(Misael Tamayo Hernández, in memóriam)
Morena se descompone. En el marco de su primera elección interna formal (las otras han sido por tómbola), al partido lópezobradorista se les hace bolas el engrudo, e incluso comienza a teñirse de violencia. Algo lamentable, por cierto.
Este fin de semana, el partido comenzó a elegir a sus consejeros en distritos y municipios, mediante asambleas. Pero en Jalisco y Veracruz, sobre todo, hubo hasta balazos. Gente armada llegó a las asambleas y disparó, con saldo de algunos heridos leves. La gente del partido está pidiendo la reposición de las asambleas que se suspendieron por la violencia.
Da escalofríos pensar que algo así suceda en el partido que gobierna el país, que es mayoría en el Congreso de la Unión, y que es el encargado de diseñar lo que el presidente Andrés Manuel López Obrador llama La Cuarta Transformación. Y coincido con alguien que dijo que si no se ponen truchas los líderes del partido, si insisten en andarse quebrando las peinetas y sacándose la lengua, esto se convertirá en el Cuarto Infierno.
Los consejeros que están eligiendo en asambleas distritales son las personas que representarán a los morenistas en el Congreso Nacional, a celebrarse en noviembre próximo, cuando se elegirá al nuevo dirigente nacional.
La pelea está entre los lópezobradoristas Mario Delgado y Yeidkol Polevnsky; el monrealista Alejandro Rojas, y la consejera Bertha Lujan.
Por cierto, este fin de semana Alejandro Rojas incurrió en una pifia, pues divulgó que Yeidkol Polevnsky y Bertha Lujan estaban fuera de la contienda por la dirigencia nacional, porque los estatutos prohíben la reelección consecutiva.
Pero ayer domingo el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación aclaró que los derechos políticos de las damas mencionadas están a salvo, pues para ellas no aplica el nuevo estatuto, sino sólo para quienes serán electos en noviembre.
A partir del próximo proceso interno de Morena, quienes sean electos, estarán sujetos a lo que actualmente disponen sus estatutos; es decir, la reelección consecutiva hasta en dos ocasiones, “a excepción de quienes fueron electos en 2012 y 2015”.
Salvado el problema, la contienda parece reñida, sobre todo porque el famoso padrón de morenistas no aparece por ningún lado. Es tanto el sigilo con el que se están moviendo en el partido, que nomás no aparece el padrón completo. Hay gente que está y no aparece. Y hay quienes no están, pero sí aparecen.
Por lo tanto, los competidores están pidiendo certeza plena, o que se cambie la estrategia. Que en lugar de una elección interna general, que comienza por las asambleas distritales, se elija al próximo dirigente mediante una encuesta. Eso pide Mario Delgado.
Alejandro Rojas, por su parte, pide un acuerdo de unidad para evitar rupturas que puedan impactar en la elección inmediata, la de 2021.
No será nada fácil para los morenistas librar sus propias resistencias, ambiciones y desencuentros. Desde hace mucho que demostraron que son todo, menos el partido de la República amorosa de AMLO. Y tal vez por eso el presidente está pintando su raya muy claro, al grado de que amenazó con meter a la cárcel a todo servidor público que haga proselitismo por alguno de los aspirantes a dirigir el partido. Varias veces les ha dicho que el partido de Estado ya se acabó, y que no se inmiscuirá en la contienda.
Entonces, tienen que rascarse con sus propias uñas, porque el presidente no está dispuesto a hacerles la chamba, ni tampoco a ser la mano que mece la cuna de nadie, como sucedía en el viejo régimen.
Y si esto está sucediendo en entidades donde se observan que son más civilizados, ni imaginarnos lo que podría suceder en Guerrero. Lástima, porque la contienda interna de Morena, es la antesala de la siguiente elección. Quien resulte ganador, hará cascada hacia estados y municipios. Quien resulte perdedor, encabezará las disidencias y traiciones. Al tiempo.