(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Se van agotando las palabras. Cuando pensábamos que la peste sería noble con Zihuatanejo, la realidad nos golpeó en la cara. Mientras estuvimos guardados, siguiendo las indicaciones del gobierno federal, los casos del Covid-19 fueron desgranándose uno a uno, lentamente, como no queriendo, como a propósito. Todo iba bien, todo estaba en orden, el problema era para Acapulco, claro, como todo lo malo es para el puerto de al lado.
Pero como todas las pestes, la del coronavirus nos sorprendió justo cuando comenzábamos la “nueva normalidad”, que para nada puede llamarse normal, aunque sí es algo nuevo para esta generación, pues recordemos que a nuestros abuelos y bisabuelos también les tocaron otros serios problemas, como los de la gripe española, el paludismo, la tosferina, el sarampión y hasta la rabia. Eran terribles las historias de humanos rabiosos, contagiados por esa zoonosis que nos contaban los abuelos. Le decían “el mal”, y por eso a los perros con rabia se les decía “perro del mal”. Bueno, contaban los viejos que la gente se moría hasta de una cortad, por falta de antibióticos, y aunque nuestra medicina herbolaria es muy vasta, no siempre era efectiva en todos los casos, tal cual ahora sucede con el Covid-19, pues mientras unos dicen que se aliviaron con tes de eucalipto, otros dicen que se aliviaron con tres de cebolla, ajo y jengibre, y otros más que se aliviaron haciendo gárgaras de limón con carbonato o vaporizaciones de Vick Vaporrub.
No es así. Todo eso ayuda, alivia síntomas, trae descanso. La verdadera sanidad ante un virus desconocido, la hace cada cuerpo, según su sistema inmunológico, y según la cepa del virus que le haya tocado en suerte, porque ahora sabemos que el virus ha mutado y tiene hermanos y primos, y hay cepas distintas entre sí, que pueden provocar desde un resfriado insignificante, hasta un colapso gravísimo en que el paciente requiera intubación para darle ventilación mecánica.
La verdad, cada generación ha vivido sus propios problemas, teniendo menos opciones que nosotros, sobre todo desde el punto de vista médico-científico y tecnológico.
Es mentira que antes del Covid-19 estábamos requetebién: se nos olvida el escandaloso incremento del cáncer en todas sus manifestaciones; la diabetes imparable en el país con sus ciegos, amputados y muertes prematuras; se nos olvida ahora que antes las mujeres morían de parto al por mayor, que los niños recién nacidos morían de tétanos neonatal, una enfermedad horrible, que los paralizaba en menos de 24 horas; se nos olvida que la mortalidad infantil era exagerada, merced a la falta de servicios básicos, acceso a agua limpia.
Antes enfermaban por no comer suficiente. Hoy enfermamos por comer de más. Hoy tenemos antibióticos, antivirales, la generación de 50 años ya tuvo acceso a vacunas contra enfermedades terribles como la poliomielitis, el sarampión. Recuerdo que donde comenzaba un enfermo de sarampión, caía toda la familia, y en los adultos esta enfermedad era mortal, la soportaban mejor los niños (como ahora el Covid, que mata a los grandes y respeta a los menores).
En resumen, solamente tenemos una opción ante cualquier enfermedad: la de adoptar una cultura sanitaria distinta a la que teníamos. La poliomielitis, por ejemplo, de la que nuestro país está libre desde los años 90, se debía a que las madres, al cambiar el pañal de sus recién nacidos, no se lavaban bien las manos y los contagiaban, entonces a los nenes se les desarrollaba un síndrome que impedía el crecimiento de sus tendones, y alguna de sus piernas le quedaba corta. Todavía vemos gente usando zapatos de plataforma, para paliar el cojear de la polio.
Cuando estudiamos la lepra, de la cual todavía hay millones de casos en el mundo, incluido México, nos damos cuenta de que es una enfermedad de la pobreza y el hacinamiento, y que es completamente curable con la combinación de 3 antibióticos, suministrados de manera oportuna y rigurosa.
Lo mismo sucede con la peste blanca, la tuberculosis. Es completamente curable, pero en su momento diezmó a la población y a raíz del surgimiento del SIDA, volvió a avivarse en el planeta.
Por lo tanto, tienen un poco de razón los que se quejan de que sólo nos fijamos en el Covid-19. Es porque se trata de un virus nuevo, pero ciertamente no es el único padecimiento que nos debe ocupar.
Ante el Covid, vale una atención oportuna. Si se actúa en las primeras 48 horas de la aparición de los síntomas, aunque se trate de un caso de alto riesgo, las probabilidades de sobrevivir son muy elevadas. Pero hay tanta desinformación, que la gente comienza a automedicarse, y acuden al doctor ya cuando es muy tarde, o cuando poco se puede hacer por ellos.
La pandemia va a pasar. Ninguna pandemia es para siempre. Son rondas que dan los virus por el mundo. Y la buena noticia es que ya tenemos vacuna en ciernes, probada en humanos. Y sólo falta completar algunas fases del proceso, para que comience a distribuirse. Gracias y Dios bendiga a los médicos, pero también a los científicos, a los hombres de ciencia, de ideas y que se ocupan de los problemas, en lugar de estar chacoteando en redes sociales, o viviendo la vida loca. Como siempre, es por un puñado de buenos hombres y mujeres que la humanidad avanza.