Opinion

SOS COSTA GRANDE

By Despertar Redacción

August 21, 2020

 (Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

Para limpiar una casa tan sucia y grande como es México, se necesita más que una denuncia penal que, además, ya se filtró sin haber concluido el debido proceso. Esto significa que la querella puede caerse en cualquier momento, como se han caído tantas otras en las que no se cuidan los detalles.

Primero, fue la filtración de un video en la que empleados del Senado de la República, ligados al PAN, recibían bolsas de dinero de un empresario ligado a Odebrecht.

Pero luego, el jueves, se filtró prácticamente toda la denuncia de Emilio Lozoya, ex director de Pemex. El documento original circuló por todos los medios y redes sociales, con todo y su contenido, que comenzó a ser desmenuzado por los periodistas y opinadores, así como por gente común.

Así supimos que Lozoya denuncia que el ex presidente Carlos Salinas de Gortari nunca se fue, sino que siempre estuvo aquí. Esta vez cabildeando a favor de los panistas, y también cabildeando a favor de uno de sus hijos, Juan Cristóbal, quien es empresario del ramo petrolero, siempre detrás del titular de Hacienda, Luis Videgaray Caso.

Siempre se dijo que Enrique Peña Nieto era el figurín del Grupo Salinas en la presidencia, y que éste se conformaba con dinero y regalos caros, permitiéndole a Salinas mover a Videgaray en todos los asuntos más importantes.

Pero Lozoya no deja lugar a dudas, al exhibir con pelos y señales cómo es que operaba esta red de corrupción, que incluía a otros secretarios como José Antonio Meade, quien venía del gobierno panista de Felipe Calderón; así como Gerardo Ruiz Esparza, de la SCT.

Lozoya exhibe quién se encargaba de cobrar los diezmos de Peña Nieto, mientras Salinas, a través de su concuño, movía todos los hilos de la reforma energética tan agresiva que los senadores panistas y priístas terminaron aprobando a fuerza de cañonazos de dinero, y también a cambio de dinero extra para sostener sus proyectos políticos para las gubernaturas que estaban peleando, como la de Tlaxcala, Querétaro y Tamaulipas. Éstas dos últimas las ganaron, y hoy están exhibidos y obviamente descalificados para pelear la presidencia de la República, como esperaban, para 2024.

Más aún, Lozoya afirma que lo corrieron por disposición de Carlos Salinas de Gortari, y en su lugar como director de Pemex quedó José Antonio González Anaya, precisamente el concuño del innombrable.

Cuando fue llamado a Los Pinos para lo de su renuncia, Peña Nieto prácticamente le diría que era un obstáculo para sus intereses.

Y, bueno, el caso es tan grave y tan nauseabundo, que más vale que cada quien se entere bien a bien de qué es lo que se cocinó en el sexenio pasado.

Pero por el momento, lo preocupante es que alguien está moviendo este asunto tan delicado, con fines políticos. Como dicen los expertos en derecho, están cambiando votos por justicia, y eso no se vale.

El mismo presidente de la República declaró ayer en la mañanera que la denuncia que anda flotando en el ambiente cibernético es genuina y que él mismo la estaba leyendo.

Lo que había sido una jugada maestra de su gobierno, al poner a Lozoya no sólo a decir lo que sabe, sino a presentar él mismo la denuncia contra los que robaron a manos llenas al pueblo mexicano, puede convertirse en la carroza de la Cenicienta, y convertirse en calabaza en cualquier momento.

¿Y qué habremos ganado los mexicanos con este culebrón? Nada. Puro chisme, puro teatro, puro circo.

Urge que el presidente de la República ponga orden. Que la fiscalía se apegue al debido proceso y garantice justicia. Que mande citar a los ex presidentes y se les finquen responsabilidades.

La telaraña venenosa ya está cubriendo al país: Los implicados están alegando que son víctimas de persecución política, y están contrademandando.

¿Era necesario darles esa oportunidad? ¿No habría sido mejor anunciar el asunto cuando ya estuvieran las fuerzas federales tocando su puerta con la debida orden de aprehensión en mano?

Si esto sigue así, nos quedaremos con las ganas de ver justicia en los bueyes del compadre del presidente. Al tiempo.