(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Cito este día, estimado lector, una frase de Lorenzo Córdova Vianello, consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE): “Un árbitro sin concha dura no sirve”.
Pero eso mismo aplica para todos los políticos, viejos y bisoños. Los primeros, quienes aspiran a perpetuarse en el poder, y los segundo que andan haciendo sus pininos para gozar de esa mieles, diciendo que van a trabajar por el bien de todos, de la patria y hasta del perro de mi casa.
Disculpe usted lo atrevido, pero es la verdad. En estos tiempos, a los ciudadanos nos bajan la luna y las estrellas, para convencernos de votar por ellos. Pero una vez en el poder, se empoderan y ni quién los vuelva a ver. Si acaso al inicio de sus gobiernos te reciben alguna llamada, o te dan un saludito de lejos. Después, conforme pase el tiempo y según sea un cargo de 3 años o de 6, poco a poco se van transformando, hasta esconderse en sus camionetas de lujo.
Y así, cada 3 o 6 años, asistimos a la metamoforsis de gente que, siendo ciudadanos de a pie, cambian al grado de que ya son sólo apariencia.
Curiosamente, cuando vuelven las campañas, los lords vuelven a bajarse de su pedestal, y entonces vuelve a buscar a la gente. Se quitan el cuero sensible y se ponen el del amor incondicional. Y uno les vuelve a creer una y otra vez, y otra vez, y otra vez.
La pregunta es si este círculo vicioso tendrá fin alguna vez. La repuesta es no, porque se alimenta del ego de quien se empodera, y de la conciencia de los que votamos.
¿Hemos oído la frase de que el pueblo tiene el gobierno que merece? Esto es verdad, pero no es así de simple, tiene que ver con la conciencia colectiva de la sociedad, o de ese pueblo determinado. Los cambios reales siempre se dan de abajo hacia arriba, y no al revés.
Por ejemplo, cuando en 2012 ganó Enrique Peña Nieto, fue obvio que lo que prevaleció entre el electorado fue el show televisual que hacía con La Gaviota, y finalmente eso resultó ser. Las mujeres enloquecían por el guapo del Grupo Atlacomulco, y como dice el analista político Alfredo Jalife, Peña Nieto ni cuenta se dio que fue presidente de México, pues sólo lo utilizaron para acceder al poder, pero quien dictó los lineamientos de su gobierno fue su secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso.
Ese voto mayoritario lo aportaron, por cierto, las mujeres y los jóvenes. En tercer lugar los ancianos.
Para 2018 hubo un cambio, que nadie se esperaba. La gente ya estaba apercibida que seguir en la misma ruta sería ir al abismo, pero no fue de gratis. Tuvimos que sufrir el gasolinazo y todos los efectos de la reforma energética, que incluía la liberación paulatina del precio de las gasolinas, algo que se concretó precisamente en 2018. Este problema cambió la conciencia de la gente de manera masiva, y por eso el voto mayoritario e inamovible fue para Morena y su candidato.
Y si nos atenemos a las recientes encuestas, el partido lópezobradorista sigue firme a nivel nacional, aunque claro que eso no aplica para todo el territorio, pues en distritos y municipios la oposición dará sorpresas, sobre todo la alianza Va por México, que aquí sería Va por Guerrero, donde la excelente calificación del gobierno de Héctor Astudillo ayudaría a los aliancistas a remontar los porcentajes que los ubican en este momento bastante rezagados.
El conflicto interno de Morena ayuda, y aún no sabemos cómo se va a resolver, aunque ayer trascendió que Félix Salgado Macedonio sería ratificado como candidato, ante la inconformidad de Luis Walton Aburto, quien ayer acusó de que no hay certeza en la encuesta, pues no se sabe quiénes están participando o a quiénes están tomando en cuenta en este nuevo sondeo.
Adela Román Ocampo, alcaldesa de Acapulco, también anunció que recorrerá el estado y para ello solicitó licencia. Y, sobre todo, pidió que la Fiscalía de Guerrero resuelva ya el caso Félix Salgado, pues en todo caso se convertirá en cómplice de un posible delito, o bien lo usará como marro para golpear al partido y la Cuarta Transformación.
Volviendo al tema, de los políticos de piel delgado, es obvio que el mayor riesgo que existe en política en México es la polarización, aderezada con un “delicado componente de intolerancia”, que no busca vencer al oponente con argumentos, sino desaparecerlo del ambiente político.
Eso se ve en redes sociales, donde los internautas no saben distinguir entre la noticia simple y llana, que se recoge en los foros políticos, y entonces se van en contra de los medios que publican, atribuyéndoles intenciones indecibles.
La campaña apenas comenzó y ya hiede. Para nadie será fácil, menos para los medios de comunicación, como tampoco para las autoridades electorales.