(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Los esfuerzos de los líderes de Morena para conseguir candidaturas de unidad son extraordinarios, pero dado que para cada puesto hay hasta 15 o 20 aspirantes, eso será algo muy difícil de lograr.
¿Cuál fue el problema de fondo? Que en tratando de aparentar ser un partido democrático (no dudo que la intención sea buena, pero no era el momento), o tal vez para absorber figuras de la oposición con mayor presencia que les garantizara el triunfo al tiempo que desfondaban más al PRD y debilitaban al PRI, los dirigentes abrieron lo registros a militantes y simpatizantes, teniendo como único filtro el no haber sido desechado de su partido previamente. Es decir, que el que llegue a Morena, lo haga porque está convencido de que la Cuarta Transformación es vital para México y porque comulga con este plan de gobierno. De lo contrario, sólo demostrará que busca acceder a un cargo o volver a él, para continuar enriqueciéndose.
Sabemos de perredistas que habiendo apoyado a Morena, estaban dispuestos a volver al partido, pero en cuanto vieron la alianza con el PRI, determinaron no continuar. Y son estos ex militantes del PRD los que comenzaron a buscar espacio en Morena, pero obviamente con la esperanza de que algo les toque.
Hay incluso caso de priístas reconocidos, con una larga trayectoria en ese partido, ya están buscando cargos en el partido guinda.
¿Qué acuerdos serían posibles en un ambiente como este? Ya se vivió en el 2018, donde solamente la presidencia de la República, así como las candidaturas a senadores, diputados federales e incuso diputados locales no tuvieron gran oposición. Al contrario, arrasaron y Morena no sólo ganó la presidencia con Andrés Manuel López Obrador, sino también se logró la mayoría en el Congreso federal, algo que no sucedía desde tiempos de Ernesto Zedillo Ponce de León, a quien le favoreció el efecto del luto por la muerte de Colosio, quedando la candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas abortada por segunda vez.
Aquella fue la última vez en que un presidente de la República tuvo mayoría en el Congreso de la Unión, en la primera mitad de su sexenio, y a Zedillo le fue demasiado fácil imponernos el rescate bancario, conocido como Fobaproa.
Desde entonces, 21 años después y 7 legislaturas más, el Congreso federal volvió a tener una sola fuerza con mayoría, cosa que Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, no disfrutaron.
Volviendo al 2018, todo cambió a la hora de definir las candidaturas a presidentes municipales, donde Pablo Amílcar y su camarilla manipularon el proceso, y aunque tuvieron como oposición al finado César Núñez y a Marcial Rodríguez Saldaña, su grupo ya era demasiado fuerte, pues dominaba el partido y él mismo era aspirante primero a una senaduría y luego se adjudicó una diputación plurinominal.
Como pensaron que se trataba de un triunfo cantado, por el efecto Peje, entonces hicieron y deshicieron. Inventaron encuestas, impulsaron candidaturas “de unidad”, que realmente eran favores al mejor postor. En la mayoría de los casos, los favorecidos no fueron morenistas, sino perredistas, panistas y priítas, y podemos revisar caso por caso para comprobarlo.
Hoy se quejan de que hay un ejército de gente de otros partidos siguiendo a Félix Salgado Macedonio, corifeos y advenedizos de la izquierda decrépita que ellos mismos arrimaron, en tratando de ser los fuertes, pues hacia dentro de Morena tenían oposición.
Lo mismo hicieron ahora. Estuvieron convidando a gente de otros partidos, con la oferta de las candidaturas, y les fueron a levantar la mano públicamente, disfrazándolas de “adhesiones”.
De paso, una vez que perdieron la encuesta, porque ni siquiera lograron el segundo lugar, no son capaces de sentarse a dialogar para componer lo que descompusieron.
Esto debería de preocuparles. Se creyeron que Pablo era el favorito de López Obrador, pero podemos apostar que al presidente no le importan las gubernaturas, mucho menos las diputaciones locales o ayuntamientos. No se va a desgastar en querer abarcarlo todo, y a pelearse con las tribus locales. Al mandatario lo que le importa es conservar la mayoría en el Congreso de la Unión, pues se renueva la cámara baja.
Sobre todo, porque contra toda lógica programática, ideológica e histórica, el PRI, el PAN y el PRD pactaron una alianza electoral en más de 200 distritos electorales, apoyados fuertemente por empresarios.
Eligieron precisamente los distritos donde, de acuerdo a los resultados específicos de 2018 y a lo que registran diversas encuestas, si van juntos pueden derrotar a Morena.
Sí, estos partidos están muy desprestigiados, pero no olvidemos que todavía tienen 25 gobernadores avezados en las guerras electorales y cuentan con una maquinaria partidista todavía bien aceitada.
Las elecciones de Hidalgo y Coahuila son ejemplo de lo que puede suceder, pues el viejo y desvencijado PRI dio la sorpresa de una resurrección que era impensable en tan poco tiempo.
Así que si los de Morena se siguen peleando, llevarán al despeñadero a la Cuarta Transformación. Para eso se hicieron los caballos de Troya.