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SOS COSTA GRANDE

 (Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

Adela no ve su suerte. Ni siquiera ahora que se fue de gira por el medio oriente, a donde irá a pedir dinero para sanear la bahía de Santa Lucía, una de las más bellas del mundo pero también una de las más contaminadas, puede estar en paz, pues sus problemas y excesos la persiguen.

Y es que su suplente en la presidencia municipal del puerto de Acapulco, Matilde Testa García, hizo pública una denuncia que presentó ante diversas instancias del gobierno federal, para exhibir los excesos de doña Adela, sobre todo su nepotismo, señalando que la señora alcaldesa acapulqueña tiene a toda su parentela metida en la nómina municipal, cobrando en varias dependencias.

Precisa que sus hermanas, cuñados y sobrinos, son los que parten el queso, se encargan de las contrataciones de obras, de asignarlas sin licitaciones, de las contrataciones de personal, etcétera, haciendo entre todos un gobierno muuuy familiar.

Matilde Testa pide que se investiguen los bienes de la alcaldesa Román Ocampo y de sus familiares directos e indirectos, en virtud de que desvía recursos públicos “a través de sus hermanos, sobrinos, cuñados, cuñadas”.

En lo que parece más bien un pleito entre comadres, pues la mujer expone que le pidió un empleo a doña Adela y ésta la despidió con cajas destempladas, diciéndole que no le daría nada porque es una ignorante, que se arrepentía de haberla elegido como su suplente, porque además había señoras ricas que le proponían meterle mucho dinero a su campaña…y cosas por el estilo.

Los señalamientos contra los parientes son también de dicho, aunque afirma que su oficio de solicitud de investigación contra Adela Román contiene elementos de prueba.

Así pues, hace ocho días le fue recibido el documento en la oficina de la Presidencia de la República, también fue sellado en esa misma fecha en la Secretaría de la Función Pública, y un día después en la Secretaría de Seguridad, en la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, en el Sistema Nacional Anticorrupción, en la Secretaría de Gobernación, en la Subsecretaría de Derechos Humanos de la misma dependencia, en el grupo parlamentario de Morena de la Cámara de Diputados, entre otros.

¿Qué tal? Si por ánimos no para la señora alcaldesa suplente.

No desestimamos sus denuncias sino el tono de las mismas. Por lo demás, no sería la primera vez que un gobernante recurra a la práctica del nepotismo, desde que José López Portillo nombró a su hijo José Ramón como subsecretario, por solicitud de su sucesor, Miguel de la Madrid Hurtado, llamándolo “el orgullo de mi nepotismo”, y de quien se dejó influenciar para nacionalizar la banca y defender el peso “como un perro”.

Aquí en Guerrero y sus alrededores, para no ir muy lejos, pasando por todos los municipios, hoy se estila que los candidatos registren a sus esposas, hijos o hijas como sus suplentes, para en caso de dejar el cargo para irse a buscar otro, entonces todo quede en familia.

Y esto está permitido por la ley electoral. Es decir, que la mismísima ley electoral del estado de Guerrero fomenta el nepotismo de origen. Se va el esposo, y se queda la esposa. Se va el hijo y se queda la madre, etcétera.

Por lo tanto, ¿por qué habría de sorprendernos que una vez en el poder, un gobernante no se haga ayudar de su familia, que es a la que más confianza le tiene? Jojojo.

También en los hechos, se estila que las esposas de los gobernantes encabecen una presidencia o una gubernatura bicéfala (en la presidencia de la República también ha pasado, como fue el caso de Martha Sahagún de Fox, la Jefa, quien despachaba desde sus cabañas del amor en Los Pinos), desde donde toman las principales decisiones, aún por encima de lo que sus esposos –quienes son los que realmente fueron votados-, hayan decidido.

Y ahora que se usa que las mujeres sean nombradas candidatas por ley en una proporción 50-50, los políticos que no califican por género nominan a sus esposas, pero una vez en el poder, ellos son el poder tras el trono.

Y así sucesivamente. Por lo tanto, que sirva el caso contra Adela para revisar las leyes vigentes, y para que se tipifique, de una vez por todas, el nepotismo como un delito. De lo contrario, esto será el cuento de nunca acabar.

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