La historia la escriben los vencedores, es cierto, pero más lo es que la historia es un animal vivo que nunca termina de escribirse, que es siempre una visión construida desde el presente y con los lentes de la ideología dominante. Digamos simplemente que los vencedores de ayer son los derrotados de mañana y viceversa y por ello la historia es parte también en la rueda de la fortuna del poder. Puede cambiar la interpretación, lo que no puede cambiar son los hechos, y eso es lo que distingue a los historiadores serios de los que no son tanto.
Una de las obsesiones del gobierno de Morena, empeñado en convertir a este gobierno en un nuevo régimen político, es reinterpretar la historia, tener un nuevo relato oficial que se adecue a su pensamiento político. La cabeza de este proyecto es Beatriz Gutiérrez, la primera dama que no es primera dama pero que actúa como primera dama y representante del Estado mexicano cuando así le conviene (si rifamos un avión sin avión por qué no podemos tener una primera dama que no es primera dama). Comenzó con el tema de las disculpas de la iglesia y la corona española, siguió con la idea de que en 2021 se conmemoran los 700 años de la fundación de Tenochtitlan, 500 de la conquista (caída de Tenochtitlan) y 200 de la consumación de la independencia y recientemente con la repatriación del penacho de Moctezuma.
De entrada. el circo está un poco forzado, porque si consideramos como fecha de fundación de la Gran Tenochtitlan el momento en que se encontró un águila posada en un tunal la fecha no coincide con la voluntad presidencial. Como bien dice el arqueólogo Leonardo López Luján, se trata de leyendas y mitos fundantes que difícilmente pueden ubicarse en una fecha precisa, pero de acuerdo con las interpretaciones y traducciones a la cronología gregoriana de los códices y crónicas hay una discusión que refleja muy bien Patrick Johansson en el artículo “La fundación de México-Tenochtitlán. Consideraciones Crono-Lógicas” (Arqueología Mexicana 135) sobre si el año de tal evento es 1324 o 1325 o incluso 1363 o 1364, pero en ningún caso el año es 1321 como pretenden en la interpretación del nuevo régimen.
Lo mismo sucede con el mítico penacho de Moctezuma que se encuentra en Viena, cuyo arte plumario ha sido completamente restituido y reconstruido. Al “sombrero morisco de largas y verdes plumas verde brillantes y oro”, como se describe el primer inventario de la colección Ambras en 1526, nada le queda del original. El presidente Abelardo Rodríguez ordenó hacer una copia que es la que está en el museo de Antropología y que para efectos prácticos es tan fake como el de Viena. Sin embargo, la batalla por la recuperación del penacho la inició el presidente Echeverría en 1974 y hoy regresa con fuerza como símbolo de la descolonización de la historia.
Recuperar la memoria de los pueblos originarios siempre tendrá sentido. Manipular la historia para fortalecer el relato del régimen ideológico es siempre un peligro. Abusar de la memoria es uno de los síntomas del ejercicio autoritario del poder.