(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Ixtapa-Zihuatanejo fue sede de la Reunión Nacional de
Protección Civil, en la que se marcaron los lineamientos de prevención para la
temporada de lluvias que ya comenzó en el país, y que se prolongará hasta el
mes de octubre.
Asistieron titulares de Protección Civil de todas las
entidades del país y de las unidades municipales, que atendieron a dicha
convocatoria.
Pero las noticias fueron inquietantes: Se esperan 33
ciclones tropicales en esta temporada 2019, 6 más que los registrados como
media histórica en el Océano Pacífico como en el Golfo de México.
La Comisión Nacional del Agua especificó durante el evento
que espera que en esta temporada, para el Océano Pacífico, se esperan 8
tormentas tropicales, 5 huracanes categoría 1 y 2, así como 6 huracanes mayores
a categoría 3.
En el caso del Océano Atlántico se esperan 6 tormentas
tropicales, 5 huracanes de categoría 1 y 2 así como tres de categoría superior
a 3.
En total, la directora de la Comisión Nacional del Agua
(Conagua), Blanca Jiménez, dio a conocer que para este 2019 se esperan 33
ciclones tropicales, seis por arriba del promedio histórico. De estos, 19 serán
en el Océano Pacífico y 14 en el Atlántico; siendo probable que de 4 a 6 impacten
directamente en el país.
Y ante este desastroso panorama, ¿qué procede? Bueno, como
siempre, no nos queda más que afinar los protocolos de información hacia la
población, para que esté enterada del curso de los meteoros, y pueda tomar
medidas de precaución.
Es el clásico esquema de control de daños, que incluye
actividades antes, durante y después del desastre.
La idea es que al menos las vidas humanas se salven, y los
daños materiales sean menores.
El trabajo conjunto entre las diferentes dependencias de
gobierno implicadas en la prevención, es vital. La Coordinación Nacional de
Protección Civil, emite recomendaciones para que estos fenómenos tengan menores
consecuencias, y en estados y municipios deben trabajar en consonancia.
¿Pero a qué se debe que los ciclones y tormentas sean cada
vez más en número y mayores en su capacidad destructiva? Por muchos años los
científicos no se ponían de acuerdo, y hasta llegaron a decir que el
calentamiento global no era un factor determinante para ello, pero recientemente
aceptaron que la elevación de las temperaturas de la tierra no sólo tiene
relación con esas variables, sino también a que el mayor número de meteoros que
antes se gestaban y desarrollaban en los océanos, sin tocar tierra, ahora
invariablemente llegan a las costas de los continentes, con efectos
devastadores.
Ante el calentamiento de la temperatura marítima, dicen, las
depresiones tropicales invariablemente se convierten en tormentas tropicales, y
éstas de manera casi inmediata se desarrollan como huracanes.
Incluso en los últimos dos años, nos ha tocado ver cosas
inusitadas, como que los huracanes de un día para otro ya son categoría 5, y
varios de ellos tocaron tierra con esa magnitud en el Atlántico, uno seguido de
otro, sin que nadie los detuviera.
Los amantes de las teorías conspiracionistas señalan que
estos ciclones son “provocados” por las élites, para exterminar al mayor número
de personas, manipulando la naturaleza, e incluso para someter a gobiernos
indeseables, provocando desastres. Quién sabe, el caso es que el destino nos
alcanza inexorablemente.
Pero es el cambio climático la causa recurrente en este tipo
de fenómenos. Valérie Masson-Delmotte, miembro del GIEC, grupo de referencia
sobre el clima a nivel mundial, explica: “Cuanto mayor es la temperatura del
agua y el nivel de humedad, mayor puede ser la intensidad del ciclón. Ahora
bien, estos dos elementos son más intensos debido al aumento del efecto
invernadero. Consideramos que hay un 7% de humedad más en la atmósfera por cada
grado de calentamiento”, precisa.
Ante hechos consumados, ya poco podemos hacer más que
soportar esta nueva realidad, y adaptarnos a estas nuevas condiciones
climatológicas. Desde la tragedia de Ingrid y Manuel, en Guerrero, los
protocolos de protección civil cambiaron radicalmente, de modo que ahora ante
la presencia de una inofensiva depresión tropical se suspenden clases. Pero más
vale así, a estar como estuvimos aquella noche mexicana de septiembre de 2013,
cuando mientras la clase política departía después del Grito de Independencia,
la entidad se inundaba, sus cerros se desgajaban y sus puentes se desplomaban.
Vale la pena que desde los municipios se incrementen los
trabajos de prevención, no sólo para casos de tormentas y ciclones, sino para
todo tipo de desastres. El incremento de los incendios en la entidad en las
últimas dos semanas, nos remitió a la inexistencia de brigadas de voluntarios
socorristas, hasta el nivel comunidad.
Ese vacío debe resolverse,
y ojalá que los gobiernos municipales hagan algo al respecto, en lugar
de tener a las oficinas de Protección Civil como membrete.