Cuando me mudé a Francia estaba muy emocionada, quería saber todo y conocer personas de otros países para poder contarles de Zihuatanejo y de nuestras bellas tradiciones mexicanas.
Hacer amigos fue fácil, preguntar sobre sus tradiciones, opiniones y religiones desconocidas para mí, fue muy interesante, claro, con choques culturales un poco complicados, no solo para mí, estoy segura de que para los franceses, argentinos, colombianos, árabes y rusos que conocí también fue impactante escuchar mis opiniones y tradiciones.
Sí, me hice más independiente y segura sobre mis talentos y mi manera de hablar. Cometí muchos errores de lenguaje y me equivoqué muchas veces en mis primeros trabajos, pero lo más valioso que aprendí fue que, al crecer en Zihuatanejo me había dado una manera única de ver las cosas, conocimientos y habilidades que no aprendes en París.
Recuerdo perfectamente una de mis primeras reuniones con los amigos de mi esposo, que en ese momento era mi novio. Comenzó a crearse un debate porque uno de sus amigos había comprado una sandía completa y no sabía cómo partirla. Yo pensé que seguramente era una broma, después de que vi que varios amigos discutían y opinaban cómo debía comenzar, me reí y dije : «yo la parto, es muy fácil ». Partí la sandía de la manera más normal, como había hecho muchas veces en mi casa, recibí halagos y preguntas sobre dónde y porqué sabía cómo cortar una sandía.
Pensé que podía ser una situación «especial» en esta reunión, pero conforme iba yendo a otras comidas, carnes asadas y cumpleaños, me encontraba con personas que estaban buscando en internet cómo partir una piña o que incluso vi cortando un mango por la mitad descubriendo muy sorprendidos que tenía un hueso en el medio.
Claramente en Francia y muchos otros países la fruta tropical es un lujo, ademas de ser muy cara. Los limones, sandía, papaya y otras frutas son importadas de otros países. Ellos nunca vieron cómo se partía, nunca llegó un tío a regalar una sandía a la familia o algún amigo que tenía una caja de mangos y mucho menos cortaron la fruta directo del árbol. Experiencias que tenemos en la costa y que creemos que todo el mundo vive.
Quiero mencionar que todas estas personas con las que conviví tienen maestrías o doctorados, lo que me confirma que hay conocimientos de la naturaleza que evidentemente no se estudian en ninguna universidad : partir un coco, conocer qué tipo de fruta es solo por ver la hoja de los árboles, saber desde niño con qué planta no puedes jugar porque te van a picar las manos por horas, son experiencias y conocimientos que tenemos y que nos van a servir muy probablemente más que memorizar toda la historia del arte de Europa.
Después de descubrir este «súper poder» de partir frutas, fui recalcando todos los conocimientos que tenía naturalmente por crecer en la costa. Una vez visitando un mercado en el Sur de Francia, en donde los nombres de los pescados estaban en otro idioma, yo podía reconocerlos porque los vi muchas veces en el mercado de Zihuatanejo, sabía y pude aconsejar a mi suegro cuál no comprar porque se veía que tenía mucho tiempo expuesto, claramente le expliqué cómo elegirlo y es algo que hasta el día de hoy presume recalcando que él sabe cómo comprar pescado.
No es solo el conocimiento de cómo cortar una fruta o conocer si el pescado está fresco; es la sonrisa que se tiene en la costa, la forma de tomarse todo de manera tan relajada, el amor a los animales y la naturaleza, la capacidad de convertir una reunión familiar en una fiesta inolvidable, los chistes e ingenio de la gente para inventarlos, la hospitalidad tan natural de recibir a alguien en nuestras casas, la facilidad de sonreír y de hacer amigos.
El humor en la costa y nuestra manera de expresarnos es algo sin igual, hace pocas semanas mientras hablaba con mi papá, escuché cómo compraba camarones para la comida y se encontraba a un amigo quien riéndose lo saludaba y preguntaba si lo que había comprado era un murciélago, sé que es un comentario sin importancia pero ese chiste me relajó, tras semanas de solo escuchar los números de enfermos y todas las maneras en las que puedes infectarte, el humor de Guerrero me recordó que hay que reír de vez en cuando.
Creo que un guerrerense puede tener muchos estudios, ser el mejor cirujano del mundo, el mejor contador, un ingeniero increíble, un maestro intelectual, un escritor o un inversionista pero los aprendizajes que nos dio la costa siempre serán un valor agregado a nuestro curriculum que bien si no podremos usarlo en el trabajo, podemos impresionar en una reunión profesional para crear buenos contactos, dar una buena sonrisa o decir un comentario que sin duda alguna hará reír a la gente.
A todo esto, queridos zancas, quiero motivarlos a sentirse orgullosos de ese valor agregado que nos dio nuestra región y recordarles que siempre estén seguros de ustedes mismos, créanme que si un día se encuentran en una reunión con españoles, franceses, alemanes, belgas, rusos o chinos muy probablemente ustedes serán los únicos que podrán partir un coco, una sandía, escuchar el sonido del mar cuando va a temblar, saber si un alacrán es venenoso o no solo por el color que tiene, hacer amigos con facilidad y sin duda alguna tener la sonrisa más grande de todos los presentes.
Ruth MORELOS
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