Deportivo Morillon superó a Nemo

ALDO VALDEZ SEGURA

Deportivo Morillon no la tuvo nada fácil para poder llevarse a casa los puntos que dejó la jornada número cuatro de la liga Golden Plus de futbol, tuvieron que emplearse a fondo y poner todo el pie en el acelerador para imponerse 2-1 a Nemo.

Duelo de poder a poder que se vivió ayer por la tarde en el campo 1 de la Puerta. Una primera mitad en donde los dos equipos se plantaron bien, Nemo no tuvo cuadro completo así que sus jugadores tuvieron que multiplicarse dentro del terreno de juego.

La defensiva de Nemo fue férrea no dejó pasar nada, pero Deportivo Morillon no dejó de insistir y tuvieron su recompensa, José María Gutiérrez y Gustavo Peña fueron los anotadores, mientras que Cesareo marcó el tanto que acercó a Nemo, pero no tuvieron tiempo para más.

Los Abogados dejaron en el camino a la Noria

ALDO VALDEZ SEGURA

La Noria no pudo, lo intentó, se murieron en la línea pero no fue suficiente, a pesar de que ganaron el juego de vuelta de la fase de cuartos de final de la liga Premier de futbol en su categoría de veteranos, el global no les favoreció, necesitaban ganar dos goles y que no le marcaran, los Abogados merecidamente obtuvieron su pase a la siguiente ronda, 2-1 fue el marcador global.

Atractivo duelo que tuvo como escenario el campo 1 de Blanco. Fue una primera mitad como se esperaba, un equipo de la Noria volcado al frente en busca de los goles y los Abogados soportando los embates, se defendieron hasta con los dientes y no permitieron gol, así se fueron al descanso.

Para la parte complementaria, la Noria echó toda la carne al asador y se fueron con todo en busca de los goles, encontrándose con un penal que fue bien ejecutado por Oscar Vargas, daba esperanza pero el tiempo transcurría y los Abogados no aflojaron en la marcación, ya no hubo tiempo para más y el cotejo llegó a su final.

ESTRICTAMENTE PERSONAL

México, país de ilegales

Raymundo Riva Palacio

Hace casi 25 años, Larry Summers, un connotado profesor y alto funcionario en el gobierno de Bill Clinton en Estados Unidos, decía que el principal problema que tenía México para un desarrollo pleno, era su debilidad del Estado de Derecho. Sin respeto por la ley, argumentaba quien fue secretario del Tesoro, las inversiones no iban a llegar a este país pese al potencial que tenía. Las inversiones son el motor del crecimiento de una nación y todos los regímenes, neoliberales o nacionalistas, keynesianos o abocados al libre mercado, capitalistas, socialistas o comunistas, las cuidan. Si el entorno sociopolítico es desfavorable, el dinero nunca llega.

López Obrador recibió un país con grandes deficiencias en cuanto al respeto de las leyes. Pero las políticas de gobierno que ha planteado frenaron las inversiones ante la incertidumbre de cómo impactará la economía, y la descomposición social, sindical y la creciente protesta de grupos de interés, van a generar en el corto plazo frenos adicionales que limiten las posibilidades del desarrollo prometido. López Obrador se encuentra atrapado en la contradicción de ser Jefe de Estado y comportarse aún como si estuviera en campaña por la Presidencia.

Desde hace unos 20 años, como reacción a la crítica internacional que sintetizaba Summers, México ha construido una arquitectura institucional llena de normativas y leyes, pero con un Talón de Aquiles del tamaño del sol: su incumplimiento. El gran diseño legal carece de contenido, y como es nuestra cultura, todo ha sido sibilino. No estamos bien y la tendencia medible, cuando menos hasta el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, era que íbamos para atrás. La última prueba de ello está en el informe anual del World Justice Proyect, una organización independiente en Washington que trabaja para fortalecer el Estado de Derecho en el mundo, que hoy se da a conocer.

Por segundo año consecutivo, México está en la parte baja de respeto a la ley. El índice de 126 países que se divulga hoy lo coloca en el lugar 99, que es una caída de dos posiciones con respecto a la tabla del año pasado, que se amplió con la inclusión de 13 nuevos países en el ranking. Es decir, si se hubiera mantenido el mismo número de naciones estudiadas, México estaría peor de lo que se muestra hoy. No estamos solos en este deterioro, que está asociado con el repunte del autoritarismo en el mundo. Según el índice del WJP, de los ocho factores que se miden, el de “Límites al Poder Gubernamental” fue el de mayor caída, donde más del 50% de las naciones experimentaron retrocesos.

De acuerdo con la tabla de puntajes, las áreas de mayor preocupación en México son corrupción, seguridad y justicia penal, donde se encuentra casi en el sótano del ranking. En los dos primeros factores se ubica en el lugar 117 de 126 países, y en el tercero, ocupa el 115. Sólo en el factor de gobierno abierto México está evaluado moderadamente bien en las tres categorías, global, regional y por nivel de ingreso. A nivel regional, ocupa el lugar 29 de 30 en corrupción, y el último sitio cuando se mide por nivel de ingreso. Es decir, para la escala de su economía, es el país más corrupto de todos. En el factor de orden y seguridad, México es el penúltimo lugar en el ranking regional y el último por nivel de ingreso, que es algo vergonzoso.

Los datos corresponden al gobierno de Peña Nieto, y sólo hasta la siguiente medición anual, se revisará al de López Obrador. Hasta este momento, las evaluaciones sobre México lo han colocado de manera regular en el fondo de los rankings en los temas de corrupción, efectividad del sistema judicial, derechos humanos y debido proceso. Las calificaciones del nuevo gobierno en estos campos son variopinto. López Obrador ha sido muy enfático en trabajar por los derechos humanos y los responsables de ello han estado muy comprometidos con ese tema desde hace varios años, por lo que se podría esperar una mejora en los próximos índices.

En los otros temas, López Obrador y su gobierno dejan mucho que desear. El debido proceso ha sido escandalosamente violado en los últimos días, cuando al hablar de conflictos de interés han establecido casi en forma mecánica actos de corrupción sin establecer líneas causales, y aún si encontraran violaciones a la ley en las investigaciones en curso, señalaron por nombre y apellido a presuntos responsables de los presuntos ilícitos, con lo cual violaron el eventual derecho a un juicio justo.

La corrupción es el tema de batalla de López Obrador, pero no ha avanzado más allá de la retórica. Inclusive ha declarado que él no actuará en contra de funcionarios de Peña Nieto porque no quiere invertir tiempo, que considera como una pérdida, en aspectos que no tienen que ver con su proyecto de nación. La declaración es política, pero legalmente es una aberración.

López Obrador tendría que ser más cuidadoso cuando se encuentre en el campo de lo jurídico, porque politizar todo lo lleva a un terreno pantanoso. Habría que cuidar también la percepción de que es un gobernante permisivo con violadores de la ley, cuya inacción justifica con el discurso de que no va a criminalizar la protesta social. Esa retórica puede darle réditos en México, pero no pasa ninguna prueba de ácido en el mundo. Hablar de corrupción sin combatirla a fondo, tampoco. Sustentar todo en lo moral y los principios es éticamente fundamental, pero insuficiente para fortalecer el Estado de Derecho.

El presidente tiene que así como ser más prudente en sus acciones de fuerza como presidente, porque transmite un talante autoritario bajo el cual también será medido internacionalmente

Editorial

Bola de mandos

Cuando el Congreso de la Unión está a punto de aprobar la creación de la Guardia Nacional, se mantiene la principal duda de quién tendrá el mando de la nueva fuerza.

Lo más lógico es que el mando real, el operativo, quede en manos de militares, quienes serán su principal componente.

Formalmente los batallones de la Policía Militar y los de la Policía Naval, así como los agrupamientos de la Policía Federal y los nuevos reclutas que serán adiestrados por el Ejército, estarán bajo mando civil, el del secretario de Seguridad y Protección Ciudadana (SSyPC), Alfonso Durazo.

Pero si algo han demostrado los 12 años de combate a la delincuencia organizada es que los militares no están dispuestos a quedar bajo las órdenes de los civiles.

Ese fue el motivo por el que no pudo crearse la Gendarmería Nacional en el sexenio pasado, y uno de los que originó la confrontación entre el exsecretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, y el jefe del Ejército, el general ahora retirado Guillermo Galván, durante el gobierno de Felipe Calderón.

Es impensable que el mando operativo de las tropas quede en un civil. Pero también es seguro que los efectivos castrenses seguirán respondiendo al Ejército y a la Marina.

Sobre todo, porque en la SSyPC el control quedó fragmentado en los distintos grupos en los que el presidente Andrés Manuel López Obrador dejó el tema de seguridad.

El secretario Alfonso Durazo quedó en medio de esos grupos. Lo que se perfilaba como una secretaría poderosa, acabó en una institución atomizada.

La sombra más pesada que tiene Durazo es la del general retirado Audomaro Martínez, el militar que acompañó a López Obrador en sus incursiones presidenciales desde 2006, y que ahora está a cargo del Centro Nacional de Inteligencia (CNI).

Pero, sobre todo, este militar de Caballería es a quien el general de la misma arma, Luis Crescencio Sandoval, le debe mucho por haber llegado a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena). Es decir, el flujo de información será directo entre los militares del CNI y la Sedena, sin que pase necesariamente por las manos del titular de la SSyPC.

El contrapeso que podrían tener los generales es el del secretario general del CNI, José Ángel Ávila, una pieza no de Durazo, sino del secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard.

En el caso de los efectivos de la Policía Federal, que no son pocos entre los miles de efectivos de lo que fueron las divisiones de Fuerzas Federales y Fuerza Regional, el control lo tiene el viejo policía Arturo Jiménez Martínez, hombre cercano al titular de la Fiscalía General de la República, Alejandro Gertz Manero.

Jiménez y Gertz Manero trabajaron juntos cuando el ahora fiscal fue el primer titular de la Secretaría de Seguridad Pública federal.

Celebrada por la unanimidad con que fue aprobada en el Senado, la Guardia Nacional podría convertirse en la disputa perfecta en el gobierno del gobierno de López Obrador. A menos, claro, que el presidente imponga a los militares sólo para que transite su gobierno. Lo que siga, le tocará a su sucesor, según lo aprobado hasta ahora.

SOS COSTA GRANDE

 (Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

Una de las promesas del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, fue la reducción paulatina de las tarifas de electricidad y el precio de las gasolinas, el gas y el diésel, a sabiendas de que es el sector energético el que mueve la planta productiva del país, que hoy está dependiendo casi exclusivamente de las importaciones de Estados Unidos y, en el caso de la energía eléctrica, de la producción de empresas extranjeras que se beneficiaron con la apertura que se hizo desde el gobierno de Felipe Calderón y que continúo con mayor agresividad con el gobierno de Enrique Peña Nieto.

Para consumar esto, tuvieron que debilitar a la CFE, que era una empresa competitiva y que producía la totalidad de la energía que necesitaba el país, a menor precio. Hoy, lo que fue una empresa “de clase mundial”, no es ni la mitad que antes de la docena trágica panista tuvimos. Porque aunque con altos niveles de corrupción, la verdad es que aun así la CFE estaba entre las mejores del mundo, muy lejos de lo que hoy se tiene.

La óptica que privó durante la era panista y el gobierno del Nuevo PRI, fue la de beneficiar a grandes consorcios nacionales y extranjeros, que producen electricidad en el suelo nacional, pero que le venden al mismo gobierno, a la misma CFE, y que además exigen subsidios y usan las instalaciones nacionales.

Estas empresas operan bajo el esquema de Productores Independientes de Energía (PIE), que se creó para derrumbar, dijeron, el monopolio de Estado que antes teníamos. Pero sólo producen y tienen la compra de su producción asegurada, no distribuyen a particulares. En resumen, todo es ganancia para ellas. Por ejemplo, en 2014 la CFE pagó a estas empresas 38 mil 101 millones de pesos. Y en 2017, pagó más de 55 mil 554 millones de pesos, algo que representó un incremento del 45.83 por ciento.

De manera global, del 2000 al 2017 la CFE pagó a los PIE, 320 mil 857 millones de pesos. Y lo peor: la CFE asumió el compromiso de comprar electricidad por un periodo de 25 años más, lo cual representa más de 1 billón 913 millones de pesos. ¿Qué tal?

El resultado de esta política entreguista es desastroso: tarifas de luz cada vez más caras, y el abandono de la paraestatal a propósito, para beneficiar a unas cuantas empresas particulares, pero en detrimento de la población, que tiene que cargar el costo de la corrupción, la impunidad, y la apertura agresiva económica en su máximo nivel en un sector que no se justificaba.

Pero esto no es lo único que aqueja a la CFE. Para colmo, lo poco que queda de ella (50 por ciento de lo que antes fue), está sometido a presiones graves de robo de electricidad de empresas y gobiernos. No estamos hablando sólo de los diablitos que jalan los pobres en las colonias populares de las grandes urbes, o en zonas donde las redes son deficientes, sino de robos a gran escala de energía y que suma miles de millones de pesos por año.

De paso, el gobierno federal, los gobiernos de los estados y de los municipios, se suman al saqueo, pues en su mayoría mantienen adeudos multimillonarios con la CFE, que la mantienen en jaque, y que ahora están pidiendo el borrón y cuenta nueva.

AMLO se ha propuesto el rescate de Pemex y la CFE, ya no para reintegrarlas como empresas paraestatales, sino para que compitan con ventaja frente a la apertura ilimitada que provocaron los gobiernos anteriores, aunque mucho es parte de una tremenda simulación, pues las inversiones prometidas nunca llegaron, el sector energético mexicano sigue pauperizado y en gran desventaja frente al exterior, mientras que las empresas que compitieron para participar en diversas fases y obtuvieron los contratos, siguen conteniendo sus capitales.

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