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SERAPIO

Jorge Luis Reyes López

Entre 1942 y 1964 campesinos de Zihuatanejo, Agua de Correa, Coacoyul, Barrio Viejo, Barrio Nuevo y Pantla, entre otros, se alistaron para trabajar como braceros en los campos agrícolas de los Estados Unidos. Muchos se incorporaron a los trabajos que exigía la construcción de vías para ferrocarriles. Había una crisis laboral generada como consecuencia de la segunda Guerra Mundial. Miles de familias mexicanas se quedaron sin su líder natural. El patriarca se había ido al otro lado de la frontera. Había un acuerdo entre los gobiernos mexicano y estadounidense, se llamó Acuerdo de Labor Agrícola Mexicana. Era el Programa Bracero. Un programa donde no faltaron los abusos hacia los mexicanos. Las familias en México resintieron la ausencia del proveedor del hogar. Por esos años la canción Paso del Norte de Felipe Valdez Leal era muy socorrida. Los braceros se veían dibujados en su letra: “Que triste se encuentra el hombre, cuando anda ausente. Cuando anda ausente. Muy lejos, ya, de su patria… Paso del Norte. Que lejos te vas quedando. Tus divisiones de mi se están alejando. Mis padres y mis hermanos, de mi se están acordando ¡Hay que destino! Para ponerme a llorar…” Paso del Norte, ahí están ahora Ciudad Juárez, Chihuahua, del lado mexicano y el Paso, Texas, del otro lado. En sus orígenes ambas ciudades eran una misma. El franciscano Fray García de San Francisco la fundó en diciembre ocho del año 1659. La bautizó con el nombre de Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de Mansos del Paso del Rio del Norte.

Los costeños braceros sufrieron lo pesado de un largo viaje. Vivieron la nostalgia al alejarse de su familia. Les llamaron braceros, porque con sus brazos desarrollaban las tareas agrícolas, principalmente. En su estancia en el extranjero vivían en condiciones miserables. Les retenían el diez por ciento de su salario para un fondo de ahorro. Innumerables mexicanos no gozaron tal fondo. El gobierno mexicano los abandonó. El convenio se firmó por primera vez entre los presidentes Manuel Ávila Camacho, de México y Franklin Delano Roosevelt . Sesenta años después de su finalización los migrantes están siendo acosados por el gobierno de los Estados Unidos de América. La ansiedad y la angustia se apodera de los familiares de los inmigrantes que trabajan, sin tener el reconocimiento oficial de residentes, por las autoridades del otro lado de la frontera norte, para los mexicanos. Frontera sur para los estadounidenses. Nuevamente nuestras comunidades están atentas al desarrollo y desenlace del juego del poder. De cada comunidad costeña hay familiares ya asentados legalmente en suelo americano. Algunos, ciertamente descendientes de los primeros braceros. Los apellidos pueden ser conocidos por algunas generaciones, para otros no significan gran cosa. En Barrio Viejo tienen presencia los Villegas, Valencia, Núñez y más haciendo patria en los Unites Estates. ´Por supuesto que hay más apellidos afincados del otro lado.

Los antiguos braceros, lo mismo que los braceros modernos, son explotados física y económicamente. Todos, los antiguos y los modernos, salían de Zihuatanejo optimistas, ilusionados con retornar con el dinero suficiente para poder iniciar una vida económica mejor. Algunos braceros se quedaron. Ya no regresaron. Zihuatanejo hoy, parece ofrecer a sus hijos mejores opciones laborales. Solo lo parece. Nuestros jóvenes emigran al interior del país. No todos son braceros en su país. Ahora la mano de obra es calificada. Nuestra sangre se ha establecido en estados como Querétaro, Puebla, Michoacán, Guadalajara y México. Lo hacen porque el puerto no tiene la oferta profesional para los jóvenes egresados de las universidades o de los tecnológicos. Ya no es frecuente escuchar la letra de la canción Paso del Norte. Las familias que se quedan, no viven la ansiedad de esperar una carta traída por el correo, por el Servicio Postal Mexicano. No llegan fotografías en blanco y negro como testimonio de costeños en el extranjero. No hay lugar para la nostalgia. Las redes sociales han simplificado la comunicación entre los de aquí y los de allá. Aquellas cartas que empezaban con el concebido “Espero que al recibir esta estén bien,   que yo por acá, gracias a Dios estoy bien”, ya no existen. Ahora esta la videollamada. La tecnología moderna ayuda a palear la nostalgia, aunque nunca la erradica.

Las bravuconadas del gobierno americano están estresando a los mexicanos de las dos fronteras. Países como Canadá están recibiendo la solidaridad de sus ciudadanos. Artículos americanos se están retirando de sus estanterías. Los últimos braceros, la generación del sesenta y cuatro, pudieron haber nacido entre 1935 y 1946. Hoy tendrán entre ochenta y más años. Seguramente verían con buenos ojos (aquellos que tengan la fortuna de seguir vivos) que las empresas locales tomen decisiones prudentes e inteligentes, para ayudar desde Zihuatanejo a los paisanos braceros.

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