(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Este jueves 24 de octubre entró en vigor la norma que obliga a las empresas a cuidar el estrés de los trabajadores.
La decisión la tomaron los legisladores porque el estrés está considerado una enfermedad tipo pandemia mundial, por la Organización Mundial de la Salud. De ahí que los países estén obligados a tomar medidas preventivas como se debe hacer en todo tipo de enfermedades.
Sin embargo, en México decidieron que sean los patrones los que se ocupen de la salud mental y emocional de la gente, considerando que el estrés laboral es el que los tiene enfermos.
Esto es relativo, desde luego, porque yo creo que no hay peor estrés que el que deriva de no tener trabajo. Y, sin embargo, ¿eso a quién le corresponde resolverlo?
Por falta de trabajo y de oportunidades, dice el gobierno, los muchachos se unen a los grupos delincuenciales. Y por eso se inventaron el programa Jóvenes Construyendo el Futuro, mediante el cual se les otorga una beca de capacitación, para que se enrolen en las empresas, sí, esas empresas que les causan estrés, a fin de que se enseñen a hacer algo, porque como no terminaron sus estudios, tampoco se enseñaron a hacer algo, y entonces hay que comenzar de cero con ellos, para que de aquí a un año, sepan cómo ganarse el pan de cada día ellos solos.
¿Pero, cómo? Bueno, en las empresas. O, mejor, creando su propia empresa, como buenos cenicientos.
Todo eso es idílico, claro. Decía mi padre que no hay cosa más cara que lo que no existe. Y el dinero no se da en macetas, hay que trabajar para ganarlo. Y entonces el modelo laboral que hoy existe en el mundo –como antes lo fue el modelo de las haciendas-, más que ser “estresante” para la gente, es bueno si se le ve como el que resuelve la escasez en las familias.
No hay nada más sagrado en este México desolado que tener un empleo. Y si lo dudan, pregúntenles a los miles de desempleados que pululan en este país buscando una oportunidad, ya ni siquiera para desarrollar lo que saben, sino para pagar la comida del día.
¿O no hay abogados fungiendo como taxistas? ¿O no hay profesionistas como policías y soldados? Y no es que esto sea malo, sino que eso refleja un deterioro laboral gravísimo, porque las empresas están navegando –ahora sí válgame la palabra-, en medio de un profundo estrés, enfrentando problemas de liquidez por el incremento de los costos de las gasolinas, la electricidad, la telefonía, la falta de mercados, la merma de clientes, etcétera. Y, obviamente, los patrones también están estresados, algunos hasta el suicidio, por la presión del pago del IMSS, la nómina, los reclamos por incremento, el ausentismo laboral, el alza en sus materias primas, etcétera.
Todo esto es tan grave, que pocas empresas han subsistido en los últimos años a este embate que viene del gobierno, y que ha estresado no solamente a los trabajadores, sino sobre todo a los dueños, quienes en lugar de ganar, pierden.
Podemos apostar que muchas empresas están subsistiendo hoy en día a base de préstamos con el agio bancario, sacándole a las tarjetas de crédito para pagar la nómina de sus empleados que, dicho sea de paso, se chiquean, se envalentonan, creen que a la vuelta de la esquina pueden encontrar un trabajo con las mismas condiciones laborales.
Aplaudimos que el gobierno se preocupe por la salud de los mexicanos, pero a todas luces la NOM-035-STPS-2018 es injusta. Se dice que tiene entre sus objetivos prevenir los factores de riesgo psicosociales y promover un ambiente laboral saludable, pero está demostrado que el ambiente en la calle es peor que el de dentro.
Reconocemos que hay casos graves de empresas que no respetan horarios, o que incluso no les pagan a sus empleados lo justo, a causa de que reciben propinas. Las hay también que no conceden días de descanso a sus trabajadores; por ejemplo, se nos reportan que algunas tortillerías estilan explotar a los trabajadores de domingo a domingo, con un día de descanso cada 15 días, y con horarios de 5 de la mañana a 5 de la tarde.
Todos estos casos deben ser sancionados, porque estamos hablando de un claro abuso patronal.
Pero, insistimos, la mejor manera de aliviarle la vida a un trabajador es garantizarle un sueldo, a tiempo y suficiente para financiar sus necesidades. Darle descanso e incluso incentivos. Pero la mala noticia es que las empresas en su mayoría no están en esas condiciones, porque también están estresadas.