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SOS COSTA GRANDE

 (Misael Tamayo Hernández, in memóriam)

A propósito del recorte de recursos al programa de las estancias infantiles de Sedesol (hoy Secretaría de Bienestar), así como a la suspensión temporal del programa, al detectarse graves irregularidades –lo que ha provocado manifestaciones en todos los estados de la República-, conviene hacer algunas precisiones.

Primero, que en definitiva es un programa prioritario, que debe mantenerse por dos motivos centrales: uno, que permite que las mujeres en etapa productiva se inserten al mercado laboral sin limitaciones de sus hijos. Segundo, que estos tengan un espacio digno donde estar mientras sus padres trabajan, y sin estar expuestos a la violencia intrafamiliar, que se ha diseminado como un cáncer por todo el país, aunque la verdad nunca hemos sido el paraíso de los derechos infantiles, pues que yo recuerde, los golpes, varazos y chanclazos eran la mejor manera de educar a un niño en nuestros tiempos. Pero de aquella violencia hasta cierto punto entendible, que se aplicaba a los hijos desobedientes y rebeldes, lo que ahora vivimos sí que raya en la crueldad, merced al consumo de drogas de parte de los adultos, al alcoholismo, a la pobreza extrema y otros tantos factores que meten a los seres humanos en verdaderos infiernos, que los niños no tienen por qué vivir.

Se dice que las abuelitas dulces y amorosas son las mejores para educar a los hijos, pero eso tampoco es verdad. Todo lo contrario, la experiencia dicta que una abuela mal cría a un niño, pues ya no está para dirigirlo con mano firme, sino que le tiene lástima y es condescendiente con él.

Pero lo más grave que ocurre es que las abuelas y abuelos se apropian de un papel que no les corresponde, usurpando el papel de los padres, a quienes llegan a quitarles autoridad, mal aconsejando a los hijos para que no los obedezcan. Este es el camino más corto para crear niños malcriados, que serán jóvenes problemáticos, de los cuales tenemos muchos hoy en día.

El modelo de que mientras la madre trabaja el hijo esté en una guardería no es nuevo, sino que desde 1837, Friedrich Froebel creó el primer jardín de infancia o “Kindergarten”, como un instrumento educativo eficaz para desarrollar las destrezas y conocimientos en el niño en relación con el mundo.

En México, las guarderías pasaron a ser una conquista sindical de los beneficiarios del IMSS y del ISSSTE, aunque en realidad la Ley General del Trabajo siempre estipuló que los patrones debían proporcionar el servicio a sus empleadas, para evitar el abandono de los hijos, algo que desde luego nunca se cumplió.

En 2007, el ex presidente Felipe Calderón decretó el establecimiento del Sistema Nacional de Guarderías y Estancias Infantiles a cargo de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) y el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) para aquellas familias que no son trabajadores del Estado ni son derechohabientes del IMSS, tratando de volver el servicio universal. Algunas –sobre todo en las grandes ciudades- comenzaron a dar clases de preescolar.

La concepción original de las guarderías y preescolar fue la de “potenciar el desarrollo cognitivo, afectivo, psicomotor, social, creativo, etc., en los niños”.

Es decir, que el planteamiento era excelente, como todo lo que sucede en el ámbito gubernamental. Pero desde entonces, como se ha visto, el asunto de las estancias infantiles se convirtió en un tema económico más que formativo. Comenzaron a operarlas personas improvisadas, gente sin educación y sin carrera, hasta convertirse en negocios familiares, que contrataban empleadas también sin perfil en muchos casos.

De ahí que el gobierno federal esté decidido a reducir al mínimo la inversión en las estancias infantiles, considerando que la mayor parte del recurso programado se diluía en la corrupción, pues las encargadas reportaban más niños de los que atendían, para bajar el dinero y robarlo, algo que no es nuevo de hecho, porque si algo distingue a este régimen político es la corrupción.

Pero insistimos que eso no es suficiente motivo para desaparecer el programa. Las familias entienden que las guarderías son un lugar donde se “guardan” a los niños, es decir, un lugar donde están a salvo. Y probablemente consideran que es lo mismo tener estancias infantiles, guarderías, preescolares o que los cuide algún familiar. Pero no es así. Una estancia infantil nos da la oportunidad de guardar a los niños de la violencia desde su edad como lactantes, y a recibir una formación previa al inicio de su educación formal. Hay que recordar que la palabra educar implica no sólo la enseñanza de contenidos, sino que implica dirigir, encaminar, desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño.

Y un niño maltratado y abandonado, definitivamente no podrá nunca insertarse de manera exitosa a la vida social. Porque si algo marca a un niño es el rechazo y el abandono. Esto es lo que está en juego en el tema de las estancias infantiles, señores diputados. Estamos hablando de niños, de los futuros ciudadanos mexicanos, no de animales ni de costales de mercancía.

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