(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Como en la administración estatal, el gobierno de Acapulco se enfrenta a la misma situación de endeudamiento histórico, que involucra a las administraciones municipales de los últimos 16 años, sobre todo desde el gobierno de Manuel Añorve Baños, quien -según el también ex alcalde Luis Walton Aburto-, fue el ahora senador de la República quien dejó deudas impagables en el puerto acapulqueño.
Esto dificultó el desempeño del resto de las administraciones, hasta llegar a lo que ahora se tiene: un grave endeudamiento que pone al municipio más importante del estado ante una quiebra real.
El problema es tan serio, se sinceró Luis Walton, que si la Federación no aporta recursos extraordinarios para que Acapulco salde sus deudas ante la CFE, sobre todo, no habrá manera de resolver nada, mucho menos con una nómina mensual de alrededor de 130 millones de pesos.
Pero la sinceridad de Walton en poco nos ayuda. Como tampoco vale la sinceridad de la administración estatal, que admita que heredó del gobierno de Héctor Astudillo Flores un boquete financiero de 22 mil millones de pesos, y que a su vez Astudillo se justifique diciendo que esa deuda data desde 1996 a la fecha. O sea, desde el primer gobierno de Ángel Aguirre Rivero.
No nos sirve de nada que los políticos saquen su ropa sucia al sol, cuando lo que debieron hacer fue denunciar semejantes desfalcos y exigir la investigación de estos.
¿Por qué Añorve dejó más de 500 millones de pesos en deudas? ¿Por qué Walton, quien fue el sucesor, no exigió se investigara al gobierno de su antecesor? ¿Por qué Adela hizo lo mismo con el gobierno de Evodio, solapando otra deuda de 500 millones de pesos adicionales ante la Comisión Federal?
Por las mismas razones que tuvieron todos los gobernadores para irse solapando sus tropelías y rapacerías. Que al cabo el pueblo paga y el pueblo aguanta.
Consideramos que las reglas del juego deben cambiar, en vista del éxito obtenido hasta hoy. Ya no deben ser los alcaldes o gobernadores los que puedan o deban denunciar los boquetes financieros que encuentra y pedir la intervención de la Auditoría y Contraloría, sino que lo pueda hacer cualquier ciudadano.
O, las instancias fiscalizadoras deben actuar de oficio, no sólo mediante denuncia. Porque da el caso de que toda la carga recae en el gobernante que llega. Y si éste no presenta denuncias o reporta las fallas encontradas, ni la Contraloría ni la Auditoría se mueven.
A eso le apuestan, de hecho, tanto alcaldes como gobernadores. Los primeros a que sus sucesores harán lo mismo que ellos y que por lo tanto se taparán con la misma picha. Los segundos, también se tantean porque lo que menos quieren es que sus antecesores les alboroten el avispero, usando sus influencias en medios de comunicación a modo (ahora con las redes sociales pululan las páginas de Facebook que son usadas como medios digitales que en realidad son vocerías de políticos), o bien desatando a las fuerzas fácticas que están vigentes y bastante activas en la entidad.
Por lo tanto, todos van con pies de plomo, esperando que los dejen gobernar en paz, por lo menos, aunque tengan que lidiar con los boquetes financieros y los déficit que cada vez son más escandalosos.
Si ese candado no se rompe, seguirá la misma historia. Los entrantes sólo denuncian en medios y redes sociales lo que encuentran, a manera de justificación. Pero incumplen con su obligación de denunciar ante las instancias correspondientes.
Lo que es peor, aunque las autoridades federales detecten desvíos de recursos, como sucedió en el gobierno de Ángel Aguirre Rivero, les dan todas las oportunidades para “solventar”, con el argumento de que se trata de “observaciones”.
Y como son “observaciones”, entonces no son consideradas delitos, porque el ex funcionario tiene muchos meses y hasta años de gracia para justificar los boquetes informativos y documentales.
Al final, todo se arregla con dinero. Los auditores venden su conciencia, que al cabo de lo robado lo que aparezca.
Está muy bueno el mea culpa de Luis Walton Aburto. Sólo recordarle que su sinceridad para nada ayuda a los acapulqueños, a 10 años de que concluyó la administración añorvista. El señor ya hasta fue candidato a gobernador, diputado federal, senador de la República y aspirante de nuevo al gobierno de Guerrero.
¿Entonces, como para qué usa su ronco pecho para hablar de “realidades?