Editorial

Plantas al rescate

Joanne Chory, directora de biología de plantas del Instituto Salk de Estudios Biológicos de La Jolla, en California, una de las botanistas más respetadas del mundo, considera que ha encontrado la clave para combatir el calentamiento global. Tiene, además, prisa por aplicar su idea. A los 64 años, padece de Parkinson y quiere dejar un mundo mejor a sus hijos antes de que la enfermedad le impida seguir adelante. Sugiere, sin embargo, una solución realista que molesta a los dogmáticos. utilizar tecnologías de modificación genética para producir plantas que absorban el dióxido de carbono de la atmósfera en mayores cantidades.

         Las propuestas de los políticos para combatir el calentamiento global no tienen posibilidades de éxito. Recortar las emisiones  de carbono no reducirá el ritmo del calentamiento global, a menos de que estemos dispuestos a empujar al mundo a una depresión tan fuerte que mate de hambre a miles de millones. Si todos los Acuerdos de París se aplicaran, la temperatura del planeta sería en 2100 solo 0.05 grados Celsius menor que sin los acuerdos. El calentamiento global no se mantendrá por debajo de 1.5 grados, como se prometió en París en 2015, sino que subirá por lo menos 4.5 grados en este siglo (Bjorn Lomborg, Consenso de Copenhague).

         La única manera de disminuir el ritmo del calentamiento global es absorber dióxido de carbono que se encuentra ya en la atmósfera. Las propuestas para desarrollar equipos que tomen el gas de la atmósfera y lo almacenen no son hasta ahora más que ciencia ficción, pero la doctora Chory (se pronuncia Cory) ha hecho una propuesta natural que sí tiene posibilidades de éxito.

         “Las plantas -señaló Chory esta semana en las conferencias TED-han evolucionado para absorber el CO2 y lo hacen muy bien. Además lo concentran, cosa que ningún equipo puede hacer, y lo convierten en materias útiles, como azúcar”.

Chory está trabajando en un proyecto llamado Planta Ideal que utilizaría una tecnología de edición de genes, Crispr, para la creación de plantas, como frijoles, maíz y algodón, con mayor capacidad de absorción de dióxido de carbono. Los genes de estas plantas se editarían para generar variedades con raíces más amplias y profundas que produzcan “más suberina para el secuestro (fijación) de mayores cantidades de C02”. La científica señala: “Las plantas son la única manera de hacer esto de manera razonable”.

         El problema es que la edición de genes, el reemplazo de ciertos genes naturales de una planta por otros con características distintas, es rechazado de manera dogmática por muchos políticos y organizaciones ambientalistas. En México el presidente Andrés Manuel López Obrador, debido a su ignorancia científica, ha descartado el cultivo de transgénicos sin darse cuenta de que esto puede tener consecuencias muy negativas para el ambiente y para el campo.

         Por lo pronto, la doctora Chory está haciendo una propuesta sensata para aumentar la absorción y fijación del CO2 en la tierra y reducir el ritmo del calentamiento global. No deja de ser curioso que muchos políticos y grupos que se dicen preocupados por el ambiente se nieguen al uso de una tecnología natural que hasta el momento es la única que puede retirar el dióxido de carbono en la atmósfera. Absurdamente, prefieren impulsar iniciativas que ya sabemos no reducirán el ritmo del calentamiento del planeta.

SOS COSTA GRANDE

 (Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

Caso ejemplar el de Emilio Lozoya, ex director de Pemex, sobre quien pesa una fuerte acusación por desfalcos comprobados a la paraestatal, coludido con un empresario metalúrgico y otros, usando la fraudulenta compra de una empresa productora de fertilizante, a un precio 100 veces superior a su valor.

Decimos que es ejemplar, porque Lozoya pensó que estaba blindado por el caso Odebretch, empresa que además ya fue vetada para operar en México, pero le salió el tiro por la culata, y bastó una investigación acerca de la compra de Fertinal, a Altos Hornos de México, en un esquema de 3 bandas para robar a la empresa paraestatal, para que la Secretaría de la Función Pública primero lo inhabilitara para ocupar cargos públicos. Luego, Hacienda le congeló sus cuentas bancarias, así como las de su esposa, y este martes un juez federal liberó orden de aprehensión en su contra, por lo que es cuestión de días para que sea detenido.

Su cómplice, Alfonso Encira Elizondo, ya fue detenido ayer en España, para que responda por este desfalco.

Según el presidente Andrés Manuel López Obrador, tan sabían los implicados de las irregularidades, que el 31 de marzo de 2016 el Comité de Información de Pemex reservó por seis años toda la información relativa a la transacción.

Pero al cambio de gobierno el caso fue necesariamente revisado y derivó en una demanda penal en contra de Lozoya y sus cómplices. Así, el que fue el principal operador de la campaña de Enrique Peña Nieto en 2012, y para lo cual recibió varios millones de dólares de Odebretch, a cambio de contratos en Pemex, quedó automáticamente a manos de la justicia mexicana, sin importar que en el gobierno anterior se le blindó para no ser perseguido por el caso de la empresa brasileña, una de las más grandes corruptoras de políticos de Latinoamérica, y por investigaciones varios ex presidentes han ido a la cárcel o enfrentan procesos penales en sus países, e incluso uno de ellos se suicidó.

Pero pese a esa estela de denuncias, en México no pasaba nada, hasta que llegó Morena al poder y comenzó el desmantelamiento del viejo y corrupto régimen de gobierno, que como se observa en el caso de Lozoya, no sólo involucra a la clase política, sino también a la clase empresarial y bancaria.

El presidente Andrés Manuel López Obrador afirmó el 7 de marzo que existía una denuncia presentada ante la FGR por la compra de esta planta (Fertilizantes Nacionales-Fertinal) que, afirmó, “estaba en desuso y abandonada”.

“Se compra la planta (que) valía, cuando mucho 50 millones de dólares y la compraron en 500 millones de dólares”, aseguró el mandatario en su conferencia de prensa.

“Nosotros no podemos recibir esto sin que se haga una investigación, porque si nos quedamos callados, si no actuamos, estaríamos siendo encubridores”, agregó.

La cantidad que dio el presidente es sólo para efectos de ejemplificación. El asunto lo describe Proceso de la siguiente manera: “A través de un fideicomiso abierto en Banco Azteca, propiedad de Ricardo Salinas Pliego, los accionistas de Fertinal, encabezados por el empresario Fabio Massimo Covarrubias Piffer vendieron a Pemex su empresa por 203.4 millones de dólares, cuando en realidad valía 15 millones; es decir, menos de una décima parte.

“Dos: Pemex compró la empresa aun cuando ésta tenía una deuda de 425.8 millones de dólares, de los cuales 406 millones eran créditos contratados con Banco Azteca y Arrendadora Internacional Azteca (AIA), ambas de Salinas Pliego. Según el proyecto, Pemex deberá reembolsar ese monto durante los próximos 16 años mediante dos créditos: uno de ellos celebrado con Nacional Financiera (Nafin), Bancomext y… el propio Banco Azteca, por 360 millones de dólares.

“Tres: El 25 de septiembre de 2015, unas semanas antes de la transacción y mientras Grupo Fertinal estaba sujeto a auditorías para cumplir con el proceso de due diligence, los accionistas se otorgaron a sí mismos un dividendo por 871 millones 500 mil pesos –poco más de 51 millones de dólares–, que Pemex pagó el día que compró la empresa”.

¿Qué tal?

En realidad, Fertinal era una empresa paraestatal, mediante la cual se proveía de fertilizante al campo mexicano. La empresa se vendió en el marco del proceso de privatizaciones de Salinas, pero sólo para dejarla morir. Actualmente, México importa los abonos que se necesitan para hacer producir el campo, y aunque Pemex volvió a comprar la planta, está inhabilitada. Aquello sólo fue una manera de lavar dinero.

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