SERAPIO

Jorge Luis Reyes López

¿Qué historia puede contarse con todos estos nombres: Luis Echeverría Álvarez, Israel Nogueda Otero, Jorge Allec Galeana, Augusto Gómez Villanueva, José Gascón Mercado, Eladio Palacios Soberanis, Sigfrido Paz Paredes, Alfredo Ríos Camarena y el Hotel Aristos?

Es la noche del veintinueve de noviembre de 1972, en la oficina de la Presidencia de la República Mexicana todo era prisa. Augusto Gómez Villanueva, jefe del Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización, esperaba sonriente en la antesala del despacho del Lic. Echeverría, presidente de la República Mexicana. Tenía más de tres años que la Presidencia le había encargado preparar, en coordinación con la Secretaría de Hacienda, con el Fondo Nacional de Fomento Ejidal y con el Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos, la expropiación de las tierras de la hacienda de La Puerta y de los ejidos de Zihuatanejo y Agua de Correa. Hoy, si nada se complicaba, se formaría el decreto de expropiación.

Hubo un pequeño contratiempo: en la zona de La Puerta había un excedente de tierra que parecía no tener dueño. No formaba parte del plano de dotación del ejido de Zihuatanejo. Lo mismo sucedía con los Leyva, que habían comprado una fracción de la hacienda de La Puerta. Esa piedrita no detendría el avance de la modernidad. La solución fue fácil, mágica: se las asignarían al ejido del Rincón, un núcleo agrario a más de diez kilómetros de La Puerta, bajo la figura de una ampliación. Total, luego se las expropiarían. Así fue.

La puerta de la oficina se abrió. La espera había terminado. Gómez Villanueva se levantó, se acomodó la corbata, miró sus negros y relucientes zapatos, y caminó decidido, satisfecho. —Buenas noches, señor presidente. —Siéntese, Augusto. ¿Todo listo? —¡Sí, señor!

Augusto vio cómo el presidente firmaba dos decretos. Uno se publicaría en el Diario Oficial de la Federación el primero de febrero de 1973, y el segundo aparecería el dos de febrero del mismo año.

Lejos del Distrito Federal, los ejidatarios de Zihuatanejo discutían los alcances de la decisión del gobierno federal. Ya hacía varios años que las tierras ejidales eran trabajadas mayoritariamente por los avecindados. Pocos ejidatarios aprovechaban sus parcelas para sembrar. Eran tierras poco valoradas para ayudar a sustentar la vida familiar. Algunos trabajaban como pescadores, buzos, en el transporte turístico marino; otros tenían pequeñas hospederías, tendajones o dedicaban su tiempo a atravesar los tortuosos caminos de la administración pública. El presidente del comisariado ejidal era Eladio Palacios Soberanis.

Discutían sobre algo decidido, irreversible. Era un formulismo, además deliberadamente extemporáneo. Zihuatanejo era el eje sobre el que giraba la expropiación. Todos los terrenos que rodean la bahía tienen vocación turística y le pertenecen. Sería el ejido más afectado cuantitativa y cualitativamente.

El decreto ya se publicó. Dice tantas cosas. Destacan algunas: se indemnizará la tierra al ejido; a los avecindados y ejidatarios se les pagarán los bienes adheridos a la tierra (casas, norias, cercas, frutales, etc.); a los ejidatarios se les entregarán dos lotes tipo urbanizados en el lugar de la expropiación y el veinte por ciento de las utilidades netas de los terrenos vendidos. Finalmente, si la federación no desarrolla las tierras expropiadas para el propósito que señala el decreto, en un periodo no mayor a cinco años a partir de la expropiación, las tierras regresarán al FONAFE.

La indemnización dejó mucho que cumplir; los dos lotes tipo que se entregarían a cada ejidatario en el lugar expropiado fueron un desastre que inició cuando se trató de fijar la superficie de cada lote. El gobierno federal pidió ayuda a Alfredo Ríos Camarena, en ese entonces responsable del desarrollo de Bahía de Banderas, entre Nayarit y Jalisco. La idea era que empujara la propuesta de doscientos metros cuadrados. Los ejidatarios no aceptaron, y la superficie quedó en cuatrocientos metros cuadrados. Pero el decreto obligaba a BANOBRAS a entregar debidamente urbanizados los predios, es decir, con todos los servicios. Eso no sucedió. Tampoco se entregaron sus lotes en Ixtapa a los ejidatarios del Rincón y de Zihuatanejo. Ni el gobierno del estado ni el municipal se solidarizaron con el cumplimiento del decreto de expropiación.

Armando Basurto y Juan Lamparero condujeron a un fideicomiso Bahía de Zihuatanejo en pañales. Ya se anticipaba la sombra del defenestrado Sigfrido Paz Paredes, que terminó en prisión años después de su paso por Zihuatanejo.

Dos años después de la expropiación, nace en 1975 el primer hotel en Ixtapa: el Hotel Aristos. Después le siguió el Hotel El Presidente. El espectáculo artístico en el hotel fue alucinante por esos años. Las familias de Zihuatanejo que podían pagar las variedades del Aristos no se decepcionaban. Las parodias de Memo Ríos recordaban las comedias griegas. Fueron sus blancos preferidos Gumesindo García Martínez y Armando Federico González Rodríguez. Los aludidos disfrutaban las ocurrencias del artista. Nunca hubo censura ni sanciones municipales. Era libertad y apoyo absoluto a la actividad cultural, fuera cual fuera su rostro.

Muchos de los espectáculos de los hoteles de Ixtapa de la década de los setenta fueron llevados a Zihuatanejo y presentados en el programa Domingos Culturales, coordinados por Joaquín González Marrón. Equipos profesionales de fútbol de primera división eligieron Ixtapa para hacer sus pretemporadas y, de paso, jugar con equipos locales.

Diez años después de haber iniciado operaciones, el Hotel Aristos fue sacudido por el brutal terremoto que en 1985 tuvo trágicos resultados en el Distrito Federal y en Ciudad Guzmán, Jalisco. Se hizo el intento de salvarlo. Lo remodelaron y le cambiaron el nombre: Sandy Beach era su nueva bandera. Finalmente, en el año 2003 lo demolieron, y de sus escombros surgió un gran edificio de departamentos que a la fecha sigue de pie: Bay View Grand Ixtapa. No confundirlo con su homónimo de la Marina.

El Hotel Aristos se fue: Luis Echeverría Álvarez falleció en julio de 2022; el exgobernador Israel Nogueda Otero se ha ido; Jorge Allec Galeana perdió la vida en España; Augusto Gómez Villanueva nació en Aguascalientes el 23 de agosto de 1929. Se presume vivo con una edad aproximada de 95 años; José Gascón Mercado dirigió el FONAFE, creado en 1959, que en 1976 se transformó en FIFONAFE (Fideicomiso Fondo Nacional de Fomento Ejidal); Eladio Palacios Soberanis yace en Zihuatanejo; Sigfrido Paz Paredes falleció en Cancún en 2012. Tuvo momentos difíciles, ya que fue encarcelado; Alfredo Ríos Camarena fue huésped carcelario. En esos ayeres lo acusaron de malversar fondos y de adquirir un departamento en París, Francia.

El Hotel Aristos nació, se transformó en Sandy Beach y persiste con nuevo rostro, bajo el régimen de condominios, después de haber sido removido hasta sus cimientos.

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