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SOS COSTA GRANDE

 (Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

Ya estamos en 2020, estimado lector. No hay fecha que no se llegue, ni plazo que no se cumpla. La marcha de los días es inexorable, pero no por ello previsible. Hace 15 días que nos fuimos de vacaciones, y jamás imaginábamos que volveríamos en medio de una escalada de tensiones políticas en el Medio Oriente, y una amenaza de guerra entre los Estados Unidos e Irán, conflicto que tuvo su momento cumbre el pasado 2 de enero, cuando el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ordenó el asesinato selectivo de dos hombres, entre ellos el General Qasem Soleimani, el segundo hombre más importante de Irán, a quien se le acusa de dirigir los ataques que se perpetraron también en los últimos días en contra de una base militar y luego en contra de la embajada estadounidense en Bagdag.

Esto último fue demasiado para la paciencia de Trump, quien desde su residencia de descanso ordenó el ataque mediante drones en contra de una caravana iraní que se movía en Irak, y en la que viajaba Soleimani.

El General líder de la resistencia iraní, resultó muerto y sus exequias fueron harto ruidosas, cargadas de posiciones antisemitas y anti-gringas. El ayatola (líder religioso de los iraníes), juró que la muerte de Soleimani sería vengada y se ordenó izar la bandera roja en las mezquitas del país, en señal de la sangre que será vengada y de la sangre que se derramará en esa venganza.

La pregunta es si estamos realmente al borde de la Tercera Guerra Mundial. Si nos atenemos a la posición de los gobernantes iraníes, podríamos decir que sí.  Irán tiene suficientes motivos para ir contra Estados Unidos, pero obviamente carece del poderío militar, económico y armamentista para encabezar una guerra de frentes y más bien lo que sigue es más de lo que hasta hoy hemos visto: escaramuzas tipo terroristas, ataques aquí y allá, declaraciones duras y amenazas lanzadas por medios electrónicos.

Por supuesto que podemos estar equivocados, porque en la guerra no hay enemigo pequeño. Sin embargo, insistimos en que una guerra mundial forzosamente implicaría que otros países tomen partido de uno y otro bando, como sucedió en la primera y segunda guerra.

Rusia y China podrían apoyar a Irán en este momento; sin embargo, aunque ambos países ya condenaron el ataque contra Soleimani, no parecen muy dispuestos a aliarse con un régimen en decadencia como el iraní, que se distingue –a diferencia de Irak-, por su radicalismo religioso, conocido como fundamentalismo.

Hay elementos que nos indican que la guerra no tendrá lugar, no todavía. Pero eso no significa que no habrá consecuencias por la decisión que tomó Donald Trump, quien al parecer actuó partiendo de un doble cálculo: por un lado, desviar la atención del juicio político que le instauraron los demócratas; y, por otro lado, potenciar desde ahora la campaña por su reelección.

Sus adversarios, de hecho, quedaron pasmados. Nancy Pelosi, la líder demócrata en el Congreso estadounidense, sólo atinó a decir que se trató de algo “descabellado”.

Pero nadie puede negar que Trump es arriesgado, y de hecho se esperaba que diera un golpe de timón para salir del cerco de los demócratas, quienes lo acusan de tener nexos con Rusia, entre otros detalles incómodos.

Sinceramente, en lo personal esperaba que Trump invadiera Venezuela y sacara a Maduro de los pelos, con lo cual mataría dos pájaros de un tiro: quitarse a un personaje incómodo de en medio, y asegurarse las reservas petroleras de ese país sudamericano, para ya no depender del petróleo árabe.

En cambio, Trump decidió cortar la yugular de Irán, aunque con ello se abra la puerta a una mayor tensión en el Medio Oriente. Pero el conflicto estará lo suficientemente lejos de América, caso contrario a lo que sería Venezuela, cuando se tendría el conflicto en casa.

Sí, hay amenazas de los iraníes, pero es no es nuevo. En realidad, todos los grupos fundamentalistas como el Estado Islámico, Al Qaeda y ahora la organización que dirigía Soleimani, a eso se han dedicado.

Anoche anunciaron que daban 80 millones de dólares por la cabeza de Donald Trump. Luego entonces, van por una guerra de guerrillas de largo aliento, más que a una guerra directa, que tomando en cuenta el arsenal y las armas de última generación de los Estados Unidos y sus aliados como Israel, Inglaterra y Francia, apenas duraría algunos días –quizás meses-, antes de convertir en cenizas ese histórico territorio.

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