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SOS COSTA GRANDE

SOS COSTA GRANDE

(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

México es una República, y un territorio constituido por entidades federativas autónomas. De ahí que nada de lo que se proyecte en la nación puede avanzar sin el acuerdo de los gobernadores. De hecho, los fracasos de planes como el de la pacificación se han estrellado en la abulia de los mandatarios estatales, al grado de que el ex presidente Felipe Calderón, el que comenzó la guerra contra el narcotráfico, acusó a los gobernadores de su época de haber hecho caso omiso de los acuerdos y disposiciones federales.

Pero definitivamente Felipe no fue un presidente que haya tenido mucha aceptación entre los gobernadores. De hecho, se confrontó con varios de ellos, como sucedió con el de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, al que sometió a diversas presiones.

Incluso, fue Felipe el que se tomó el proyecto del Tianguis Turístico de Acapulco, para hacerlo itinerante, como una revancha en contra de las autoridades de esta entidad, que según decía nada hacían contra la inseguridad. Aquello fue visto como un castigo para Guerrero, entidad a la que en lugar de ayudar a salir del pozo, le quitaba lo único bueno que todavía le quedaba.

Aguirre Rivero le tuvo que contestar al presidente, cuando éste criticó a sus policías, y le recordó que no estábamos en Suiza.

Hace poco, este desaguisado volvió a retomarse, cuando en el marco de la pasada elección, Felipe sacó a relucir que los gobernadores son parte del problema y no de la solución en materia de seguridad.

Recordamos también que pese a que Felipe comenzó de lleno sus planes de seguridad y pacificación en otras entidades, no había tomado en cuenta a Guerrero, hasta que los profesores de Acapulco hicieron un paro laboral muy prolongado, ya que las células delictivas habían tomado a las escuelas como centros de financiamiento vía extorsiones.

Sólo entonces, Felipe accedió a crear el plan Guerrero Seguro, que le quitó presión al gobierno de Aguirre, aunque la violencia no se redujo, sino todo lo contario, pues fue en su gobierno cuando el puerto de Acapulco tocó fondo, se retiraron las navieras y huyeron los spring brakers.

El presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, está comenzando por donde se debe: diálogo y acuerdos, dándoles su lugar a los gobernadores, apapachándolos, tomándolos en cuenta.

No en balde fue puntual cuando los súper delegados quisieron montársele en las barbas, metiendo ruido en la relación que por el bien de la República debe existir entre el presidente y los mandatarios estatales.

Recordemos cuando el delegado de programas sociales, Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros, se pasó de listo con el gobernador Astudillo, en la primera visita de AMLO a Tlapa de Comonfort, donde se organizó una rechifla en contra del mandatario estatal. Fue el propio presidente de la República el que salió en defensa de Astudillo, pero también el que ventaneó quién había tejido esa tenebra.

Y aunque lo negó, de hecho, desde entonces Pablo Amílcar anda bajito de sal, y a perfil bajo. Tan bajo, que casi no se le ve, dejó su protagonismo.

AMLO ha venido tejiendo una buena plataforma con los gobernadores. Salvo el de Chihuahua, Javier Corral, que pretende capitalizar su oposición al régimen, como catapulta de su proyecto por la presidencia de la República en 2024, todos están en sintonía con el proyecto de la 4 Transformación.

Claro que en todos lados se cuecen habas, y habrá algunos que estén ahí de dientes para fuera, pero definitivamente panistas, priístas, perredistas y morenistas no dejarán pasar esta oportunidad de ser tomados en cuenta, bajo una agenda de 4 puntos: crecimiento económico mínimo de 4 puntos, paz, abatimiento de la corrupción y combate a la pobreza.

Suena simple, pero estos son los 4 cánceres del país. Y sin los gobernadores muy poco podrá lograrse.

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