Editorial…

Terror de Estado

El acoso a Carmen Aristegui por un lapso de cuatro años, ¿fue terrorismo de Estado? De ser el caso, ¿habrá una investigación exhaustiva con castigo a los culpables?

Los periodistas independientes siempre hemos estado en el bando de los indefensos. En 1924, gobernaba Baja California el general Abelardo L. Rodríguez y, un diario de Mexicali, El Monitor, le criticaba su laxitud hacia la delincuencia y que “hombres cercanos” a él manejaran el “negocio de las drogas”. Gobernación envió un agente y su detallado informe permite conocer cómo actuaba el militar ante las críticas.

El agente de Gobernación relató que una noche don Abelardo “con otros funcionarios y policías” seguía en la cantina disfrutando de “frecuentes libaciones”. Se le ocurrió dar audiencia a los periodistas críticos. La policía los encontró “entregados al sueño”. “Levantados de sus lechos” fueron “llevados” ante el gobernador que “tras dirigirle frases injuriosas” a uno de ellos “comenzó a propinarle puñetazos en el rostro”. Lo hizo “caer y ya en tierra le dio de puntapiés en la cara y cuerpo de manera inmisericorde, hasta hacerlo perder el sentido”. Hizo lo mismo con el otro periodista. El gobernador, muy considerado, los mandó primero al hospital para curaciones y después los recluyó en la cárcel. Don Abelardo cerró la faena prohibiendo la circulación de El Monitor por “contra revolucionario”.

Por éste y otros informes sabemos que quienes gobernaban México conocían los modos de don Abelardo. En lugar de reprenderlo y averiguar su posible relación con el crimen organizado, el secretario de Gobernación, Plutarco Elías Calles, le escribió meses después para recomendarle ignorar “los injustificados ataques que […] le ha[bían] dirigido” y felicitarlo por la “digna actitud asum[ida] ante las calumnias que se le infirieron”. Tanto era el aprecio de la Familia Revolucionaria, que don Abelardo terminó de Presidente interino entre 1932 y 1934.

Este patrón se ha repetido miles de veces durante el último siglo y el caso Aristegui lo reconfirma. En 2015 la periodista y su equipo fueron despedidos por la empresa MVS, después de difundir un reportaje sobre la Casa Blanca; la residencia de lujo entregada a la esposa del Presidente por un constructor cercano al mandatario. Hace días Javier Tejado Dondé, aseguró, en El Universal, que después del despido, MVS obtuvo prebendas y beneficios gubernamentales hasta por 6 mil millones de pesos. MVS lo niega.

Aristegui fue sometida a un acoso metódico y sistemático que tal vez podría reunir los requisitos para una variante de “terrorismo de Estado”. Las persecuciones duraron un largo periodo y tal vez fueron sugeridas u ordenadas por Peña Nieto; participaron instituciones del Ejecutivo federal y del Poder Judicial, se involucró activamente al menos una empresa radiofónica y la espiaron e intimidaron metódicamente. Resistió por temple y por la solidaridad nacional e internacional.

Cuando terminaba el sexenio pasado, la ofensiva se debilitó. En 2018, Carmen regresó a la radio comercial y la justicia ha empezado a darle la razón en los múltiples litigios que arrastra. Tal vez ha influido la simpatía y respeto que le ha expresado públicamente el presidente Andrés Manuel López Obrador. Esa buena disposición no ha alcanzado para que su gobierno se interese por establecer si hubo o no “terrorismo de Estado” y a eso podría dedicarse la inofensiva, burocratizada e inútil Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión.

Ese mutismo, esa indiferencia, perpetúan la impunidad. Siguen los ataques a la prensa independiente, que fue protagonista en las batallas por causas y casos que hicieron posible la victoria de Morena y López Obrador. El protagonismo de la prensa independiente podría medirse por el costo en vidas, exilios y calvarios pagados por este gremio.

En el México de la Cuarta Transformación se sigue difamando, demandando o asesinando a los periodistas independientes, porque los perpetradores saben que nada les pasará. Ya basta de excusas y silencios; queremos una transparencia integral que permita reconstruir los casos, como un peldaño hacia la justicia y la rendición de cuentas. Si perduran las evasivas, estaría confirmándose que hay un pacto de impunidad entre Morena y el peñanietismo.

Colaboró Mónica Gabriela Maldonado Díaz.

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@sergioaguayo

SOS COSTA GRANDE

 (Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

Estamos en el sexto mes del gobierno federal de Andrés Manuel López Obrador. Las encuestadoras ya comienzan a decir que su popularidad disminuye, pues de estar casi al 80 por ciento, ahora sólo está al 65 por ciento. Y aunque es todavía una abrumadora mayoría la que está en apoyo de las decisiones que está tomando el presidente de la República, la incertidumbre se va sumando a las mentiras divulgadas en redes, así como a las noticias de recesión mundial, que están haciendo estragos en la economía del país, y también en la psiquis y emociones de los mexicanos.

Y la gente de a pie, que ignoramos todo lo referente a los asuntos económicos, sólo vemos nuestro bolsillo y, en el caso de las empresas, estamos al pendiente de una grave merma en ventas, que ya son insuficientes para amortiguar los gastos de producción.

De hecho, desde hace mucho tiempo –sobre todo desde el gasolinazo de Enrique Peña Nieto-, la mayoría de las micro, pequeñas y medianas empresas se toparon con que el impuesto de lujo que se le agregó a cada litro de gasolina se tragó literalmente las ganancias, y se dedicaron a sobrevivir.

En un principio, estos empresarios apechugaron ese nuevo impuesto a uno de los insumos vitales para movilizar sus mercancías o servicios y mantuvieron los empleos lo más que pudieron, pero tarde o temprano se dieron cuenta que no podían hacerla de héroes nacionales y comenzaron a despedir gente.

Con la llegada del nuevo gobierno y su meta de austeridad, los despidos en masa vinieron.

Además, en estados y municipios todo se paralizó, pues las inversiones se detuvieron en espera de un panorama más claro, mientras que los gobiernos, argumentando falta de recursos, tampoco han hecho fluir el dinero en obras y contratos de proveedurías.

Todo esto provocó un atorón económico que le está haciendo la campaña a la oposición. El ex presidente Vicente Fox afirmó que AMLO era un ignorante en asuntos de economía y que ésta es la debilidad de su gobierno.

El presidente, al contrario, afirma que aunque en el primer trimestre del año el crecimiento económico fue de un raquítico 0.2 por ciento –siendo éste el peor inicio de gobierno desde Ernesto Zedillo a la Fecha-, “estamos requetebién”.

¿Será?

Lo que vemos a nuestro alrededor es preocupación y descontento. No vemos por dónde se puedan superar estos rezagos. Nos preguntamos si el firme combate a la corrupción algún día dará frutos y comenzaremos a repuntar, y si las becas de bienestar se sentirán en la micro-economía, o serán un barril sin fondo.

Los expertos nos pintan panoramas tétricos en materia económica, sobre todo porque AMLO se propuso rescatar Pemex y la CFE, para rescatar estos sectores del sector privado, que también han resultado un fiasco y una onerosa carga para el gobierno. Para quienes dicen conocer de asuntos económicos, esto es una locura, y más nos valiera seguir dependiendo de la gasolina importada de Estados Unidos, y de la electricidad que producen empresas privadas, usando nuestra propia infraestructura, para vendérsela de manera segura a la CFE, que a su vez ya sólo es un distribuidor.

Esperemos que todo el esfuerzo de este gobierno por reducir y acotar los robos de los recursos públicos, así como por invertirles a los pobres que son mayoría en el país, tenga su impacto en lo económico, como se espera.

En el pasado inmediato, lo común era robar el dinero que debía emplearse en obras y acciones de gobierno, para sacarlo del país hacia paraísos fiscales (caso de la Estafa Maestra de Rosario Robles Berlanga), usando incluso cuentas de universidades. Ese dinero simplemente ya no lo veíamos.

Confiemos entonces que es sólo cuestión de tiempo para que lo rescatado se siembre y dé frutos.

Sabíamos que transitar de un régimen corrupto a otro más equilibrado, nos costaría uno y la mitad del otro, como dicen en el rancho. Que no sería gratis y todos pagaríamos un precio. Pero como dijo un experto, México camina en el filo de la navaja; éste es el momento de mayor riesgo. Y o llegamos a la otra orilla, o nos desbarrancamos.

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