(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
“Todos los males de la democracia pueden curarse con más democracia”: Juan Bautista Alberdi.
¿Qué está pasando en el partido lópezobradorista? Una verdadera carnicería. Poco falta para que no quede mono con cabeza. La encuesta por la dirigencia nacional, que se aplicará del 26 de septiembre al 2 de octubre, es una pantalla gigante que magnifica las diferencias de este partido que, como dijo Muñoz Ledo, aún no se puede considerar partido, porque le falta organicidad, dijo.
En resumen, Morena es todavía un amasijo de grupos políticos, sociales y económicos, muchos venidos de otros partidos. Es un partido tan joven, al que le llegó el poder tan pronto, que si no despiertan de su marasmo y se restablecen de la fiebre de la piñata del triunfo de 2018, llegarán a 2021 despedazados, y muertos para 2024.
Con sólo saber que en el proceso abierto que está desarrollando el INE, para elegir al presidente y al secretario general del partido, se inscribieron más de 100 aspirantes, y el instituto ya redujo esa lista a 71, de donde elegirán a los 6 candidatos para cada cargo.
Imposible que las 3 encuestadoras contratadas puedan resolver este nudo de aspirantes, y por eso lo limitaron a 6, que no dejan de ser muchos burros para tan pocos elotes.
Algunos comentaristas señalan que lo que sucede en Morena es el reflejo de la cultura antidemocrática del país.
En parte coincido, porque procesos similares ya sucedieron en el PRI, y también en el PAN, donde hace años vimos un choque entre los institucionales y los neopanistas. O lo que vimos entre los tricolores, con Madrazo Pintado y Beatriz Paredez Rangel.
En el PRD sucedió lo mismo con el grupo de Amalia García y Los Chuchos, quienes terminaron apoderándose del partido, desplazando a las demás tribus y convirtiendo la dirigencia del Sol Azteca en un imperio faraónico.
Pero, no sé si sea por el efecto de las redes sociales, o si se trate de algo más grave. Pero lo que está sucediendo en Morena, no tiene nombre. Es una guerra campal. Todos contra todos y no hay visos de conciliación entre los grupos.
Recientemente, cuando Noroña quiso ser presidente de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, haciendo algunos truquillos que aparentemente eran saludables, vino el linchamiento mediático de Mario Delgado, líder de la fracción morenista en la Cámara Baja, quien se apegó a los acuerdos iniciales, y a quien evidentemente el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, ya le había dado línea de que se respetaran los tratos. “No somos iguales”, dijo, en tratando de corregirles la página.
Pero los indignados morenistas, quienes estaban empecinados en desplazar al PRI de su turno en la Mesa Directiva, se abalanzaron en contra de lo que ellos llaman “traidores”, exhibiendo los nombres de los que votaron a favor de que la presidenta de ese órgano fuera la diputada priísta Dulce María Sauri Riancho.
Volviendo al escenario de las encuestas, mucho peor. Es un “todo contra todos”. Hasta el más viejo de los participantes, don Porfirio Muñoz Ledo, le entró a la diatriba, aunque con más bases que los demás.
A todos parece asistirles la razón. Todos tienen un cachito de la verdad. Y si tan sólo se pusieran de acuerdo, Morena sería -como en sus tiempos lo fue el PRD-, no sólo un partido político formado a la sombra del presidente Andrés Manuel López Obrador, sino un verdadero partido político, en donde todos sus miembros tuvieran los mismos derechos de aspirar a algún cargo, sin tener que ser llamado corrupto, ni vendido, ni traidor.
Lo grave es que, a diferencia de los perredistas, que eran como las buenas comadres (se podrán ofender, pero jamás hacerse daño), los morenistas se están mostrando muy cerrados, nada proclives al diálogo y mucho menos a aceptar las diferencias entre ellos.
Esto, en lugar de ser algo alentador, es algo aterrador.
Todo forma parte de cómo se creado los partidos; y de su relación con el poder político y económico, y por eso cada mono le reza a su santito.
Pero también se observa una grave fata de formación ciudadana política, en las deferentes esferas de la actividad pública. Hay poca madurez de esta organización (ya dijo Don Porfirio que todavía no son un partido) y su llegada al poder tan temprano, en lugar de ayudarles, les está haciendo daño.
Es como aquel que cuando llega a tener, loco se quiere volver.
Claro, hay que resaltar un aspecto grave: la intromisión del Tribunal Federal Electoral, que mandó hacer elección de la nueva dirigencia del partido, cuando en su reglamento interno de Morena está prohibido realizarlo por esta vía. Lamentablemente AMLO ha sido consecuente con esa intromisión, y en realidad desde que renunció como líder de este partido, dejó todo en manos de los grupos internos, que comenzaron a desgarrarse.
Debe haber, y pronto, una amalgama entre partido y movimiento, si quieren Morena para rato.