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El sinuoso camino de la política independiente en un país como México

Guillermo Arteaga González

En la democracia mexicana, la figura de la candidatura independiente surgió como una esperanza de renovación política frente a un sistema tradicionalmente dominado por partidos políticos que, en muchos casos parecían distanciarse de las necesidades reales de la ciudadanía, esta modalidad pretende ofrecer una alternativa a aquellos votantes cansados de las estructuras partidistas, y dar la oportunidad a individuos sin afiliación partidaria de competir por cargos de elección popular,  sin embargo, el recorrido de las candidaturas independientes está lleno de obstáculos y su eficacia política es un tema que merece un análisis profundo.

Desde su incorporación al marco legal mexicano, las candidaturas independientes se han enfrentado a una serie de dificultades que cuestionan la equidad y la competitividad del proceso electoral, estas dificultades no solo radican en la obtención del número de firmas necesario para aparecer en la boleta electoral, un reto logístico de gran envergadura, sino también en la desigualdad de condiciones respecto al financiamiento y acceso a medios en comparación con los candidatos de partidos políticos, las trabas electorales son un reflejo palpable de estas desventajas, los candidatos independientes deben navegar por un mar de requisitos burocráticos que, en ocasiones, parecen diseñados para desalentar o limitar su participación, el acceso a financiamiento público es limitado, y las normativas respecto al financiamiento privado son estrictas y complejas, asimismo, el acceso a los medios de comunicación masiva es desigual, ya que los partidos políticos gozan de tiempos oficiales de transmisión, mientras que los independientes deben luchar por visibilidad en un espacio saturado de mensajes partidistas.

Una vez superadas estas barreras y conseguida una posición dentro del poder legislativo, los independientes se encuentran con la realidad de un sistema no diseñado para ellos, el poder legislativo, estructurado alrededor de los grupos parlamentarios de los partidos, a menudo margina a los legisladores independientes, limitando su capacidad de influencia en el proceso de toma de decisiones y en la asignación de comisiones importantes, la consecuencia es una ineficacia relativa en su accionar político, pues aun cuando puedan presentar iniciativas, su capacidad para negociar y construir mayorías es intrínsecamente limitada, además, la ausencia de una estructura partidista detrás de un legislador independiente puede ser un arma de doble filo, por un lado le confiere libertad para actuar según su criterio y el de sus electores, y por otro le resta respaldo en las complejas dinámicas de negociación política, donde el apoyo de un grupo homogéneo es a menudo crucial para la aprobación de iniciativas.

La política mexicana, históricamente marcada por la hegemonía de los partidos y las figuras tradicionales, fue testigo en 2015 de un fenómeno que rompería esquemas, Pedro Kumamoto, un joven de 25 años, irrumpía en la escena no solo como el rostro de la juventud en la política, sino como el estandarte de las candidaturas independientes, logrando un escaño en el Congreso del Estado de Jalisco, con una campaña austera y un mensaje que resonó en un electorado cansado del status quo, Kumamoto encarnó la posibilidad real de cambio y la idea de que era posible hacer política de manera diferente, el impacto de su victoria fue doble, por un lado, demostró que las candidaturas independientes podían ser viables, y por otro, que los jóvenes tenían una voz y un lugar en la política mexicana, Kumamoto se destacó por su propuesta de “sin voto no hay dinero”, que buscaba ajustar el financiamiento público a los partidos políticos basado en la cantidad de votos obtenidos, una medida claramente disruptiva en el panorama político de aquel entonces.

Sin embargo, la política es dinámica y en constante evolución, la noticia de que Kumamoto se une a las filas del partido Morena para contender en las elecciones de 2024 ha sido recibida con sorpresa, escepticismo y en algunos casos como una traición a los principios que lo llevaron al éxito como independiente, para algunos la decisión de Kumamoto se lee como un acto pragmático, el sistema político mexicano, pese a permitir las candidaturas independientes, sigue estando diseñado para favorecer a los partidos establecidos, en este sentido, la integración a Morena podría interpretarse como una búsqueda de una plataforma más sólida desde la cual impulsar las reformas que Kumamoto y sus seguidores desean ver realizadas, la política después de todo, es también el arte de lo posible.

Por otro lado, esta decisión puede ser vista como una contradicción a sus principios fundacionales, los seguidores que apostaron por una figura que desafió al sistema, que criticó duramente el partidismo y que se comprometió a una nueva forma de hacer política, pueden sentirse defraudados, la promesa de Kumamoto era la de una política más auténtica y menos dependiente de las grandes maquinarias partidistas, al unirse a Morena, un partido que, aunque nació bajo el estandarte del cambio, se ha convertido en el nuevo rostro del poder en México, Kumamoto parece estar cediendo a las mismas estructuras que una vez prometió combatir, este giro político de Kumamoto es un recordatorio de la complejidad inherente al cambio sistémico en cualquier democracia, las estructuras de poder son resilientes y, a menudo, absorben y reformulan a aquellos que buscan cambiarlas desde afuera, en este contexto, los ideales de las candidaturas independientes y el deseo de una política más cercana a la ciudadanía chocan con la realidad de un sistema que favorece la acumulación de poder y la política tradicional, la transición de Kumamoto plantea preguntas fundamentales sobre la esencia de la política independiente.

Las leyes electorales en México, tal como están concebidas y aplicadas en la actualidad, constituyen un campo minado para las candidaturas independientes, que deben sortear innumerables dificultades para lograr una representación significativa, mi visión crítica sobre este tema se centra en tres aspectos fundamentales, la inequidad en el acceso a recursos, la burocracia onerosa y la ausencia de una cultura política que favorezca genuinamente la diversidad y la competencia, las leyes electorales deberían ser instrumentos para nivelar el campo de juego, permitiendo que todas las voces sean escuchadas y que la competencia política sea justa y equitativa, sin embargo, en México, estas leyes parecen estar diseñadas para proteger el sistema político existente más que para democratizarlo, si bien las candidaturas independientes no son la panacea para todos los males de la política mexicana, su inclusión efectiva y equitativa podría enriquecer el debate público, ofrecer nuevas soluciones a problemas antiguos y, sobre todo, devolverle a la ciudadanía la fe en el proceso democrático, para que las candidaturas independientes tengan un impacto real, es crucial que se reformen las leyes electorales para abordar estas disparidades, de lo contrario, la promesa de una democracia plena e inclusiva seguirá siendo un ideal lejano y las voces independientes continuarán siendo solo un eco en la periferia del sistema político mexicano.

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