Día: 19 marzo, 2019
Editorial
“Proyecto Puente” en la mira
Ejercer el periodismo crítico es una actividad de riesgo en el amplio sentido de la expresión. Quienes lo ejercen (lo ejercemos) suelen ser víctimas de campañas de estigmatización, de posverdades (mentiras mezcladas con datos ciertos) y, en casos extremos, de amenazas cumplidas o no contra su integridad personal. Son los gajes del oficio y el costo que hay que pagar para decir “no” cuando se debe decir “no”.
El primer valor de quien ejerce profesionalmente la libertad de expresión es su patrimonio moral. Una suerte de espejo de ese concepto es lo que se conoce como credibilidad o confiabilidad en el público objetivo; es decir, que éste percibe como atendible o cierto lo que el comunicador afirma o sostiene. De entrada, siempre hay un conflicto entre quien formula la crítica y quien es objeto de análisis sin concesiones.
En esta ocasión Proyecto Puente, que dirige el periodista Luis Alberto Medina en Sonora, es víctima de una campaña progubernamental para minar su prestigio, restarle credibilidad y, con ello, generar disuasivos al momento de poner en práctica un periodismo independiente, comprometido sólo con los datos y abocado a temas de interés público.
De ello da cuenta el propio medio, que afirma ser “objeto de amenazas, campañas negras en redes sociales y acoso judicial por parte del gobierno de Sonora”. Bajo una presunta denuncia “ciudadana” anónima que, además, no ha sido ratificada, se desató una rapidísima actuación de la Fiscalía del Estado, que después adujo que había sido presentada por Morena. Sin embargo, la dirigencia de ese partido desmintió la afirmación gubernamental.
Conviene recordar que a mayor exposición pública por ocupar una función pública o realizar actividades de trascendencia social hay un umbral menor en la esfera de los derechos a la vida privada, al honor y a la propia imagen. Ello, sobra decirlo, no significa de ningún modo que un servidor público, un artista o un deportista famoso deban soportar una invasión sistemática a sus derechos de la personalidad. En la ley y en la jurisprudencia se admite una intromisión en esos derechos siempre y cuando haya una razón de interés público que la justifique y que debe ponderarse de forma casuística.
Proyecto Puente y su director han podido respetar esa división entre lo público y lo privado. Esta iniciativa mediática tiene el mérito de haber sido el primer medio sonorense en hacer periodismo televisivo por internet. En una sociedad mínimamente democrática Luis Alberto Medina sería reconocido como un contrapeso informativo al ejercicio del poder. En Sonora, en cambio, con un gobierno que reproduce las formas más deplorables del quehacer político, es un enemigo personal. Ahí, como en gran parte del país, la crítica es vista como una afrenta directa por quienes, en general, son objeto de escrutinio público en razón de su quehacer profesional.
La precarización y la debilidad orgánica de la ética informativa han propiciado que haya medios y periodistas que, gozosos, se han convertido en un vehículo para cercar al verdadero periodismo independiente e impedir que florezca. Vaya paradoja. Y en buena medida esto sucede porque los recursos públicos se usan para fines privados, como hoy pasa en Sonora.
Estoy convencido de que la presente administración federal debe distinguir la paja del trigo al momento de asignar pautas publicitarias. Bienvenida la independencia de la línea editorial, pero no hay que confundir ese valor democrático de pluralidad y diversidad, que enriquece la vida democrática, con el sesgo periodístico como consigna para desinformar con una alergia congénita a observar el mandato de la Constitución y la ley.
SOS COTA GRANDE
(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
En Guerrero se ha creado un cacicazgo en el sindicato de Salud, con Beatriz Vélez, ex diputada federal por el PRI y también la malograda candidata del tricolor a la presidencia municipal de Chilpancingo, en la pasada elección.
Pese a todos los problemas del sector, de los cuales el sindicato es parte y jamás la solución; no obstante todas las quejas contra Bety Vélez y su equipo sindical, la mujer se mueve para su cuarto periodo al frente de la Sección 36, del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Secretaría de Salud.
El 14 de marzo comenzaron las campañas con el registro de los aspirantes, entre ellos Bety Vélez.
A Bety ya se le acusa de tener todo el respaldo del titular de la Secretaría de Salud y del gobierno estatal, pues incluso a través de redes sociales se han estado divulgando fotografías de sus colaboradores usando vehículos oficiales para promover el voto a su favor.
El pasado jueves, Bety Vélez se registró y mandó a traer a Chilpancingo a personal de Salud de las 7 regiones, al más puro estilo del PRI, ante quienes se registró como la candidata de la Planilla Oro, para seguir representando a casi 18 mil empleados de la Secretaría de Salud en Guerrero.
Al igual que ocurre con los líderes de otros sindicatos, estos institutos son únicamente trampolines para ellos ocupar cargos públicos, con la diferencia de que la mayoría renuncia al cargo y deja el sindicato en manos de interinos, no así Bety Vélez, quien ya ha competido en dos elecciones e incluso tres años como diputada federal, pero sin soltar el hueso sindical en Guerrero, porque es precisamente el que le ayuda a mantener su presencia en el PRI. ¿Y es que, qué sería de doña Bety Vélez sin el hipotético respaldo de casi 18 mil almas del sindicato?
Todos los líderes sindicales usan a su membresía para capitalizarla por cargos de elección popular. Por ejemplo, Carlos Romero Deschamps no salía del Congreso de la Unión, ya como senador, ya como diputado federal, pero siempre gozando de las mieles del poder que le daba ser el representante del sindicato petrolero, de donde desviaba recursos para favorecer a los candidatos presidenciales priístas, como sucedió en el año 2000, en que surgió el escándalo del Pemexgate, con la denuncia del desvío de mil millones de pesos a la campaña del priísta Francisco Labastida Ochoa, delito por el que el líder petrolero nunca pagó; al contrario, lo volvieron a premiar con escaños plurinominales.
A lo largo de estos años, los escándalos los han protagonizado sus hijos, quienes como “mirreyes” viven como hijos de jeques árabes, viajando y gastando los millones de papi por el mundo.
Sólo en México sucede que un humilde trabajador, que llega a ser líder sindical, se convierte en un multimillonario más.
Ha sido tanto el poder de Romero Deschamps, a lo largo de 26 años, que también Vicente Fox y Felipe Calderón le hacieron ¡Wana! En una ocasión, Fox le confesaría a una periodista que Romero Deschamps tenía la capacidad de paralizar a todo el sector petrolero, y de ahí la complacencia que se merecía.
¿Tendrá el mismo poder la doña Beatriz Vélez, de paralizar al sector salud en Guerrero? Vale la pregunta al ver tanta preferencia por la señora.
A Dios gracias, ayer por primera vez desde 1993, año en que asumió el control del sindicato petrolero, se festejó el día de la expropiación petrolera sin la presencia de Carlos Romero Deschamps. Ni siquiera fue invitado por la Presidencia de la República. Al contrario, la base trabajadora de Pemex se dio el lujo de usar su rostro en sus mantas de repudio, pero con cuerpo de rata.
Romero Deschamps terminará como todos los corruptos de su calaña. Actualmente acumula más de una denuncia penal ante la Fiscalía por presunto enriquecimiento ilícito y participación en el robo de combustibles, hace unos días le envió una carta para aplaudir las medidas de rescate de Pemex. El Primer Mandatario, por su parte, ha reiterado que brinda libertad sindical y no tiene dirigentes favoritos.
Sería bueno que doña Bety Vélez se mire en este espejo, y regrese a su base sindical. Porque mientras más alto suba, más fuerte será su caída.
Y a propósito, ¿cómo hará campaña? ¿Qué prometerá después de 3 fallidos periodos de representación? ¿Estará prometiendo que “ahora sí”, se ocupará de su trabajo y gestionará que en los hospitales y centros de salud la base trabajadora tenga los insumos y medicinas necesarias para dar un buen servicio? O hará lo que sabe hacer, aplicar la política del ciclista, que consiste en agacharse frente al patrón, pero pedalear sobre los trabajadores.