanca una reunión bilateral, estaba fuera de discusión. Desde entonces no ha habido ningún acercamiento, de ninguna de las dos partes, para ir siquiera construyendo las condiciones para que hablen López Obrador y Trump.

Lo que mencionó el viernes sobre su interés para hablar con él después de septiembre, es una frase que se ajusta a la línea seguida por López Obrador para no confrontarlo o decir algo que pueda irritarlo. Colaboradores del presidente admiten que un encuentro con Trump, por lo menos en el corto plazo, no es deseable, y no está en el interés de nadie en Palacio Nacional. La consideración principal es que llevar a López Obrador con Trump es colocarlo en una posición que puede ser contraproducente porque es imposible saber cómo actuará el estadounidense, que suele romper acuerdos o ignorar a sus asesores. Está la experiencia cercana de cómo fue la relación personal con el ex presidente Enrique Peña Nieto, que es algo que no quisieran que se repitiera con López Obrador.

Jugar ajedrez con Trump, quien suele utilizar ese tablero como línea de boliche, sería una estrategia más acuerpada si López Obrador entendiera que desarrollar una política internacional activa de su parte, le redundaría en beneficios para lidiar con el presidente estadounidense al ir logrando respaldo a su postura. No es suficiente que el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, sea el que vaya tejiendo esos apoyos en el mundo; los presidentes o jefes de Estados son quienes tienen que concretarlos. Pero la real politik, vigente desde los 70’s, cuando le echó por última vez una mirada al mundo, es algo que le es irrelevante, quizás, porque no lo entiende.

La mejor demostración de ello fue su falta de interés en asistir este año a las tomas de posesión de presidentes latinoamericanos –donde envió representantes de bajo perfil-, perdiendo la oportunidad para tejer lo que retóricamente dice anhelar, el liderazgo regional, o el haber desechado desde un principio acudir a la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno del G-20 en Osaka, a finales de este mes, donde dialogan las economías más importantes del mundo.

Colaboradores de López Obrador argumentan que no había mucho que hacer en el G-20 porque lo único importante iba a ser el resultado del encuentro que tengan Trump y el presidente chino Xi Jinping, lo cual ciertamente dominará el encuentro, pero bajo esa lógica reduccionista, no iría ninguno de los líderes que estarán en Osaka. López Obrador perdió la oportunidad de haber podido tener reuniones bilaterales y cabildear recursos para el desarrollo económico en Centroamérica.

El presidente de México no se siente cómodo en esos entornos. En realidad, no se siente a gusto en ningún ambiente que no domine o donde no sea el centro de atención. No habla nada fuera del español –aunque hay traductores- y tampoco ha tenido ningún roce o experiencia sustantiva, incluso a nivel privado, con el mundo. Pero sobre todo, carece del interés y de la visión sobre lo que es la globalización, que la repudia a partir de una visión anacrónica de la interdependencia, en donde juegan y buscan aprovechar sus ventajas líderes que son verdaderamente de izquierda sin recovecos analíticos sobre realidades que desaparecieron hace décadas.

López Obrador comete un error. Aislarse lo debilita. No lo ven así en el gobierno, donde tienen una visión sobre dimensionada de lo que son. Un alto funcionario dijo que el no ir a Osaka enviará el mensaje que no están de acuerdo con Trump y mostrará la molestia de López Obrador. Eso no sucederá. El que no vaya será interpretado de muchas maneras, pero esa no. El propio presidente desnuda la sumisión en la que se encuentra. En la conferencia del viernes dijo: “Nosotros estamos dispuestos a dialogar. Sí nos gustaría tener este encuentro, pero yo no fijo la agenda”. Es decir, sí le gustaría, pero él no decide. Su agenda la maneja Trump, y él se ajusta a lo que le digan de Washington. Así no construye respeto. El presidente y el canciller tienen que revisar su estrategia porque el camino que siguen no los beneficiará.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx

twitter: @rivapa

AMLO y los bueyes

Triple contra sencillo a que tras leer el título pensó que le iba a contar sobre la capacidad intelectual de ciertos personajes. Pues no, literalmente hoy hablaremos de vacas, cerdos, pollos… y bueyes.

Andrés Manuel busca la autosuficiencia alimentaria (producir lo que se consume) particularmente en cuatro productos: maíz, frijol, arroz y trigo. Metámosle la lupa al mexicanísimo maíz donde, para empezar, AMLO tiene razón.

México importa poco más del 40% del consumo nacional de maíz. En números redondos, cada año se utilizan alrededor de 38 millones de toneladas (mmT). Como la producción doméstica es de 20-22 mmT, entonces se importan unas 16-18 mmT anuales.

Pero el diablo -y los bueyes- siempre están en los detalles. Resulta que hay dos tipos de maíz con balanzas comerciales y usos muuuy distintos.

El maíz blanco es para uso humano, para hacer masa y obtener harina y sus derivados, por ejemplo tortillas. Y en este tipo México es autosuficiente. Se producen unas 21 mmT anuales y hasta se exporta un poquitito.

El maíz amarillo, en cambio, se utiliza para la producción industrial de almidón, frituras y hojuelas, y también para la alimentación de animales (cerdos, aves y ganado). De hecho, el uso principal -como 60%- es precisamente para alimentar a vacas y bueyes.

Es en este maíz donde tenemos un déficit comercial. Apenas se producen unas 3 mmT para un consumo anual de 16-17 mmT. La diferencia se importa, principalmente de Estados Unidos (EU).

Ya vio para dónde voy, ¿verdad? En el maíz, la autosuficiencia de la 4ª Transformación en todo caso serviría para que nuestras vacas y bueyes tengan el privilegio de no consumir maíz importado.

¿Cómo lo piensan lograr? Con la política setentera de dar precios de garantía. Le cuento que un precio internacional competitivo de una tonelada de maíz ya puesta en México es de unos $4,200 pesos. Bueno, pues AMLO la pagaría a $5,610 pesos a pequeños productores con plantíos menores a 5 hectáreas.

Un subsidio directo para agricultores no muy competitivos que digamos. La productividad media para el maíz en México es de 3.5 toneladas por hectárea. Y la de un ejidatario pequeño de Chiapas puede ser mucho menor, de 1 tonelada o menos.

¿Sabe cuánto es en Iowa o algún estado productor en EU? 10-12 toneladas por hectárea. ¡3 o 4 veces más que en México!

No es casualidad que el agricultor estadounidense tenga esta ventaja: sus plantaciones son mucho más grandes y están más tecnificadas.

Ah, y que no se me olvide: todo el maíz amarillo que importamos de EU es transgénico. Allá sí aprovechan los enormes beneficios en productividad y resistencia a plagas que da esa tecnología a la que aquí AMLO ya le cerró irracionalmente la puerta.

Aun si el límite a pequeños agricultores en los precios de garantía se implementase bien, es fácilmente sujeto a corruptelas. Como me dijo un empresario del ramo: “Dividirán parcelas entre familiares para recibir el subsidio”. Pues sí, es probable.

De una vez lo aclaro: estoy 100% de acuerdo en apoyar a los agricultores pequeños, particularmente los del sur. Pero habría que hacerlo inteligentemente.

¿Y sabe quién sí sabe cómo hacerlo? Poncho Romo. A mi me tocó hace más de 20 años visitar sus coinversiones con ejidatarios en Chiapas y Nayarit para plantar tabaco, cuando tenía Cigarrera la Moderna. Juntaba pequeñas parcelas para lograr escala, las tecnificaba y les compraba a sus socios un cultivo muy rentable. Y no sólo eso, Romo tenía Seminis, empresa líder en transgénicos. Entiende que a la tecnología no se le cierra la puerta, se le aprovecha.

AMLO sólo tiene que preguntarle a su jefe de Gabinete.

Lo más irónico es que en la parte agroalimentaria México no ha hecho tan mal la tarea. Basta decir que desde el 2015 el sector tiene un gran superávit comercial… y creciente. Hay buenas historias de éxito, como el tomate, aguacate, pimiento o los berries.

¿No sería mejor apoyar a agricultores pequeños para que se asocien y produzcan ese tipo de cultivos? Así ganarían muy buena plata. Ah, y sus utilidades no saldrían de su bolsillo o el mío (por los subsidios), sino del de algún consumidor internacional. Mejor que paguen allá, ¿no?

SOS COSTA GRANDE

 (Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

¿Ha oído el cuento de que el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, busca apoderarse del PRI? Esto vienen sosteniendo desde hace tiempo los competidores a dirigir el partido, entre ellos el ex rector José Narro Robles, quien la semana pasada renunció al tricolor con cajas destempladas, así como la ex gobernadora de Yucatán, Ivone Ortega, quien ayer registró su candidatura por la dirigencia nacional, llevando como principal competidor al gobernador con licencia de Tabasco, Alejandro Moreno, alias “Alito”.

Pero a diferencia de lo que sostienen el oaxaqueño Ulises Ruiz Ortiz, en el sentido de que ya todo está planeado en el PRI para entregarle la dirigencia a “Alito”, acusando que AMLO está detrás de éste (al grado de que le apodan “AMLITO”), el gobernador de Monterrey, Jaime Rodríguez El Bronco, dio una importante pauta al señalar que el PRI está muerto, “sólo que los que se empeñan en mantenerlo vivo no se han dado cuenta”.

De su parte, el ex priísta afirma que no volverá a su ex partido, ni a ningún otro, y llamó a sus ex correligionarios a sepultarlo de una vez.

En pocas palabras, el primer proceso electoral del PRI que sería democrático, está abortado de antemano. Pero no creemos que sea por AMLO, sino porque dentro del partido hay cacicazgos grupales –tribus, pues- que se resisten a soltar el control de él, léase Grupo Atlacomulco, atracomulco para los críticos, cuyo gurú es Carlos Salinas de Gortari. Y, por supuesto, habrá que incluir a Enrique Peña Nieto, porque mal que bien fue durante 6 años el primer priísta de la nación, gracias precisamente a que cuando recuperó la presidencia para el tricolor, se modificaron los estatutos del partido para regresarle al presidente de la República esa categoría, que le permitía decretar órdenes y contraórdenes, contener a los enemigos de su régimen para evitar el fuego cruzado, y manejar la agenda legislativa y electoral a discreción.

Que no se quejen, pues, si ahora Peña Nieto está intentando manejar desde fuera la agenda del tricolor, pues su pellejo está de por medio; y lo menos que quisiera el ex presidente es que el partido caiga en manos de sus detractores, sabiendo que para que la cuña apriete debe ser del mismo palo.

¿O alguien duda que Ulises Ruiz se tentará el corazón para perseguir a EPN?

Por lo tanto, el problema del PRI no está en Los Pinos, sino en el Estado de México. Desde ahí, se maniobra para mantener al partido bajo control, y eso implica –claro está-, vender los activos tricolores al mejor postor.

Esto no es nuevo de hecho; fue algo que el PRI ya hizo en el año 2000, cuando ganó Vicente Fox la presidencia de la República, y que repitió en 2006, con Felipe Calderón Hinojosa, a quienes les prestó sus votos en el Congreso de la Unión para sacar adelante sus ominosas reformas y ocurrencias, sin chistar y sin que más tarde quisieran investigar al mandatario en turno por los actos de corrupción documentados.

A cambio de esta sumisión, el PRI pudo tener de su lado al PAN en el sexenio de Peña Nieto, liderando las reformas fraguadas al seno del Pacto por México, e incluso imprimiendo mayor presión y apertura en aquellas en las que el presidente pensaba ser moderado.

Por ejemplo, si tenemos ahora leyes energéticas leoninas, fue precisamente a que mientras Peña Nieto optó por un modelo mixto de inversión, dejándole a Pemex cierto nivel de control sobre el sector (siguiendo el modelo de Brasil), los panistas presionaron de tal manera que llevaron al mayor nivel de apertura. Chantajearon a Peña Nieto con otras reformas.

Cuando los perredistas, que también formaban parte del Pacto por México, se dieron cuenta de lo que venía, sabiendo que no era algo light y menos de maquillaje, sino la reforma más agresiva y entreguista de que se tenga memoria, recularon. Pero el daño ya estaba hecho.

En resumen, el pactar con el poder en turno es parte de los usos y costumbres del PRI -y en realidad de todos los partidos-. Suelen pactar con el poder en turno para mantener ciertos privilegios y canonjías. Lo hacen sin rubor y sin consultar a nadie, más que a sus propios intereses.

Del otro lado, no vemos al PRI mejorando en manos de Ulises Ruiz, el bronco del Sur.

La mejor pieza era el ex rector Jorge Narro, pero ya no está. Así que lo que queda en el tricolor es más de lo mismo, y lo que resulte en la elección que viene, será la crónica de una farsa anunciada.

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