(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Las aguas turbulentas de la política electoral ya comienzan
a moverse en Guerrero. La elección en 6 entidades federativas, el próximo
domingo 2 de junio, marca el inicio de la pugna por los cargos de elección
popular para 2020 y 2021, cuando se cumplirán los primeros 3 años de gobierno
del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Y pese a los intentos de la oposición por desbarrancar al
mandatario federal y, por ende a su partido, el presidente asesta de a tiro por
viaje, y parece incluso obstinado en el combate a la corrupción, que permea
todas las áreas de la administración pública, en todos los niveles, y
obviamente su gobierno no es la excepción, pero tampoco su propio partido.
Morena tiene en Guerrero un dilema fundamental que resolver,
y tiene que ver con sus liderazgos fallidos, que en la pasada elección se
atascaron en su propia codicia, en un eterno estirón de cuerdas que terminó por
reventarlos.
El resultado es el tercer lugar en número de alcaldías, que
es donde se maneja el dinero después de la gubernatura, y que son los cargos
más atractivos para todos los partidos, pues los municipios constituyen también
la base política de la entidad, junto con sus comisarías y ejidos, y quien
gobierna los municipios tiene la oportunidad de mantener su base social activa.
Podemos apostar que el PRI y el PRD ya tienen lista su
estrategia para impedir que Morena gobierne el estado más lópezobradorista, y
para ello el primer objetivo es reventar literalmente a los aspirantes.
Ya hemos dicho, por ejemplo, que el delegado del gobierno
federal, Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros, se ha convertido en la caca de
perico, pues no huele ni hiede, al grado de que los propios morenistas ya le
están reclamando que nada haga por el estado, salvo publicar sus reuniones
burocráticas con funcionarios del gobierno estatal.
Siendo el responsable de los programas sociales federales,
Pablo debiera estar haciendo mucho trabajo de campo, pero no es lo suyo. En
cambio, anda de oficina en oficina, y ya se le acusa de ser la dama de compañía
del gobernador del estado.
Por su parte, Adela Román Ocampo, alcaldesa de Acapulco,
está reventada por la violencia, y por la constante guerra mediática de sus
detractores, incluidos columnistas y comentaristas de medios, quienes
encontraron un municipio en bancarrota e indispuesto a mantener los jugosos
convenios que otorgaron los antecesores de Adela.
De esta suerte, no creemos que Adela logre remontar lo
suficiente como para que se le permita participar.
Queda también el senador Félix Salgado Macedonio, quien ya
comenzó a moverse en las regiones, con visitas nada discretas. Su ventaja sobre
Pablo Sandoval es que es menos elitista, y suele mezclarse con la gente de la
base, a diferencia de Pablo que nomás no hace click con la gente de a pie.
Félix está jalando a gente de otros partidos, sobre todo
perredistas que en la pasada elección tomaron malas decisiones y pretenden
ahora incrustarse a lo seguro, pero definitivamente tendrán que sudar la camiseta.
Con una caballada tan flaca, Morena tendrá que sorprendernos
con un candidato sacado de otro costal. No de otro partido, sino alguien que no
esté por el momento bajo los reflectores.
Y no, no podría ser ningún diputado local, porque están
haciendo un papel tan triste, que definitivamente el presidente del Congreso,
que debiera estar a la altura del gobernador por ser el representante de uno de
los tres poderes, la verdad que da pena ajena. En este sector, o Morena cambia
de líder de bancada, o se pasará los tres años peleando contra su propia
sombra.
Pero nada de lo que sucede en Guerrero es exclusivo. A nivel
nacional se cuecen peores habas, y esto lo denunció ayer el consejero Alejandro
Rojas Díaz Durán, quien dijo que la dirigencia nacional de Morena comete un
gran error al mantener cerrada la afiliación, porque debilita al movimiento y
ha dado pie a que gente como René Bejarano y otros líderes, afilien ciudadanos
a nombre del presidente Andrés Manuel López Obrador, pero para sus grupos
políticos, no precisamente para el partido.
Y así es. Si el partido estuviera bien afinado, no habría
necesidad de grupos externos. No sé si Bejarano lo sepa, pero en la pasada
elección, su gente metió mucho ruido, al grado de que lo mismo anduvo
representando a perredistas que a morenistas.
Por ejemplo, Oscar Chávez quiso ser diputado federal por
Morena en Costa Chica, y al no lograrlo se dedicó a boicotear a este partido,
al tiempo que se reunía con candidatos perredistas, trayendo con ello una gran
confusión entre el electorado.
El tiempo apremia, Morenos. O cambian, o los cambian.