fbpx

Opinión

Ricardo Ravelo

La desmemoria de Félix Gallardo

Miguel Ángel Félix Gallardo, uno de los capos más aventajados de su tiempo, enlace con sus pares colombianos, experto en comercio, socio de un banco en los años setenta y considerado un jefe del narcotráfico de altos vuelos, reapareció en una entrevista televisiva que tuvo decenas de reproducciones tanto en medios electrónicos como impresos.

Le abrieron los micrófonos para que desmintiera, después de estar más de 30 años encarcelado, lo que obra en los expedientes que integró la Procuraduría General de la República (PGR) tras su captura, en abril de 1989, a cargo de Guillermo González Calderoni, un policía protegido de algunos altos funcionarios que terminó relacionado con el crimen y que fue ejecutado en Mc Allen, Texas, aparentemente por una venganza.

Félix Gallardo, de acuerdo con las investigaciones oficiales, fue jefe del cártel de Guadalajara, socio de Ernesto Fonseca Carrillo, “Don Neto” –quien cumple una prisión domiciliaria luego de que un Juez se la otorgó por su avanzada edad y problemas de salud– y de Rafael Caro Quintero, liberado en 2013 mediante una argucia legal de la que después se dieron cuenta que había sido un error. Entonces volvieron a girarle orden de aprehensión. Hasta la fecha nadie lo encuentra.

La argucia, en realidad, fue un alegato armado por sus abogados. Ellos argumentaron, al interponer un recurso de amparo, que su cliente había sido procesado por una autoridad incompetente, en este caso la PGR, cuando se le acusó del asesinato del agente de la DEA, Enrique “Kiki” Camarena. Dijeron que el homicidio correspondía indagarlo una autoridad del fuero común y no federal. Con base en lo anterior lo pusieron en libertad. Hoy queda claro que era más necesario en la calle.

Luego, las autoridades se dieron cuenta que, siendo Camarena un agente de la DEA autorizado por el Gobierno federal para operar en México, la PGR sí era competente para procesarlo. Fue entonces cuando procedieron a girarle una orden de captura, pero hasta la fecha nadie conoce su paradero. En algunos alegatos que ha presentado dentro de su proceso de extradición aduce que no tiene dinero y que nada tiene que ver con el tráfico de drogas. Sin embargo, la DEA sostiene que el capo regresó a sus andanzas y opera desde Sonora.

Estos tres capos emblemáticos –Félix Gallardo, Fonseca Carrillo y Caro Quintero– eran socios del cártel de Guadalajara, cuya existencia negó Gallardo en la multidifundida entrevista que concedió a la cadena televisiva Telemundo, que no ha sido la primera que da porque, a principios de este siglo le otorgó una al periodista Julio Scherer García, publicada en el libro Máxima Seguridad, producto de una visita que le fue autorizada al fundador del semanario Proceso para ingresar al penal de Almoloya de Juárez y/o Altiplano durante el Gobierno de Vicente Fox.

En la charla, la desmemoria o cinismo de Félix Gallardo llega al extremo de negar que haya estado ligado al narcotráfico; rechazó también haber tenido nexos con capos colombianos y, lo peor, negó la relación que por años tuvo con sus entonces socios, Ernesto Fonseca y Caro Quintero.

Rechazó tener interés en la amnistía promovida por el Presidente Andrés Manuel López Obrador que beneficia a reos mayores de setenta años; sin embargo, desde hace tiempo Félix Gallardo promueve ante los tribunales ser llevado a prisión domiciliaria a la que, dijo entonces, tiene derecho precisamente por el grave estado de salud que padece: está sordo, ciego de un ojo e invalido, pues sufre problemas en sus articulaciones.

Dijo no conocer a “Don Neto”, pero era ampliamente sabido que dentro de la prisión, cuando estuvieron juntos, ambos se ayudaban para aliviarse mutuamente los dolores de huesos a través de la digitocumpuntura, una técnica china que solían utilizar para disminuir las dolencias en los huesos.

En el año 2003 a Félix Gallardo le fueron devueltas algunas propiedades, entre otras, el rancho “Camino Real”, ubicado en Nautla, Veracruz –al norte de esa entidad–. El predio colinda con otros terrenos, como “El Chapa Chapa”, adquiridos por él cuando era el jefe del cártel de Guadalajara y socio de los hermanos Arturo y Hugo Izquierdo Hebrard, a quienes conoció cuando todos eran colaboradores, en los años 60, del entonces Gobernador de Sinaloa, Leopoldo Sánchez Celis.

El rancho Camino Real fue, en su tiempo de esplendor, un predio fastuoso. Consta de entre mil 500 y 2 mil hectáreas. Tenía cientos de cabezas de ganado de alto registro, laboratorio cinegético –utilizado también para procesar cocaína–; contaba con una pista de aterrizaje que en el libro Lo Negro del Negro Durazo fue descrita por su autor, José González y González, con esta frase:

“Tenía una pista de aterrizaje que, cuando se iluminaba, parecía de día”. Se refería que las luces eran muy intensas e iluminaban la pista cuando se aproximaba algún avión privado. El rancho fue asegurado en 1989, tras su captura, y durante varios años estuvo custodiado por efectivos militares.

Ahí Félix Gallardo organizó fiestas y enormes bacanales con artistas de la época. Vivía una etapa de impunidad, la cual se terminó, aparentemente, cuando fue asesinado Enrique Camarena, pues fue perseguido por la justicia junto con Caro Quintero y Ernesto Fonseca, éstos últimos, capturados en Costa Rica y Puerto Vallarta, respectivamente. Félix Gallardo cayó preso en Sinaloa.

A finales de los años noventa, un Juez ordenó que a Félix Galardo le devolvieran sus propiedades, entre otras, “El Camino Real”. La resolución 13/99 contiene los pormenores de la devolución, pero cuando esto ocurrió las tierras ya estaban invadidas por organizaciones campesinas. En total eran cuatro los grupos que se disputaban el extenso predio. En varias ocasiones estuvieron a punto de enfrentarse, salieron a relucir los machetes, inclusive, pero aquel conflicto no pasó de las amenazas. El Gobierno de Veracruz entonces estaba a cargo de Miguel Alemán Velazco, en cuya administración se hicieron gestiones de mediación entre los campesinos y el Gobierno federal.

La relación entre Félix Gallardo y los hermanos Izquierdo Hebrard era estrecha y contaba con amplia protección oficial, ya que Arturo y Hugo Izquierdo eran cuñados de Arturo Durazo Moreno, jefe de la policía capitalina durante el sexenio de José López Portillo.

Durazo manejaba el narcotráfico a la sombra del poder. Sus vínculos se conocían desde antes que su amigo López Portillo fuera Presidente de la República. Desde entonces en Estados Unidos se había integrado un voluminoso expediente en su contra por vínculos con el crimen, el cual fue archivado para siempre a petición de López Portillo, pues de otra forma no podía nombrarlo jefe de la policía.

De acuerdo con informes de la DEA y de la extinta PGR, Félix Gallardo fue el cerebro criminal que diseñó lo que ahora son los cárteles de la droga. Experto en comercio, estructuró su organización en forma horizontal, lo que convirtió al cártel de Guadalajara en un grupo criminal más dinámico, a diferencia de otras que tenían diseño piramidal, como el cártel del Golfo o el de Tijuana, por ejemplo.

Por eso le llamaron “El Jefe de Jefes”, pero no solamente por ese mérito en el mundo del hampa sino porque fue el primer capo que distribuyó el territorio a otros grupos criminales con quienes estuvo asociado. Héctor Luis Palma Salazar y Joaquín “El Chapo” Guzmán eran lugartenientes suyos y a ellos también les heredó varias rutas de la droga que desde los años ochenta –e incluso antes– ya eran bastante socorridas por los mafiosos.

Con base en informes oficiales, la distribución de los territorios quedó de la siguiente manera: Tijuana, Baja California, para la familia Arellano Félix; Tecate quedó en manos de Joaquín “El Chapo” Guzmán; San Luis Río Colorado fue para Luis Héctor Palma Salazar, “El Güero” Palma; Nogales y Hermosillo fue para Emilio Quintero Payán; Ciudad Juárez fue un regalo para los Carrillo Fuentes y Sinaloa se le asignó a Ismael “El Mayo” Zambada.

Cuando se estructuraron los cárteles empezó la guerra por los territorios, pues antes, en los años setenta, la mayoría de los narcotraficantes estaban unidos. “Éramos casi una familia”, contó Ruth Serrano en una entrevista periodística que nos concedió a Alejandro Gutiérrez y a este reportero. Los Arellano Félix son sobrinos de Félix Gallardo.

Después de que Félix Gallardo repartió el territorio que él dominaba, sobrevino la guerra: los hermanos Arellano Félix se enfrentaron a “El Chapo” Guzmán por el control de la ciudad de Tijuana; enojado presuntamente por un robo de droga, Félix Gallardo persiguió a “El Güero” Palma. Según cuenta la historia de esta guerra, el llamado “Jefe de Jefes” ordenó asesinarlo, pero luego urdió otro plan: contrató a un socio suyo de origen venezolano que se infiltró en la familia de Palma Salazar: se llevó a su esposa y a sus hijos y luego los asesinó. La esposa de Palma fue decapitada y su cabeza le fue enviada en una caja. Los hijos de Palma, según este pasaje, fueron aventados de un puente elevado, en Venezuela. Así vengó la traición de “El Güero Palma”.

La historia criminal de Miguel Ángel Félix Gallardo está salpicada de historias horrorosas, aunque también le gustaba el ambiente de la farándula y moverse en los más elevados niveles sociales. En su época llegó a ser socio de un banco. Era experto en comercio. Vivía como un magnate, siempre codeándose con el jet set; incluso, en años recientes, llegó a publicar fotografías donde rememora su etapa de juventud: aparece trepado en motocicletas de lujo. En esa época –finales de los años setenta– lucía joven y vestía ropa pomposa. La historia de Félix Gallardo da cuenta de todos estos detalles. Lástima que haya perdido la memoria o ya no quiera acordarse de sus correrías en el mundo del crimen organizado y en la llamada alta sociedad sinaloense.

About Author

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *