Opinion

Palabra de Mujer

By Despertar Redacción

December 18, 2020

Ruth Tamayo Hernández

2020: año en que una peste mortal cubrió la tierra

“Nosotros debemos pensar que somos unas de las hojas de un árbol, y el árbol es toda la humanidad. No podemos vivir los unos sin los otros. Sin el árbol”: Pau Casals.

Felices Fiestas decembrinas, mis estimados lectores. Ésta es la última entrega del año y me despido con mis mejores deseos para todos, esperando que el Eterno Dios nos permita un año más de vida, y que nos dé fortaleza para afrontar el 2021, con todas sus sorpresas, alegrías y sinsabores, pues como dijo Job, ¿aceptaremos sólo lo bueno pero no lo malo que provenga de la voluntad de Dios?

Despertar de la Costa adelanta un merecido descanso para todo el personal, que incluye a reporteros, editores, prensistas, publicistas y directivos, para que puedan pasar estos días con sus familiares, cuidando de su salud, en acatamiento a la disposición oficial de que evitemos las fiestas y las reuniones masivas, como las preposadas, pues de lo que se trata es de mantener al estado de Guerrero mínimo en el semáforo naranja, aunque lo ideal es transitar al semáforo amarillo antes de la Navidad.

Sólo así se nos permitirá recibir a más turistas, que también están deseosos de tener un periodo de descanso, luego de tantos meses de incertidumbre, enfermedad y muerte.

Como todos vivimos y supimos, 2020 fue un año sumamente difícil por la pandemia de Covid-19. Hace un año, por estas fechas, jamás pudimos imaginar lo que estaba por suceder, pues aunque el Covid ya estaba sembrando muerte y enfermedad en China, fue hasta finales del año en que ese país determinó dar a conocer al mundo la existencia de un nuevo coronavirus, con alto potencial epidémico, para el que la humanidad no tenía defensas, pero que sobre todo estaba diezmando a la población adulta y enferma.

El Covid 19 ha cobrado más vidas que la violencia y que el cáncer y la diabetes, tan sólo superado por ahora por las enfermedades del sistema cardiovascular cerebral. Pero obviamente esto aún no concluye, pues aunque ya se tiene una vacuna, falta uno o dos años para que la mayor parte de la población del mundo se inmunice.

Todo comenzó

en Wuhan

En los primeros meses el coronavirus que se detectó en la provincia china de Wuhan, aún no tenía nombre. Se dijo que pasó de los murciélagos a los humanos y era parecido al SARS (síndrome respiratorio agudo) que surgió también en China hace años; o el MERS (síndrome respiratorio agudo de oriente medio).

Se descartó que se tratara de una cepa de coronavirus manipulada en laboratorios; aunque muchos científicos siempre mantuvieron eso como verdad, debido al comportamiento y sintomatología tan diferente de una persona a otra, pues existen hasta 5 cuadros clínicos entre los pacientes, que además se confunden con otros padecimientos ya existentes.

Fue tiempo después que la OMS lo denominó SARS-COV2, que una vez que infecta a un humano le provoca la enfermedad de Covid-19.

Siguiendo con el tema de la pandemia, pese al aviso del gobierno chino, y a que pronto los contagios comenzaron a diseminarse en el mundo, la Organización Mundial de la Salud tardó en decretar la alerta por pandemia (evento epidemiológico global), y eso impidió -dicen- que los gobiernos de todos los países se prepararan para hacer frente al desastre, y el resultado ha sido muerte y desolación.

La verdad es que no había mucho que hacer, salvo habilitar áreas de atención aisladas, en las que se le pueda dar cierta ayuda a la gente que por su edad o condición de salud, no pudiera combatir por sí misma el contagio.

Todo comenzó en nuestro país sin medicinas y sin opciones reales para los contagiados. No se homologaron criterios de atención, y cada médico comenzó a combatir el padecimiento a su manera, haciendo uso de las medicinas existentes, tanto antivirales como antibióticos e inflamatorios, e incluso se usa aún ahora la Ivermectina, un conocido desparasitante.

Al inicio murió mucha gente, luego comenzó a estabilizarse la mortandad sobre todo en provincia, pero en estos momentos estamos ante un nuevo repunte de contagios y muertes, por la llegada del invierno, que será crudo en lugares altos, como la Ciudad de México, Toluca, el Estado de México, Puebla, Chihuahua, Coahuila, y en general todo el norte del país, así como el Valle de México y sus grandes urbes.

En la megalópolis CDMX, ya se tienen que tomar medidas más agresivas de control, porque el repunte que ahí se registra puede ser el inicio de la segunda oleada de contagios para el país entero, y la mala noticia es que las personas que ya lo padecieron, lo pueden volver a sufrir, porque está comprobado que hay recontagios.

Sigo con el tema, mis estimados. El mundo no se esperaba sobre todo el “parón” económico decretado por los gobiernos, como una medida recomendada por la OMS, para desmovilizar a la gente en las grandes ciudades, playas, industria, comercio, escuelas, centros nocturnos y lugares de recreo.

Tampoco esperábamos las atropelladas e insuficientes aperturas, que provocaron la estrepitosa caída del empleo, a raíz del cierre de empresas que no pudieron sostenerse durante ese periodo, proceso que en Guerrero todavía no concluye.

En nuestra entidad, lamentablemente, llegamos a este fin de año 2020 con un saldo de 100 mil empleos perdidos y 10 mil negocios cerrados, siendo el mayor impacto en Chilpancingo, Acapulco, Zihuatanejo y en general en los municipios con vocación turística, pues al parar esta actividad, y por la reapertura que sigue en 40 por ciento, los propietarios no pudieron mantenerse por falta de ingresos.

Tenemos la esperanza de que la próxima semana Guerrero pase al semáforo amarillo, a fin de que los hoteles, restaurantes y en general todos los negocios de servicios turísticos, se ocupen hasta 60 por ciento de su capacidad.

Y esto servirá únicamente para darle un respiro a la tan castigada industria sin chimeneas, que es la que mayor impacto económico ha registrado, y para la que, pese a ello, tampoco ha habido alternativas.

Muertes y

contagios

En cuanto a la pandemia, Guerrero suma al a fecha 2,600 muertes, de casi 25 mil contagiados, según cifras oficiales, aunque todos sabemos que éstas son inexactas y que se tiene de manera natural un subregistro muy elevado, que pudiera ser de entre 8 y 12 casos por cada uno oficialmente comprobado.

El sitio oficial de la Secretaría de Salud indica que hay 24 mil 864 casos confirmados acumulados desde que comenzó la pandemia en la entidad, de los cuales 412 son activos, mientras que hay 3 mil personas sospechosas del virus.

En Acapulco, hay 10 mil 806 casos confirmados, de los cuales 108 son activos; mil 220 personas fallecidas y mil 101 sospechosos.

La capital del estado, Chilpancingo, tiene 4 mil 579 casos confirmados, en los que 24 están activos; 279 defunciones y 323 sospechosos.

Zihuatanejo se mantiene con mil 558 casos, de los cuales siete son activos; 124 defunciones y 316 personas sospechosas.

Nuestra propia

pandemia

Conforme fueron avanzando los contagios, cada país, estado, lugar, provincia y ranchería, comenzó a vivir su propia pandemia. La gente se fue contagiando. Familias enteras comenzaron a sentir los efectos del Covid 19, y más de 110 mil ya no llegaron a estas fiestas.

En México, los primeros casos se detectaron en febrero pasado, precisamente por gente que había viajado a Europa y Estados Unidos. Para marzo ya lo teníamos en Guerrero, en Acapulco y Chilpancingo, y lo demás es historia que ya conocemos. Cada día había nuevos contagios y para el 1 de mayo solamente había 10 municipios libres de casos, pero sí con colindancia con lugares contagiados.

La mortandad comenzó en medio de una sociedad atónita, incrédula, y con autoridades paralizadas por su propia realidad, pues para nadie es un secreto que el presidente de la República apenas había decretado la cancelación del Seguro Popular como sistema de salud pública por sus altos niveles de corrupción, para sustituirlo por uno nuevo, cuya construcción comenzaría precisamente en 2020, con un año de gracia para completar todos sus esquemas de atención.

Todo estaba desvencijado. El sistema nacional de salud en México no existía prácticamente. Se tienen aún 300 hospitales inconclusos, por el saqueo de los recursos de gobiernos anteriores. Había una grave falta de médicos especialistas, de modo que el gobierno tuvo que recurrir a médicos generales y enfermeras, y capacitarlas en tiempo récord en la intubación de pacientes, algo que sólo los expertos neumólogos pueden hacer, con la ayuda de personal de enfermería capacitado. Simplemente no había manera de evitar el alto impacto que la pandemia ha tenido en México.

El sector salud en todos sus niveles y dependencias tuvo que maniobrar contra reloj para apoyar a los pacientes en crisis respiratoria, ya que el Covid-19 causa neumonías atípicas, así como otros daños generalizados que conducen a la muerte sino se le apoya al paciente a superarlo con la ayuda de algunos antibióticos y antiinflamatorios.

La vacuna viene, pero no conocemos aún sus efectos. Tampoco será masiva su aplicación, sino que se programará para unos 18 o 24 meses, atendiendo a todos los grupos de edad, desde los más viejos hasta los niños, privilegiando a los trabajadores del sector salud.

2020 fue el año en que todo se detuvo. No sólo la economía mundial, sino también nuestras mentes y conciencias hicieron un alto para analizar, discernir, valorar y plantearnos un cambio en nuestras vidas, como un nuevo comienzo.

Que estos días de asueto por la Navidad sirvan, mis estimados, para que revaloremos la vida, a nuestras familias, nuestros trabajos y negocios, y que nos mantengamos con un constante agradecimiento en nuestros corazones, porque hasta aquí nos ayudó Jehová.

¡Feliz Navidad y bendecido año 2021!