(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Las elecciones de Estados Unidos están a nivel cardiaco. Hasta este miércoles por la tarde-noche, aún no había un ganador, pero el demócrata Joe Biden estaba a 6 votos del triunfo, pues sumaba 264 sufragios al interior del Consejo Electoral, mientras que el republicano Donald Trump tenía 213.
¿Qué sucedió? La noche anterior, Trump lidereaba las preferencias. Y aunque perdió Arizona, que es un bastión republicano, y que representa 11 votos en el Consejo Electoral, el cómputo efectivamente se frenó hacia la 1:00 de la mañana, tiempo de México, faltando 9 estados de la Unión Americana por concluir el conteo de los votos.
Ya al amanecer, el avance era nulo y el argumento era que se trató de una elección histórica, por el nivel de votación registrada, pues habrían participado unos 100 millones de estadounidenses.
Trump había ganado holgadamente los estados de Texas y Florida, y avanzaba en Wisconsin, Michigan, Ilinois, Ohio y Pensilvania, los cuales representan muchos votos y que son vitales para garantizar el triunfo.
Pero con el paso de las horas, cuando se comenzaron a contar los votos recibidos por correo, el proceso dio vuelta y Biden tomó la delantera en esas entidades, con excepción de Ohio. Al cierre de esta edición, había sido declarado ganador en Michigan y Wisconsing, sumando 26 votos, y peleaba de cerca Pensilvania, por 20 votos más.
Entre tanto, el presidente Trump llevaba la delantera en Carolina de Norte y Georgia, pero con baja ventaja, la cual también se puede revertir conforme avanza el cómputo de votos por correo, proceso que puede durar hasta 3 días, pues se siguen recibiendo y la autoridad electoral tiene la obligación de tomar como válidos los votos que se hayan emitido antes de la contienda electoral, que fue el martes 3 de noviembre, basándose en el matasellos del correo.
Por si fuera poco, los votos están todavía en los buzones de los ciudadanos, o bien apenas se están recogiendo, porque a pesar de que hubo orden de un juez para que se recogieran el día de la elección máximo a las 3:00 de la tarde, para que pudieran clasificarse y enviarse, no se hizo y por ello un juez demandó la destitución del titular del Servicio Postal.
Esto último dará mucho de qué hablar, ya que si tales votos no se recogieron el día señalado, prácticamente ya son inválidos, pues no habría evidencia de que en verdad se enviaron a tiempo.
¿Qué más podemos decir de esta elección, considerada atípica por los analistas? No mucho. En realidad todas las encuestas previas y durante el proceso marcaban una notable pérdida de popularidad de Donald Trump entre la sociedad estadounidense, no tanto por sus posturas racistas y xenófobas, sino porque sus decisiones -que eran necesarias- como la renegociación del Tratado de Libre Comercio y las nuevas condiciones para transnacionales, para que volvieran a territorio americano, en lugar de buscar países con mano de obra barata y con leyes más laxas para maquilar sus productos, dejando al país solamente los empleos más especializados, razón por la cual se estaba ante una crisis de trabajo grave.
Con ello también se repatriaron capitales.
Trump también evitó que Estados Unidos cayera en las garras de China, a través de un tratado comercial leonino, que México en tiempos de Peña Nieto también ya había aceptado. Y, al contrario, se fajó con China, imponiendo nuevas condiciones comerciales.
En el contexto de este pleito, por cierto, saltó a escena el Covid-19, y Trump acusó a China de no avisar a tiempo de ese brote, que aparentemente se detectó en diciembre del año pasado. Y también tomó la decisión de retirar a Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud, por haber también tardado en aceptar que ese nuevo coronavirus no sería como el SARS o el MERS, sino que sería pandémico.
Podemos decir, entonces, que la caída de Trump se debe al Covid-19. Principalmente al manejo de la crisis de salud pública y sus consecuencias, sobre todo el número de muertos, que suman más de 200 mil, de unos 10 millones de contagios registrados, desde la aparición del primer caso.
Trump, además, hizo declaraciones desafortunadas, como los presidentes de todos los países lo han hecho, México incluido, tratando de no alarmar a la gente. Incluso se negó a usar cubrebocas, y en plena campaña se infectó, lo mismo que su mujer, su hijo y algunos colaboradores.
Todos esos desatinos le dieron a Biden las principales propuestas de su campaña: Mejorar el manejo de la pandemia, mejor trato a los negros y latinos; y, obviamente, diseñar una política exterior más amable, así como alejarse de las energías derivadas del petróleo y retomar el proyecto de las energías limpias.
Bueno, no nos emocionemos; tan sólo recordar que la única ley de amnistía para migrantes que se ha dado en los últimos 40 años, la dio un republicano, Ronald Reagan, en los años 80. Y desde entonces, lo que ha habido es opresión y amenazas contra los migrantes y sus hijos no nacidos en suelo estadounidense.
El trato a los migrantes fue también de escándalo, por las violaciones a los derechos humanos al separar a las familias. Pero, insisto, no nos alegremos, la agenda en Estados Unidos no es individual. Por ejemplo, la construcción de muros comenzó con Bill Clinton y proseguirá.
Gane quien gane, además, México tendrá que adaptarse, como lo ha hecho siempre. AMLO y Ebrard deberán de comenzar de cero a construir una relación con Biden y ajustar las agendas.