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SERAPIO

JORGE LUIS REYES LOPEZ

Paseando por la unidad deportiva, Serapio ve la abundante presencia de mujeres, niños y adultos que van y vienen. Unos caminando, otros trotando. Gritos en todos lados. Niños tomando clases de fut bol, basquet bol y atletismo. Estas cosas no sucedían en mis tiempos, pensó el abuelo. Las mujeres, ¡imposible mirarlas haciendo deportes! Ellas en sus casa ordenando el hogar. Que bueno que ahora la vida es vivida con más intensidad por la población femenina. Andando legó a la alberca olímpica, la actividad era semejante a la de las otras disciplinas. Más adelante llega a un espacio verde en forma de abanico gigante. Está limitado por una malla ciclónica. Unas breves gradas de cemento se localizan cerca de uno de  sus vértices. Al fondo algunos edificios y un escaso follaje. ¡Que contraste! “…que soledad y dolor…” en su cabeza resonó la voz de Javier Solís cantando Cuatro Cirios. Es el campo de beisbol. Cuatro muchachos “hacen guardia a un ataúd y en el se encuentra tendido el cadáver” en que el rey de los deportes se ha convertido en Zihuatanejo. Un deporte que en el pasado amarró y desató pasiones entre poblados y familias.

Hoy la sombra del pasado vaga sin descanso, como una maldición que no lo deja retornar. El beisbol, un deporte pionero en el puerto. Un deporte lleno de nombres, sobrenombres y apellidos ilustres, hoy maltratado por el olvido. El olvido de todos: autoridades deportivas, jugadores, padres de familia, medios de comunicación. Zihuatanejo disfrutó apasionadamente el beisbol, y años después al futbol soccer. Todos tendrán “que responder ante el tribunal de Dios” por semejante sacrilegio. Parece un amor decrépito donde la pasión ha muerto. Seguramente los antiguos beisbolistas, ni en sus peores cálculos, pudieron imaginar un futuro desolador para el deporte de sus amores. “No se mata impunemente” y ustedes, todos ustedes, si, ustedes, mataron al beisbol en Zihuatanejo. “Tendrán que responder ante el tribunal de Dios”. Lapo sacude la cabeza. Sus ojos llorosos al remembrar los días felices de la pelota caliente. El viejo campo lleno de mirones. Chamberina pichando por Zihuatanejo y el equipo de Agua de Correa bateando. Libo Ramírez muy a su estilo fálico apoyando a La Correa.

Sofia Pineda, la madre de Chambera, le responde que hoy Libo se le sentará en lo más pando de la entrepierna. ¿Cómo sucedió esta catástrofe?  Se pregunta el abuelo. El beisbol estuvo desde siempre ligado a las viejas familias del Puerto. Los Piratas, equipo dirigido por Chamberina, enfrentando a Los Pescadores de La Noria reunió a la mitad de la población. Benjamín Otero pichando por Los Piratas. El Bacalao Lara era el pícher de La Noria. Los que saben de beisbol dirían que era un duelo de picheo. Novena entrada. Escore uno a cero ganando Los Piratas. ¡Extra innings! Parte alta de la décima entrada. Pescadores batea y se van en blanco. Cierran Los Piratas al bat. Hit del primer bateador y avanza hasta la segunda base. El segundo bateador da una línea entre primera y segunda que aprovecha el corredor para llegar a tercera. El bateador es out en la primera base.

El tercer bateador es fácilmente retirado por El Bacalao. Dos outs y corredor en tercera. Los Pescadores tienen al mejor center filder. Es un zurdo rápido, de brazo potente y seguro hasta decir basta. Es la parcela más confiable de todo el diamante. Al home el cuarto bateador de Los Piratas. Al primer lanzamiento del Bacalao le da un elevado al centro. El batazo es pan comido para José, el Zurdo Sánchez. El juego se irá al siguiente Extra Innings. El Zurdo mira la trayectoria de la pelota, calculando la velocidad y con una precisión asombrosa corre y se detiene mientras la pelota inicia el descenso. Sin dejar de mirarla mueve los brazos en señal a sus compañeros como diciéndoles ¡ahora nos toca a nosotros! La pelota obediente desciende dócilmente a su guante.

El regalo es bien recibido. Con la bola en el guante, el Zurdo inicia el descenso del brazo. Los defensores con los ojos puestos en el fildeador piensan en prepararse a batear. El guante del Zurdo está a la altura de la cintura, y la pelota con voluntad caprichosa, huye del opresor. El corredor de tercera reniega de lo que piensa es su mala suerte. ¡La pelota cae al suelo! El desesperado grito del Couch de base indicándole a su corredor que arranque a home, rompió el asombro que había aturdido al público y a los jugadores. El Zurdo de hinojos, llorando recibe consuelo de sus compañeros. El corredor, después de pisar el home, es abrazado con delirio. En la modesta tribuna, hay una explosión de alegría y de maldiciones. De jubilo y de tristeza. ¿Cómo así? ¿Al Zurdo? ¿Cómo pudo suceder? ¡No, no lo creo!

A través del tiempo “Voy cargando mi ataúd y regaré con mi llanto una tumba y una cruz”, por el deporte amado. ¡Ay! Que sociedad tan fría, “que soledad y dolor, solo están los cuatro “morrillos “también de luto vestidos” soltando el brazo, huérfanos. Nadie los acompaña, nadie los aconseja, nadie los alienta. Vagan como sombras. La maldición se extiende para todos: Aficionados que no protestan, obligando con su presencia a que los peloteros recuperen el honor, la vergüenza, y el orgullo de lidiar con la honrosa responsabilidad de oxigenar al beisbol el Zihuatanejo.

La maldición alcanza a los poderosos, que tienen la solvencia económica para patrocinar el deporte entre los niños; al gobierno municipal que no pone el suficiente empeño en la promoción del beisbol, como si fuera la disciplina menos querida, menos atendida, menos favorecidos. Los jugadores mayores no tienen perdón divino, su negligencia es la principal causante de la desgracia que azota al beisbol. Como sombras vagarán, y será su maldición que nadie pueda olvidar el abandono y la orfandad en que han dejado al deporte decano, de la hoy ciudad de Zihuatanejo.

Serapio regresa a casa, murmurando “Nadie puede quererte igual que te quise yo”.

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