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LA FUNDACIÓN DEL MUNICIPIO DE ZIHUATANEJO DE AZUETA

César Antonio Aguirre Noyola

“UN MARAVILLOSO RINCONCITO DEL PACÍFICO GUERRERENSE”

CAPÍTULO SEGUNDO

2.5. DON DARÍO EMIGDIO GALEANA FARFÁN.

Aquel primer ayuntamiento municipal logró construir por etapas, a través del “combate” (trabajos comunales que los habitantes de pequeños pueblos serranos y costeros realizan principalmente los días domingo) la continuación de la calle Cuauhtémoc sobre un terraplén que, describiendo una curva, se engarzaba con el camino que alguna vez fue la única salida de este puerto rumbo a Acapulco; precisamente a ese tramo, por la elíptica que formaba, se le llamó “la curva”; este intento de escape sirvió por muchos años con toda seguridad al paso de vehículos, y se puede afirmar que con esta obra, aunque parezca ocioso o baladí, arrancó el municipio de José Azueta  su vida pública; la arteria, sin lugar a dudas, abrió un horizonte no muy lejano que con el tiempo fue extendiéndose para obtener la nueva ciudad del valle de Zihuatanejo. El mandato de don Darío como presidente municipal por disposición legal sólo duraría un año, en 1955 lo sustituiría el señor Salvador G. Espino González, quien fue electo popularmente el día 5 de diciembre de 1954.

Don Darío se manejó con harta prudencia y austeridad, y es probable que no haya recibido emolumentos por razones de su cargo, pero sí es verdad que el costo de algunas gestiones y hasta el sueldo de empleados salían de su bolsillo para satisfacción de la época.

El señor Darío Galeana conocía perfectamente el carácter de sus conciudadanos, confiaba en unos y desconfiaba de otros; se entregaba a su pueblo sin restricción y atendía con largueza a los visitantes cuya opinión y decisión consideraba importantes; fue muy amigo hasta el final de sus días del padre Manuel Herrera; aunque don Darío era de ideas conservadoras, por el origen y medio en el que vivía, balanceaba sus conceptos con los del gran liberal que fue el presbítero, de quien decía, y no de forma irreverente, que siendo cura de Petatlán llamaba la atención por llevar suspendido al cuello un enorme crucifijo y una pistola 45 fajada en el cinto; cuando alguien le preguntaba al sacerdote respecto con la paradoja, éste sinceramente contestaba: “Sí, los uso ambos, el que llevo en el pecho es para los hijos de Dios, y la de la cintura es para los otros hijos”.

Existe una versión que establece que las actividades económicas y políticas de la región estaban concentradas en las manos de cuatro caciques: 1.- El capitán del puerto, Darío Galeana Farfán, que comerciaba mariscos, sal y otros productos; 2.- El terrateniente de San Jerónimo, Luís Rodríguez; 3.-El sub recaudador de rentas de Petatlán, Alberto Castro; y 4.- El reverendo de Petatlán, Manuel Herrera Murguía, animador del consorcio. Los cuatro disponen de un pequeño ejército formado por ex cristeros que, huyendo de los Altos de Jalisco, en 1929, se internaron con sus armas en la sierra de Petatlán, donde se establecieron.

Otros personajes importantes de los que cosechó su amistad don Darío, fueron el general Lázaro Cárdenas del Río —por cierto se lo presentó el padre Herrera— quien visitaba esta comunidad en las fechas en que cumplía años, y el licenciado Miguel Alemán Valdés, presidente de México; del primero consiguió la construcción del tanque que captaba agua en el arroyo de El Calechoso y se distribuía entre la población por una tubería de fierro que llegaba hasta algunos hidratantes instalados convenientemente en aquel Zihuatanejo, mientras que del segundo logró la pavimentación el antiguo aeropuerto del lugar y la construcción del Palacio Federal de Zihuatanejo donde se alojaban las autoridades locales y federales (actualmente son las instalaciones del Museo Arqueológico de la Costa grande). Se agrega a esta lista de amigos, a don Carlos Barnard Maldonado, hotelero destacado de Acapulco, quien se enamoró verdaderamente de Zihuatanejo, y adquirió algunas propiedades frente a la playa del Puerto, construyendo inteligentemente una hospedería llamada Casa Arcadia (su propiedad más querida), tuvo, entre otras, un pequeño terreno próximo a las Salinas, mismo que donó para la edificación de la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe.

Don Darío Galeana dejaría de existir, de acuerdo con datos consignados en su acta de defunción, en el puerto de Zihuatanejo el día 1 de enero de 1956 a las 13:40 horas, a causa de una insuficiencia cardíaca congestiva, y su cuerpo sería inhumado en el panteón de Agua de Correa. Curiosamente en esa fecha se cumplían dos años de haber asumido el cargo de presidente de aquel primer consejo que representó al municipio de José Azueta…

Sabia virtud de conocer el tiempo.

César Antonio Aguirre Noyola

Investigador en materias política y electoral.

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