Armando Ríos Piter
Sin duda alguna, una de las películas que marcaron la década de los ochenta fue aquella en la que Marty McFly, a bordo de un DeLorean convertido en máquina del tiempo, regresa varias décadas atrás. El filme se basa en evitar que el protagonista se quede estancado en el pasado y regrese a la época que le corresponde. No son pocas las veces que en estos últimos dos años he tenido esa misma sensación. Cuando para resolver los problemas actuales se buscan soluciones del pasado o esquemas que dejaron de funcionar, surge la necesidad crucial de volver al futuro.
Propuestas como la realizada por el presidente López Obrador en su mañanera del jueves de la semana pasada nos recuerdan esta situación. AMLO dijo que analizará con su gabinete la posibilidad de que órganos autónomos como la Comisión Federal de Competencia (Cofece), el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), el Instituto Nacional de Acceso a la Información (Inai), sean absorbidos por las secretarías de la Función Pública, de Comunicaciónes y de Gobernación. Su principal argumento es disminuir el gasto que estos provocan.
La creación de estos organismos y especialmente dotarlos de autonomía, tuvo como justificación darles mayor capacidad técnica para la toma de decisiones, independencia frente al poder público y protegerlos de la cooptación política. Derivado de ello, algunos expertos destacan que la Cofece ha supervisado concentraciones económicas o de mercado por más de 13 billones de pesos, además, ha impuesto multas superiores a los 6 mil millones de pesos. Por su parte, el IFT, ha logrado reducir los precios de los servicios de telecomunicaciones en 27 por ciento y en el caso de los servicios móviles hasta 44 por ciento, lo que implica ahorros por 425 mil millones de pesos para los consumidores.
No obstante, para continuar con el recuerdo ochentero, la serie Cobra Kai -tan en boga estos últimos días- nos recuerda que en esta época debemos considerar diferentes ángulos para analizar y entender la realidad. La vieja rencilla del buen discípulo del señor Miyagi, contra el pedante Johnny Lawrence, vista 30 años después, nos muestra que siempre hay dos puntos de vista, donde el bueno no es tan bueno y el malo no es tan malo.
Sirva esta analogía para entender los nuevos tiempos. El cambio tecnológico, particularmente la hiperconectividad ha posibilitado que amplios segmentos de la población unifiquen criterios y expresen su visión de la realidad. Se acabaron las verdades absolutas. Hoy es evidente que en nuestra sociedad coexisten distintas formas de interpretar cualquier hecho. Las redes sociales nos han demostrado que un mismo fenómeno puede entenderse de distintas formas y defenderse de manera masiva desde cualquier ángulo. Para una sencilla muestra, las imágenes del pasado miércoles en Washington D.C. donde miles de personas se manifestaron en contra del fraude electoral.
Por ello, la propuesta de AMLO también debe revisarse desde otra perspectiva. Cuando López Obrador critica que el INAI es poco eficiente, advierte que una solicitud de información tarda hasta 30 días en cubrirse. Generalmente, las respuestas se entregan en el último minuto antes del vencimiento del plazo. Cuando critica la dificultad que tiene elaborar una solicitud de información actualmente para la mayoría de la población, tiene razón. Incluso, cuando ha dicho que para la mayoría de la gente en el país estas instituciones no son relevantes, tiene un punto, pues la gran mayoría de los mexicanos desconoce que éstas existen o su funcionalidad.
Con base en esto las preguntas son: ¿Cómo hacer que el gobierno cueste menos, pero sea más eficiente? ¿Cómo mejorar la capacidad de las instituciones para garantizar transparencia inmediata? ¿Cómo hacer que el trámite sea sencillo, popularmente entendido y masivamente aprovechado? Si las respuestas institucionales de hoy no son suficientes, tampoco lo serán las del pasado. Se requieren nuevas solciones para evolucionar, no estancarnos ni regresar a un pasado que dejó de funcionar.