Jorge Luis Reyes López
Valente entraba a la casa ese jueves por la mañana, con el rostro alegre. Adulfa su mujer había parido a una niña. Una hija, su hija. Era un 27 de julio del año de 1893. Cinco años después, esa criatura quedaría huérfana. Serapio tenía ahora ante sí, muchos años después, a esa niña convertida por el tiempo en una mujer, ya madre, abuela y tatarabuela. Una dama longeva con la que el abuelo deseaba conversar. Cuando la revolución mexicana estalló, Natalia tenía diecisiete años. Justo en el momento de la conversación, Aya, como cariñosamente la llaman, tiene ciento siete años.
¡Cuantas cosas viste, y viviste mujer!. Yo nací aquí, en Agua de Correa. Si Lapo, la vida me brindó muchas alegrías. También viví el dolor como cualquier otra persona. Cuando me quede huérfana me crió Eurofía Nogueda Ramos, ella vivía con Pablo Pérez de Michoacán. Tuve tres hermanas. Julia, Encarnación y Emilia, desafortunadamente ninguna de las tres me sobrevivió. Crecí en un ambiente de rancho. Aprendí a divertirme. Cada que había fiesta asistía. Disfrutaba bailar. Mala no era, Lapo. Quizá no bailaba mejor que todas, pero de que bailaba, bailaba. Esos, los de antes, si eran bailes, no las mojigangadas de hoy. La Costilla, era un baile que te hacía sudar, casi no tenías contacto con tu pareja, pero como zapateábamos. El Chote, ahí si te agarrabas de la mano, y la otra mano estaba en el hombro de tu pareja. Dabas pasitos para un lado y para el otro, luego girabas balanceando los brazos con las manos entrelazadas subiéndolas y bajándolas. Los jóvenes de entonces bailamos La Calabacita y La Mazurca. Aya eso viene de Polonia ¿Cómo llegó aquí?. No lo sé. Nosotros bailábamos, no preguntábamos de donde vino. Había que divertirse. La revolución nos inquietó. Tendría unos dieciocho años, cuando supe que los hermanos López se levantaron en armas. Alfredo, Leonel, Héctor y Homero. Eso fue en 1911. Tres años después se oyó el rumor de que el hermano de Carranza, de nombre Jesús, llegó a Zihuatanejo para conferenciar con un tal Marciano Blanco, decían que ahí platicaron con un prefecto de apellido Rodríguez. Se vieron cosas Lapo, muchas cosas. En el año de 1924 los agraristas tomaron el puerto de Zihuatanejo. Ya tenía yo treinta y un años. Era una mujer hecha y derecha. No sé qué le veían a Zihuatanejo. Todos lo querían tomar. En 1926 son los Vidalistas los que atacan al puerto. Motivos de congoja nunca faltan. Hay más razones para alegrarse. Mírame a mi, Lapo, Feliz. Concebí siete hijos, que me dieron treinta y seis nietos, ciento siete biznietos, el mismo número de años que tengo en este martes 28 de noviembre del año 2000 ¿Cómo la vez? Y la prole sigue creciendo con los veinticuatro tataranietos. Estoy entera. No tengo dinero pero ahí la llevo. Otros hombres han tenido dinero y poder pero estaba incompletos. Ahí tienes a los presidentes López de Santa Ana, mocho de la pierna izquierda; Álvaro Obregón y Manuel González perdieron el brazo derecho. Yo estoy bien. Tengo los achaques de la edad, pero bien de la cabeza. Me acuerdo de una vieja poesía de la que nunca me dijeron quién era su autor:
Sobre una estéril pradera, el diáfano azul del cielo
Cruzaba en rápido vuelo una nube pasajera.
Viola pasar una flor que abrazada por el sol moría,
Y en su penosa agonía le dijo así, con amor:
Dios te mandó nube hermosa, a librarme de la muerte.
Joven soy. Morir no quiero. En tu bondad confío.
Una gota de roció, por piedad, porque me muero.
Pero la nube orgullosa, insensible caminando, no puedo dijo,
Pasando servir a tan noble rosa, Porque si todos los pesares
De las flores mitigara, pienso, no me alcanzaría, ni con
Todas las aguas de los mares.
Guardar tan triste lección, niños.
Mostrarle al que llora, una santa compasión,
Cuando el pobre a rogarles va. No lo mires
Con desdén, que es muy triste hacer el bien
Cuando es inútil, quizá.
Mira Lapo, la vejez no siempre me arrebata los recuerdos.
Viví al lado de Gumersindo Orbe Pineda, hasta que Dios así lo quiso. La Correa siempre fue un lugar tranquilo. Mucha gente se fue a vivir a Zihuatanejo, Pero nosotros buscamos y encontramos soluciones para vivir aquí. Abundantes cosas nos alegraban. Chepita Galeana, organizaba en diciembre las pastorelas. ´Pantaleón Soto era el diablo. Tiene muchos años que no he visto una pastorela. El mundo ha cambiado. ´Pon atención a lo que te voy a decir. Antes las mujeres paríamos solas o con ayuda de las parteras. Juana Álvarez que partera tan buena era. Nos aliviábamos en casa. Ahora para todo necesitan doctor, y si se tardan en parir luego les abren la panza. En La Correa había de todo. Florentina Soto, esa sí que era saurina. Todos conocimos su mejor pronóstico: “Te espera cama alegre en la noche”. ¡Hasta chaneques teníamos! No, no, a la gente de mi pueblo no le falta ingenio. A todo le encuentra su lado. Si preguntas quien es la mujer más bonita, te responderán: La más bonita de La Correa escupe. Si quieres saber del más bonito, entonces te dirán que el más bonito espanta. Nosotros sí sabemos quién es Cupe, y quien es Panta. Siempre hemos vivido con mucha autonomía en relación a Zihuatanejo. Conservamos nuestras tradiciones. A mí me ha tocado la suerte de vivir ahí. Pude ver el crecimiento de Zihuatanejo, y cosa curiosa, entre más crecía, más disfrutábamos nuestro lugar.
Serapio tiene presente aquella conversación celebrada hace más de veinticuatro años. Ayano está. Se fue. Solo Dios sabe cuánto ha crecido su descendencia Orbe Mendoza. Seguro siguen multiplicándose.
Agua de Correa, el pueblo de Aya, continua conservando tradiciones. Cada año celebran la danza del Cortés. Por las noches los antojitos mexicanos se pueden saborear, y si se quiere relajar con la familia, en un ambiente divertido, el juego de la lotería es la solución los miércoles, viernes y domingo por la noche.