Jorge Luis Reyes López
A Serapio algunos acontecimientos lo hacen pensar en las vueltas que tiene la vida, en el apego que a veces tienen las personas con el lugar donde nacieron. Otras no lo viven con la misma intensidad: van y vienen sin mayor problema. Algunos otros son alejados sin enterarse o sin ser consultados. ¿Regresar o no regresar al lugar donde se nació? No hay una respuesta absoluta. Cada acontecer está condicionado a circunstancias específicas.
Recuerda el caso de Raúl García Bravo, que nació en el hoy municipio de Zihuatanejo, un 23 de marzo del año 1928, veinticinco años antes de que naciera constitucionalmente el municipio con el nombre de José Azueta. Pronto quedó huérfano. Aquí es donde la información no está completa. Siendo un niño, quizás de cuatro años, se fue de Zihuatanejo en 1932 con unos marineros al puerto de Acapulco. Para esas fechas ya había un grupo de clavadistas de La Quebrada, y a los ocho años, en 1936, se unió a ellos. Conoció a Roberto Apac Ríos, hermano de Rigoberto, el primero que se lanzó desde La Quebrada en 1933. Raúl inició como clavadista a los ocho años. Un año después, a los nueve, el niño se lanzó desde lo más alto del peñasco. Tanta temeridad es difícil de comprender. Seguramente Zihuatanejo empezaba a ser un recuerdo borroso. El niño estaba rodeado de famosos como Apolonio Castillo Díaz, siete años mayor. La altura del peñasco es de aproximadamente treinta y cinco metros, aunque algunas fuentes lo sitúan por arriba de esa cifra.
Un accidente dental dio origen al sobrenombre con el que fue conocido internacionalmente. Dientes fracturados, y el dentista le prohibió alimentos sólidos por un tiempo. La gente lo miraba con frecuencia chupar paletas y no faltó quien le pusiera, cariñosamente, el sobrenombre de Chupetas.
El abuelo se rascaba la cabeza y terminaba sacudiéndose la oreja para después sonreír. Este Chupetas sí que supo vivir. Con mucho, ha sido el clavadista más famoso que ha visto el puerto de Acapulco. Fue trotamundos. En los Estados Unidos de Norteamérica dio clases de natación. También se dice que aguantaba más de cinco minutos bajo el agua sin respirar. Seguro tenía grandes pulmones. Fue el primero en varias cosas: primer gerente de la discoteca Tequila a Go Go, inaugurada el 23 de enero de 1964. Teddy Stauffer y Carl Renstrom eran los patrones. Un lugar exclusivo, sin duda. Famoso entre los famosos; también tuvo el honor de ser el primer clavadista en lanzarse desde La Quebrada con una antorcha.
Para el libro Guinness World Records, el Chupetas es el clavadista con más zambullidas desde una altura de treinta y cinco metros. Habían registrado 37,399 clavados, solo que nadie sabía que en el año 2000, con más de setenta y un años, lo volvió a hacer, llegando a la cifra de 37,400 clavados, batiendo su propio récord.
Por esos tiempos, ¿alguien de Zihuatanejo lo ubicaba como nacido por estos lares? El niño que salió del puerto había crecido en muchas direcciones. Viajó fuera del país; era famoso y con amigos famosos: Frank Sinatra; Orson Welles, que actuó, dirigió, escribió y produjo películas —una de las más emblemáticas es El ciudadano Kane—. Cuando Chupetas tenía escasos diez años, en 1938, Orson provocó pánico entre los radioescuchas de la radiodifusora CBS Radio Network, un 30 de octubre, al narrar La guerra de los mundos. Actrices como Rita Hayworth y Ava Gardner lo distinguieron con su amistad, igual que el rocanrolero Elvis Presley. Quizá así nació el gusanito por la actuación: hizo comerciales para relojes Times y para la casa Johnnie Walker. Incursionó en el cine como doble. Lo hizo en más de cincuenta películas. En los clavados de Johnny Weissmüller, el famoso Tarzán, que era imitado en el estero de Zihuatanejo por los alumnos de la primaria Vicente Guerrero. Películas como La dama de Shanghái, con Rita Hayworth; El amor tiene mil caras, con Lana Turner; y Va desnuda por el mundo, con Gina Lollobrigida, tienen el aroma de su presencia.
De Zihuatanejo salió, pero su pueblo de nacimiento no lo recuerda, ni lo conoció, ni lo reconoció. Un periódico argentino, El Clarín, lo llegó a llamar “el enamorado de la roca asesina”.
Los que conocieron al Chupetas dicen que sus últimos años los vivió en Acapulco, en el barrio de La Pinzona.
La Enciclopedia Guerrerense, órgano oficial del estado de Guerrero, dice que Raúl Arturo García Bravo, Chupetas, nació en Zihuatanejo; que sus padres fueron Leonardo García y María de Jesús Bravo; y que a los cinco años quedó huérfano de padre y madre. Que tiene su estrella en el salón de la fama del deporte del estado de Guerrero.
Raúl Arturo murió a la edad de setenta y seis años. Atrás quedó su clavado del puente Golden Gate, en la ciudad de San Francisco, California, U.S.A. La Quebrada, lugar de sus hazañas, presenciadas por modestos ciudadanos y por importantes personas de la vida pública como el expresidente Dwight Eisenhower; el Sha de Persia, Mohamed Reza Pahlevi; o Elizabeth Taylor, sigue imperturbable al paso del tiempo, como imperturbable es la ciudad de Zihuatanejo, su probable lugar de nacimiento, al menos así lo reconoce también el gobierno del estado.
El pensamiento de Lapo es simple: recordar lo que queda del viejo Zihuatanejo. Noche es, se hace tarde para dormir. Mañana será otro día. Tiempo habrá para recordar a tantos olvidados que merecen ser restaurados.
