México es, por excelencia, el país de la derrota digna. No es solo que nuestra historia esté llena de héroes que murieron de cara al sol, enredados en la bandera o luchando hasta el final, aunque el final siempre sea el mismo. México es el único país donde los ciudadanos salimos a celebrar que hayamos pasado a la siguiente ronda del mundial, aunque haya sido perdiendo 3-0, o que aplaude no haber sido goleados, aunque hayamos perdido.
Ese ambiente, el de la derrota digna, es el que se respiró en medios y redes las últimas horas tras la visita de López Obrador a Washington: el simple hecho de que Donald Trump no hubiese insultado, como lo hace cotidianamente, ni a los mexicanos ni a nuestro Presiente, resultó motivo suficiente para festejar, la redes se volcaron al contento porque salimos bien librados… por ahora.
Sin afán de ser aguafiestas en medio de la celebración, los otros datos, los reales, los de los órganos del Estado que generan información, y no creencia u opiniones, son terriblemente preocupantes. Pensar que el país saldrá adelante porque entra en vigor un nuevo tratado de libre comercio, sin duda mejor que el anterior, pero a fin de cuentas continuación, es bastante ilusorio. Mientras el Presidente estima que el T-MEC generará en automático inversiones, que ya tocamos fondo y que la recuperación será rápida y en forma de V, lo que significa que muy rápido volveríamos al punto en que el estábamos antes de la crisis, el Banco de México advierte lo contrario: los gobernadores del banco central ven recuperación en forma de U, esto es con un estancamiento posterior a la caída, o peor aún en forma de W, es decir con una recaída, porque la pandemia está lejos de haber sido domada.
Los motores económicos a los que apuesta el Presidente, el Tratado y los programas sociales, son, por decir lo menos, inciertos. Para que fluya la inversión, la nacional y la extranjera, no solo se requiere un acuerdo comercial potente, tanto o más importante resulta la seguridad jurídica, que hoy pareciera estar en el lomo de un venado por decisiones apresuradas o caprichosas de algunos actores del Gobierno, y las perspectivas de crecimiento que no es para nada halagüeño. Para que los programas sociales lleguen a dinamizar la economía es necesario que estos sean complemento al ingreso familia, no el ingreso familiar. La pérdida de ingresos por la crisis económica ha afectado a más familias de las que el Gobierno dice que han sido beneficiadas por la política social. Pero sobre todo es fundamental que los programas operen con eficiencia, que lo que dicen los responsables de la Secretaría de Bienestar sea real, cosa que, de acuerdo con los otros datos, los de Coveval, no está sucediendo.
Qué bueno que el Presidente paró el panal, que regresó de Washington sin recibir gol, pero el partido importante, el decisivo está acá, en casa, está complicadísimo y vamos perdiendo.