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SERAPIO

JORGE LUIS REYES LOPEZ

A sus escasos 16 años, Cleta ya había conocido el rostro duro de la vida, de su natal Sandial, ella la mayor de cuatro hermanos y su madre, salieron al romperse la relación marital de sus padres. Su destino sería la Mata de Sandía, buscando el apoyo del tío Rómulo Sosa, para encontrar una mejor manera de vivir. Ella y su hermano Domingo se quedan con el tío. Patricia y Julia la menor, siguen con su madre Jovita. Pasado el tiempo la madre encuentra pareja. Cleta sospecha que no la tratan bien.

Trabajar de madrugada moliendo nixtamal en el metate para la peonada del tío le ayudó a fortalecer el carácter. Rómulo era arriero y también tenía una cuadrilla de peones con los que hacía trabajos de roza y tumba a destajo. Cleta ya era parte del personal laboral desde los diez años. Por temporadas subían a limpiar los cafetales de Río frío. Ahí fue enterada de la muerte de su madre. No pudo verla. No pudo sepultarla, ni ver como su féretro fue cargado en hombros hasta Agua de Correa donde fue sepultada. Noches frías y largas aparecieron en su vida. Ahora sus hermanas quedan bajo la tutela del otro tío, Arnulfo Sosa. Cada madrugada se retorcía las manos buscando salir de la encrucijada de la vida. En el horizonte de sus posibilidades está el padre ausente. Va tras él, pero la solución esperada no sucedió. Con casi 14 años conoce al padre de sus dos únicos hijos. Después del primer parto y embarazada sin saber que será madre por segunda ocasión, se ve abandonada por el marido y el hijo mayor es retenido por los abuelos paternos. Otra vez a caminar el camino que lleva a la Mata de Sandía. Está huérfana de madre, sin el mayor de sus hijos, embarazada sin saberlo, y al llegar a su destino recibe otra sonora bofetada. Julia la menor de sus hermanas ha sido regalada por Arnulfo, sin consultar, sin avisar. Cleta nada sabe de la pequeña hermana. Algunas lucecillas de información salpican aquí y allá. Se la llevó una familia. Dicen que son del norte, de Sinaloa. Dicen… Dicen… ¿Por qué? ¿Con qué derecho? La niña mujer está aturdida. Pronto notará que su cuerpo le está anunciando la nueva maternidad. Jacinta la esposa de Rómulo es buena partera y ella recibe la niña que parió.

Rómulo era enamorado y parrandero. La nueva familia avecindada en el rancho tenía una hija guapa que pronto llamo su atención. El hombre demasiado mayor para la nueva vecina era presa de la pasión. Con sus ahorros en mano, dicen que se entrevistó con el jefe del clan y pactaron el intercambio: Mi fortuna por tu hija. Trato cerrado. Esa noche duerme sin interrupciones. Un nuevo día amanece. El día de la pesadilla para Rómulo. La familia, la joven y el dinero desaparecieron. Nadie los vio salir. La decepción y el engaño fueron enormes. Siguieron días de dolor y de alcohol. El cuerpo no pudo más, no resistió. Rómulo murió. Ahora la niña madre no sabe qué hacer. La tía Jacinta, ahora viuda, le sugiere buscar marido que le ayude a salir adelante.

Desde hacía algunos años un hombre visitaba el rancho buscando comprar chivos que luego sacrificaba en el centro de Zihuatanejo, para después rancharlos. Varón mayor, grande, diría Cleta. La tía Jacinta lo veía como el futuro para su sobrina, aunque a esta no le agradara. Las sugerencias familiares crecieron para que se juntara con Ventura Valdovinos que así se llamaba el comerciante. Se conocieron, se trataron. Un día Cleta acepta la propuesta de casarse y al otro día recula. Ventura se encrespa y no le deja opciones, o se casa por la buena o será raptada. Se casa. Se muda a vivir a Zihuatanejo. Ahí el marido ordeñaba vacas ajenas. Pronto compran un terreno en el Limón y se establecen a la vera del camino por el que los caminantes iban a los pueblos cercanos. El lugar facilitaba la venta de refrescos, plátanos y pan que la recién casada revendía. Disfrutaba el negocio pero no le acababa de convencer rendirle cuentas y entregarle el dinero al marido. Convence a Ventura para que le haga un horno, empezando así la producción de pan, que vendía primero en la casa, después en una burra a la que le ponía dos cajones al juste, uno en cada costado del asno. La gente compraba lo que luego bautizaron como pan de burra. El negocio prosperaba. Establece su expendio en el interior del mercado central de Zihuatanejo. Tiempo después lo abandonó para centralizar la venta en su casa hasta el final de sus días. Por las tardes después de las jornadas madrugadoras, Cleta se sienta en la mecedora y balanceando lentamente el sillón comparte con su hija Susana los avatares de la vida que le tocó vivir. Recuerda a sus padres, a sus hermanos, y nuevamente el sufrimiento la araña cuando le llega la imagen borrosa, casi  olvidada de la pequeña Julia de la que nunca supo más. Los recuerdos desfilan, se ve de niñera trabajando para una familia del puerto. Están presentes los días en que visitó a su padre y tenía que dormir en el suelo ante la pobreza paterna. Su rostro dibuja una tenue sonrisa cuando su mente atrapa la imagen de aquel primer salario que recibió como ayudante de cocinera, un peso diario. De aquel viejo Zihuatanejo rescataba los días en que vendía leña y compraba pescado para revenderlo oreado. Tuvo un marido trabajador que llegó a tener un salario de diez pesos mensuales como ordeñador. Retirado ya de ese oficio se refugia como velador. En el año de 1992, Cleta se queda viuda. Su negocio de empanadas de El Limón en la lateral de boulevard que va de Zihuatanejo a Ixtapa ya está acreditado. Treinta y un años después, 2023, Ana Cleta Pérez López, hija de Julián Pérez y de Jovita López, fallece un lunes 30 de octubre.

Todavía se oye a algunos clientes decir, quiero pan de burra.

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