(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Estamos entrando al mes de noviembre, y con ello se reanuda la esperanza de la reactivación económica para la zona costera de Guerrero, así como para los puertos turísticos en general del país, ya que la temporada decembrina es elegida por extranjeros que huyen de la nieve y las heladas de sus zonas de origen.
La fiesta del día de muertos que desde ayer comenzó a prepararse en la mayoría de los estados y municipios del país, será ocasión también para que el comercio local reactive sus ventas, aliviando así una prolongada sequía económica, llamada por los expertos como “recesión”, que conforme pasa el tiempo se agudiza, al grado de que el gobierno federal ya está tomando previsiones por ello.
Los sectores tienen meses reportando un entorno desfavorable: El desplome de la construcción –que acumula 14 meses de caída- , de la producción industrial y extractiva –de los últimos 65 meses, la minería sólo reportó uno con resultados positivos, el resto se tiño de rojo- y de las exportaciones, entre otros, que reflejan el estado de la actividad productiva del país.
Los partidos le echan la culpa al gobierno federal, por la política de austeridad o el retraso en el gasto del presupuesto, con los subejercicios consecuentes, lo cual ha contribuido al estancamiento económico, dicen.
No sabemos a ciencia cierta, porque la verdad es que los problemas económicos nacionales no son tan simples como es ve. Se tienen muchas aristas y las autoridades actúan no hacia dentro, sino hacia afuera, porque tenemos una economía globalizada.
Recesión no es una crisis económica propiamente, es sólo que el dinero se mueve más lento, merced a la desconfianza de los barones del dinero en México y el mundo, quienes guardan sus activos por temor a los cambios geopolíticos mundiales.
Ni siquiera tenemos idea de cómo nos afecta, por ejemplo, el conflicto comercial de Estados Unidos con China, y para los mexicanos de a pie tampoco queda claro cómo es que la economía de nuestro país depende de lo que hagan otras naciones. Pero así es. Los países llamados del tercer mundo no se mueven solos. Su toma de decisiones depende de qué tanto eso vaya a afectarles sus relaciones con sus socios comerciales. Y como ejemplo tenemos a México combatiendo frontalmente al narcotráfico, algo que no debería hacer porque se dice que 90 por ciento de la economía nacional está fincada en el Narco; o al menos no hacerlo al nivel actual, usando fuerzas militares. Pero eso es un mandato internacional, concretamente de los Estados Unidos, país que se ha adjudicado el derecho de certificar a otros en el caso del narcotráfico.
También estamos ahora combatiendo la migración ilegal, que antes no nos importaba mucho, porque la mayor parte del flujo migratorio toma al país de paso, pues su destino final es la Unión Americana. Sin embargo, ante las amenazas de Donald Trump para imponer sanciones comerciales a nuestro país, el presidente AMLO tuvo que hacer de tripas corazón y abandonar su política de buen vecino, para ayudarle a Estados Unidos a contener el flujo migratorio allende nuestra frontera sur. Y así sucesivamente.
¿Qué está haciendo el gobierno, entonces, para prevenir una crisis por la recesión que se resiente? No mucho. Sólo seguir las recetas de otros países, como usar el presupuesto público para estimular la economía. Por ejemplo, el titular de Hacienda dijo esta semana que van a adelantar las licitaciones de obras del año siguiente, con lo que se prevé una inversión de 8 mil 700 millones de pesos a partir de enero.
Y, dos, identificar cinco concesiones a las que se ampliará el plazo y, por tanto, los concesionarios aumentarán sus inversiones en ellas. Eso dijo el funcionario, de lo cual quedan para nosotros muchas dudas.
Otra acción para estimular la actividad económica está relacionada con apoyar desde la banca de desarrollo créditos al consumo. Esto se aplaude, porque la verdad es que el crédito en México es sumamente limitado y caro. Los bancos no prestan para la producción y el consumo, prefieren que la gente tenga tarjetas de crédito, que tienen tasas de interés especulativas, y que por las cuales además hay que pagar una anualidad sólo por tener el plástico.
Otra estrategia de más largo plazo es el inventario de proyectos de infraestructura hecho por el sector privado, aunque estos la verdad que no se ven interesados en meter su dinero en estos tiempos de la 4Transformación, y posiblemente ya lo estén sacando para llevarlos a los paraísos fiscales, como siempre lo hacen.
Veamos: para estimular a los empresarios que se niegan a invertir en el país, aunque de México tienen sus millones, el gobierno está clasificando tres tipos de proyectos de inversión: 1.- Obras de infraestructura rentables por sí mismas y lo único requerido es una concesión o aprobación del gobierno; en estos casos el sector privado aporta los recursos. 2.- Aquellos no rentables completamente y requieren de alguna garantía o un contrato de asociación pública-privada. Y 3.- Aquellos rentables socialmente, que son muy importantes para el país o para una comunidad pero no se pagan solos y serán realizados con recursos públicos. A los de abajo sólo nos queda tomar precauciones. Gastar menos, producir más y ahorrar. Eso dicen los expertos, aunque los sueldos no alcanzan ni para vivir, menos para ahorrar.